02/11/2025 09:12
02/11/2025 09:09
02/11/2025 09:04
02/11/2025 09:04
02/11/2025 09:02
02/11/2025 09:02
02/11/2025 09:02
02/11/2025 09:02
02/11/2025 09:00
02/11/2025 09:00
» Diario Cordoba
Fecha: 02/11/2025 03:05
Noviembre alza el telón de dos grandes celebraciones litúrgicas: la solemnidad de Todos los Santos, que celebrábamos ayer, y la conmemoración de los fieles difuntos, que celebramos hoy, recordando a nuestros seres queridos y visitando cementerios y columbarios. Córdoba, de la mano de la Hermandad del Remedio de Ánimas, coloca en el centro del altar mayor de la parroquia de san Lorenzo, la imagen impresionante de su Cristo, para que empape de sentido existencial y de esperanza nuestras vidas en sus cultos solemnes de estos días, con la mirada puesta más allá de la muerte, recordando los versos que Antonio Gala nos dejó como estela de sus creencias más profundas: «En tu cuerpo desnudo, amor del viento, / beben su palidez las alboradas Y en tus manos enclavadas, / la luna siega en flor el sentimiento». El altar de culto que la Hermandad le prepara y que resplandece hoy en el quinario brilla por su ternura, su delicadeza, su sensibilidad cofrade, aunando fe, esperanza y amor, para vivir un cristianismo anclado en la vida y en la historia. El Cristo de Ánimas compendia lo más importante de la piedad popular, «la cercanía de Dios al hombre», que el poeta Dámaso Alonso, plasmó admirablemente en uno de sus poemas más hermosos: «No, Dios mío, Tú, todo: la ola y la ribera. Yo, solo, el junco verde que los vientos agitan en sus orillas grises. Yo, afirmación delgada, -ah, pero concretísima-, terca en su verde: verde. Y, el hombre: yo, tu hombre, oh, tú, mi Dios, mi Dios». Contemplando el Remedio de Ánimas, brota en nuestro corazón la misma súplica de otro gran poeta, José García Nieto, con aire de plegaria encendida: «Vas a pasar, Señor, ya sé quién eres; tócame por si no estoy bien despierto... Mírame Tú, Señor, si no te veo». En este mes de noviembre, entre silencios y cipreses podemos buscar respuesta a tantas interrogantes como laceran con frecuencia nuestros pasos. Sólo una «voz de lo alto», que podemos escuchar ante esta imagen de Cristo, podrá respondernos con las palabras más hermosas que se han pronunciado sobre la faz de la tierra: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en Mí, aunque haya muerto vivirá. Y todo el que cree en Mí, no morirá para siempre». Contemplando la imagen del Remedio de Ánimas, sentimos la esperanza en nuestras venas. La esperanza no consiste en la reacción optimista de un momento. Es más bien un «estilo de vida», una manera de afrontar el futuro de forma positiva y confiada, sin dejarnos atrapar por el derrotismo. Lo primero es mirar hacia delante. No quedarnos en lo que ya pasó. No vivir de recuerdos y nostalgias. La esperanza no es una actitud pasiva, es un estímulo que impulsa a la acción. Quien vive con esperanza es realista, asume los problemas y las dificultades, pero lo hace de manera creativa, dando pasos, buscando soluciones y contagiando confianza. El Cristo de Ánimas contagia esperanza. Por eso, Antonio Gala finalizaba su poema, mirando la imagen de Cristo, con estos versos rebosantes de «puro cristianismo»: «El manantial que copia tus heridas, / tu corazón, el pájaro; tus dedos / las pobres cañamizas abatidas; / que haya un enorme aletear de credos / y desde esa vendimia en la que anidas / acaricien tus ojos a mis miedos». Caminamos estos días entre cipreses, portando crisantemos y recuerdos de nuestros seres queridos. Ellos ya son memoria y legado; nosotros aún, esperanza y futuro. Son parte de nosotros y nosotros de ellos. Cuando todo se desvanezca, cuando nuestros deseos y ansias se apaguen, sólo quedará lo esencial: «¿Amaste? ¿Amaste a quien lo necesitaba? ¿Amaste con ternura y grandeza de corazón?». Por eso, el papa León XIV, en su homilía de comienzo del ministerio petrino, nos dejó un encargo ineludible: «¡Esta es la hora del amor! La caridad de Dios, que nos hace hermanos entre nosotros, es el corazón del Evangelio». El poeta José Hierro abordará en sus versos nuestras vidas: «Somos aves de paso, nubes altas de estío, / vagabundos eternos». *Sacerdote y periodista
Ver noticia original