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Paraná » Confirmado.ar
Fecha: 02/11/2025 04:09
Mientras Javier Milei agita el discurso libertario y promete “liberar” al Estado del control político, un nombre crece entre bambalinas: Santiago Caputo. El asesor estrella del Presidente se ha convertido en un poder paralelo, sin cargo electivo, sin responsabilidad institucional, pero con influencia sobre cada decisión clave. Lo que empezó como estrategia política se transformó en una estructura de control que bordea el autoritarismo. Por AD En toda gestión siempre hay figuras invisibles. Los armadores, los asesores, los que no dan la cara pero manejan los hilos. En el gobierno de Javier Milei, ese rol lo encarna Santiago Caputo, un operador de bajo perfil público y altísimo poder real. El problema no es su inteligencia ni su efectividad —que sin dudas las tiene— sino la falta total de límites institucionales a su influencia. Caputo es, hoy, el ejemplo perfecto de cómo un poder sin control puede vaciar de contenido el discurso republicano. Desde la campaña de 2023, su nombre fue creciendo junto al ascenso meteórico de Milei. Se lo bautizó “el monje negro”, ese estratega que diseña movimientos, filtra discursos, arma la comunicación digital y decide a quién se ataca y a quién se perdona. Pero lo que en un principio era apenas “el cerebro detrás de la estrategia electoral”, hoy es el poder detrás del Presidente. El estilo Caputo es claro: centralización, hermetismo y agresión. La comunicación oficial se volvió un campo de batalla permanente, donde cualquier crítica es respondida con una andanada de insultos digitales. Los ejércitos de trolls —financiados, organizados y coordinados por su equipo— no buscan debatir, buscan disciplinar. La libertad de expresión, ese valor que el mileísmo dice defender, se diluye entre amenazas, burlas y campañas de difamación. Más grave aún es el manejo discrecional de la información y de las relaciones institucionales. Caputo no tiene cargo formal de ministro ni secretario, pero su palabra pesa más que la de cualquiera de ellos. Decide estrategias, influye en designaciones, filtra a los medios y define el tono del Presidente. Un funcionario sin cargo, pero con poder total: la fórmula más peligrosa para cualquier república. Lo que preocupa no es solo su figura, sino el modelo que representa. En lugar de construir un Estado transparente, con controles y equilibrios, el gobierno de Milei avanza hacia un esquema personalista, digital y opaco, donde las decisiones se toman en chats cerrados y se comunican por redes antes que por boletines oficiales. Santiago Caputo no es un asesor, es el nuevo operador del poder, un símbolo de cómo la política argentina vuelve a tropezar con su vieja enfermedad: el poder concentrado en manos de pocos, sin rendición de cuentas y sin contrapesos. La paradoja es brutal, mientras el gobierno que prometió “terminar con la casta” hoy tiene su propia corte, y en el centro de ella está un asesor que nadie eligió, pero que parece tener más poder que todos los ministros juntos. La democracia argentina no necesita gurúes en la sombra. Necesita funcionarios que hablen, rindan cuentas y se sometan al escrutinio público. Y en ese sentido, Santiago Caputo encarna exactamente lo contrario de lo que se prometió. Periodista de investigación Post Views: 12
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