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  • Su familia le mintió, descubrió que había sido apropiada y quiere encontrar a su mamá: “Me la paso buscando parecidos en la calle”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 01/11/2025 05:22

    Su familia le mintió, descubrió que había sido apropiada y quiere encontrar a su mamá: “Me la paso buscando parecidos en la calle” Gisela Gandini no dice que nació el 6 de febrero de 1976 en González Catán. Dice que está anotada así. Hace una década descubrió que su partida de nacimiento no era su partida de nacimiento, sino un acta apócrifa con datos en los que desconfía, y que sus papás no eran sus papás, sino sus apropiadores. “Me miraba en el espejo y no veía nada. Me miraba y decía ‘¿y ahora quién soy?’”, grafica. Hoy tiene 49 años, vive en Saavedra, es mamá de Gianella, Miranda y Pedro. La crio una mujer a la que aún le dice “mamá”, que le mintió siempre y en la que dejó de creer hace rato. “Todo lo que me pueda llegar a decir mi mamá, no le creo. Mi mamá me dice que está lloviendo y yo voy y me fijo si está lloviendo”, aduce. Presume que aún a sus 84 años guarda un pacto de silencio sobre su origen. Gisela considera una fábula la historia que le cuenta su mamá: la encontraron tirada en la calle enfrente de un taller mecánico en Castelar y la rescataron. Cree, en cambio, que la compraron. La clave está en el nombre de la partera que figura en su partida. Su partera fue Nilda Civale de Álvarez, condenada el miércoles 19 de diciembre de 2012 a doce años de prisión por apropiación de menores por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 2 de San Martín. La denuncia que la llevó a la cárcel la realizaron tres víctimas nacidas entre 1969 y 1978: la hallaron coautora de sustracción y ocultamiento de menores, supresión del estado civil y falsedad ideológica de documento público. Durante 23 años, había trabajado en consultorios de Ramos Mejía y González Catán. Mientras vive, Gisela busca mujeres de más de setenta años. En la calle, en el supermercado, en la cola del banco persigue parecidos. Se imagina cómo se vería hoy su mamá biológica. Ya agotó la búsqueda en Abuelas de Plaza de Mayo y en otras organizaciones no gubernamentales que reconstruyen vínculos. Le queda la esperanza de verse espejada en un rostro desconocido pero cercano. “Soy víctima del tráfico de niños”, afirma Gisela Gandini en esta entrevista del ciclo Voces con Tatiana Schapiro —¿Cuándo empezaste a sentir que algo no cerraba del todo? —En la adolescencia. Me veía diferente. O sea, muchas veces le había pedido fotos de embarazada y no había. —¿Y qué respondía tu mamá a eso? —Que no. Que se habían perdido en alguna mudanza. Que no estaban. O que no sacaban porque daba mala suerte en ese momento. Nada, uno es como que se va creyendo todo eso y lo vas dejando como pasar. —Había mentiras. —Sí, un montón. —¿Qué te empieza a hacer ruido? —Un llamado por teléfono. Un día de diciembre llaman por teléfono y me dicen que es mi mamá y que me quiere venir a conocer. Yo adolescente, 13 o 15 años. “Sí dale, vení”. Entonces mi mamá me dijo “seguramente es una broma”. Pasó. Yo ese día me fui con unos amigos. Nada, como que ella lo dejó pasar. Y después de eso, como que uno va retrocediendo, vuelve, piensa y con el paso de la adolescencia empecé a notar que cada vez tenía menos cosas parecidas físicas a mi mamá y a mi papá, menos que era rubio y de ojos celestes. Mi mamá blanca, blanca, blanca. Y siempre me decían “lo que pasa es que vos saliste a la abuela Ida”, que era la mamá de mi papá. “Vos saliste a la abuela Ida, sos igual que la abuela Ida”. Vos veías a mi abuela, me veías a mí, decías “bueno, dale, la piel va”. Pero eso era lo que a mí más me llamaba la atención. Durante mucho tiempo estuve como anestesiada. Gisela Gandini descubrió que su partida de nacimiento era falsa y que fue víctima del tráfico de niños. —¿Pero era solo un tema físico o había un sentir de que no pertenecías ahí? —Yo me sentía como que había algo medio raro, pero no lo podía como dilucidar en ese momento. —¿Y a partir de ese llamado muy particular no tomaron ninguna medida en tu casa? ¿Ni siquiera tuvieron miedo? Te estaban mintiendo. —No, mi mamá decía que era una cuñada de ella que le tenía bronca y que había sido por eso en ese momento. —¿Cómo saber si de verdad era tu mamá o no? Porque no volvió a llamar. —Nunca. Nunca. No, no, no. Nunca más. —¿Cómo se cortó esa conversación? —Yo la corté porque la señora me dijo “yo hoy a la tarde voy”, entonces yo la corté. Cuando se lo dije a mi mamá dijo “no, no puede ser”. Y medio que me mandó a jugar con mis amigos adolescentes. Como que me corrió. Me sacó ese día de casa. Después lo tomé como que había sido una broma de mal gusto y no seguí pensando en ese momento en esa llamada. —Qué habrá pasado ese día, ¿no? ¿Se lo pudiste preguntar con los años a tu mamá? —Con los años lo que le pude preguntar fue muchas veces de dónde venía. Pasaron muchos años para que yo empiece a preguntarle de nuevo. A notar más diferencias entre mi mamá y yo. —¿Te animaste a preguntar “soy adoptada” o la pregunta era “por qué no me parezco a ninguno”? —En algún momento sí. De hecho tuvimos el caso: tengo una prima que fue adoptada y todos sabíamos cómo había sido la situación, cómo había hecho mi tía. Entonces uno preguntaba y siempre era “ah, no digas pavadas”, como menospreciando la pregunta, la consulta y la duda. La partera Nilda Civale de Álvarez, quien figura en el acta de Gisela, fue condenada por apropiación y tráfico de bebés. —La fantasía en ese momento era ser adoptada. No todo lo que vino después. Pasan los años, la duda seguía... —Pasan los años, la duda seguía. Fui mamá. De mi primer matrimonio tengo dos hijas que ahora tienen 24 y 22 años. Me separo, estoy un tiempo sola y lo conozco a mi marido actual. Le comento. “Yo siempre tuve sospechas”. Y empezamos a buscar en los libros de Abuelas. Porque es lo primero que uno busca: 1976, vas directamente ahí. Tres intentos tuve. La primera vez fui a una oficina de Abuelas, me explicaron cómo era todo el tema. Me instaron a que yo sea mi propia investigadora. Que busque y averigüe todo, que le pregunte a una prima, que consulte. Quedó. A los tres, cuatro años vuelvo insistir. Entonces, la segunda vez que voy me dijeron “te vas a hacer el análisis de ADN”. Ahí estuve un par de años más. Costaba. En el medio yo empiezo a investigar. Voy a ver a esta supuesta cuñada que era la que había llamado por teléfono después de que tuve que volver a revincular. Ella, divina, toda amorosa. En la segunda, tercera, cuarta visita que logro tener con ella, estábamos merendando y le digo “te voy a hacer una pregunta”. Entonces le pregunto: “¿vos sabés de dónde yo vengo?”. Y la respuesta fue tan clara que yo dije acá “no tengo que preguntar más nada”. “¿Para qué querés saber?”. Ese “¿para qué querés saber?” fue la última conversación que yo tuve con ella. No la pude volver a ver nunca más. —¿Por qué? —Porque sentí que me estaba ocultando algo. Sentí que ella sabía más de la cuenta y que también tenía un pacto: “de esto no se habla”. —¿Sentiste que aunque insistieras no ibas a encontrar respuestas ahí? —Sentí eso. —Pero a la vez te estaba confirmando lo que vos sabías. —Totalmente. Ya estaba totalmente convencida de que quería ir por más. Quería saber la verdad que me quisieran contar en realidad, porque la verdad propia a veces no es la que los demás te cuentan. —¿Cómo confrontás a quienes creías que eran tus padres? —Mi papá falleció en 2008. A él nunca le pude preguntar. Y a mi mamá cada vez que yo le preguntaba algo como “mirá que estoy buscando acá, estoy buscando allá, estoy haciendo esto, estoy haciendo lo otro”, me decía “¿Vos estás loca? ¿Para qué vas a hacer algo así? No busques porque no vas a encontrar nada”. —¿Por qué nunca te hiciste un ADN con ella? —Se lo ofrecí y después no hizo falta. —¿Ella estaba dispuesta? —En su momento sí. Pero después no hizo falta porque seguí investigando y después de mucho, mucho tiempo e insistir… un día haciendo zapping encuentro la película Nacidos vivos. Y empiezo a anotar nombres. La escuchaba hablar a Gisela y era como escuchar mi historia. Entonces me contacto con esta chica: Gisela Laura Di Vincenzo es abogada y es la presidenta de una ONG que se llama Búsquedas Verdades Infinitas y nos pusimos a hablar. Me acerqué a ellas y pude buscar un poco más. El ocultamiento familiar y las mentiras marcaron la infancia y adolescencia de Gisela. —Ahora, vos empezás una búsqueda desesperada de tus orígenes buscando por distintos lugares, con los recursos que ibas encontrando. Mientras tanto estaba quien a vos te había criado, te seguía negando todo. —Sí. Tuvimos un momento donde no nos hablamos. La quiero, la amo y todo, pero hay un momento donde no… Es difícil explicar lo que se siente porque es una contradicción constante. Es una señora grande, tiene 84 años, pero a su vez en un momento uno se enoja… Nunca dejé de decirle todo lo que hice y ella a todo le restaba importancia. “¿Vas a ir acá? Bueno, andá”. “¿Sabés que fui a Abuelas?”. “Ah, está bien”. Y nunca la repregunta. Nunca el “¿cómo te fue?”. Me hubiera encantado que me dijera “yo te voy a ayudar”. —Bueno, ella cuando vos le decís que vas a ir a Abuelas está muy tranquila porque ya sabía que vos no eras hija de desaparecidos. Porque ella sí sabe. —Yo estoy convencidísima de que sí. Por más que la historia que ella me cuenta es totalmente distinta. —¿Qué es lo primero que encontraste para poder reconstruir un poco? —Mi partida de nacimiento. Yo durante todos esos años creía que lo que tenía era una partida de nacimiento y era un acta en donde decía que yo era hija biológica de Marta y Oscar. —Un acta apócrifa. —Totalmente. Firmada por el Registro Civil de La Matanza. —Lo primero fue buscar tu partida y no tu acta. —Exacto. Yo mi acta ya la tenía. Yo dije “¿para qué voy a tener la partida si ya la tengo?”. Entonces Gisela me dice “no, esto no es una partida”. Cuando yo la pido a Provincia de Buenos Aires, pongo todos los datos y me llega uno que hace el match. Decía “Gisela Gandini, nacida el día 6 de febrero de 1976, hija de Marta Elena y de Luis María Oscar Gandini. Partera interviniente Nilda Civale de Álvarez”. “Tengo un dato que antes no tenía”, dije y la googleo. Cuando la googleé me quería morir: era como decir “ya está, todo lo que me digan de ahora en más sé que es mentira”. Porque además de mi parto hubo un montón de casos en donde ella tiene una condena. —Fue condenada por tráfico de bebés. ¿Qué te pasó con eso? —Quedé en shock. Me miraba en el espejo y no veía nada. Me miraba y decía “¿y ahora quién soy?”. Me costó mucho tiempo darme cuenta de que era una persona formada, que tenía valores, que había tenido una vida muy linda, pero ¿y antes? —El derecho a la identidad. —Es el derecho a la identidad. El derecho a la salud, porque cuando vas a una… O sea, para atrás no tenés información. —¿Vos sentís que ser mamá te impulsó, te dio más fuerza en tu búsqueda? —Ser mamá me dio coraje. Me dio coraje. Me dio fuerza. Me dio toda la energía que yo necesitaba para decir “es por acá”. —Quien te crio te tuvo que decir algo… —Ya había tenido una charla con mi mamá en donde, un 8 de diciembre, ella me dice “bueno, está bien, yo te lo voy a contar”. Yo estaba todo el tiempo “contame, decime, ¿cuándo me lo vas a contar?”. “Después de Navidad. Después de las fiestas te voy a contar”. Ese 8 de diciembre voy a la casa y me dice “bueno, si estás tranquila te lo voy a contar”. “Resulta -me dice- que tu papá había ido a un taller mecánico a arreglar el auto, nosotros vivíamos en Castelar”. Encontraron algo, un pedazo de tela tirado en la calle. Cuando lo levantan era un bebé. Y dice que los mecánicos decían “no, yo no me lo puedo quedar. No, yo tampoco”. Entonces tu papá se acercó y dijo “yo me lo quedo”. Cayó a mi casa con el paquete que era yo. Luego de muchísimos años, a Gisela le dijeron que había sido encontrada en la calle "como un paquete", otra mentira más. —¿Ella te habló de un paquete? —No me habló de un paquete en sí, me dice que me encontraron tirada en la calle. Textuales palabras. Como un paquete. Dice: “Papá se pensó cuando te levantó que eras un varón pero eras una nena”. Entonces yo le dije a papá Oscar, “llevémosla al hospital”. “No Marta, ¿cómo vamos a ir al hospital? Llevémosla al médico de la familia”, que mi mamá no se acuerda el nombre. Entonces me llevaron al médico de la familia. La historia de mi mamá es concreta: me encontraron tirada en la calle en la puerta de un taller mecánico en Castelar. —¿Le creíste a tu mamá? —No. —¿Creés que ella fue cómplice de lo que sucedió? —Yo no sé si ella fue cómplice pero si hubiera sido así me lo podría haber… no sé si contado antes, pero podría haber reaccionado de otra manera. —El ocultamiento de tantos años te confirma que hay algo que no. —Ella tiene el cassette bastante bien armado y te dice “no, lo que pasa es que las enfermeras que había en ese momento nos decían que tal vez te habían dejado ahí tirada”. Todo lo que me pueda llegar a decir mi mamá, no le creo. Mi mamá me dice que está lloviendo y yo voy y me fijo si está lloviendo. —Cuando aparece el nombre de esta partera a vos se te cae todo. —Se me volvió a caer el mundo. —¿Hablaste con la mujer que te crio de esto? —Sí. —¿Y qué te dijo? —“No puede ser”. “Pero escuchame”, le digo. Me dice “no, yo no sé”. Es una negadora serial mi mamá. Ella le resta importancia a todo lo que yo le pueda llegar a decir y preguntar y hablar de todo el tema de mi origen. —¿Y te da alguna explicación de por qué tantos años de mentiras? —Porque sabía cómo iba a reaccionar. Que yo tengo carácter y que me iba a enojar mucho. Y que ella no quería perderme. —¿Y te perdió? —No me perdió pero tuve que volver a reconstruir mi relación con ella porque durante mucho tiempo sí me perdió. Después con el tiempo yo, no sé si la palabra es perdón, pero logré y logro convivir con este vínculo. Gisela Gandini: "mi mamá como mamá fue bastante complicada pero como abuela es un 100 sobre 100". —¿Con tus hijos tiene vínculo? —Sí, con los tres, y los tres están al tanto de todo. —¿Ellos te bancan en este recorrido? —Re. Al principio me preguntaban “¿y cómo le voy a decir a la tía Vero? ¿Y cómo esto, cómo lo otro?“. Sigue todo exactamente igual. La abuela es la abuela. El vínculo va a seguir. Porque mi mamá como mamá fue bastante complicada pero como abuela es un 100 sobre 100. —Igual ellos van a hacer su recorrido también, como vos hiciste el tuyo. —Total. —¿Sabés dónde naciste? —No. Estoy anotada en González Catán. —¿Y en qué fecha naciste? —Estoy anotada el 6 de febrero de 1976. Cuando tengo ganas, festejo mi cumpleaños ese día. —¿No lo festejás a veces? —A veces no tengo ganas. Me pesa. Me pesa un montón. —¿Desde cuándo? —Y… desde que me enteré. Desde hace diez años. De hecho, en febrero siempre trato de estar de vacaciones. O sea, sí festejo pero muy pocas veces digo “che, hoy voy a festejar, estoy acá en Buenos Aires, vengan”. Es rarísimo. —¿Te imaginás a quién estamos buscando, alguien que se parezca a vos? —Yo me la paso buscando gente, buscando parecidos en la calle. En donde voy. Siempre busco en mujeres grandes. Yo siempre busco en un target de 70. Estoy segurísima de que mi madre biológica era adolescente, como todo el nivel medio con el que trabajaba esta señora. No debe tener más de 80 años. Yo estimo que debe tener 70 y algo. 65, 70. —Esto es doloroso, pero qué pasaría si esa mamá no quiere encontrarte. —Bueno, ya es algo que no lo podría manejar pero saber que está y por lo menos conocerla, por más que después no quiera formar un vínculo conmigo ni quisiera haber. Por lo menos saber que hay una mamá. —¿Te compraron? —Yo estoy convencida de que sí. Estoy recontra convencida de que sí. No sé si por cuánto, pero mi papá trabajaba en el Banco Provincia y conocía a mucha gente. Tal vez el nexo fue ese. Pero estoy segura de que sí, que me compraron. Gisela Gandini quiere encontrar a su mamá: “Me la paso buscando parecidos en la calle” —¿Por qué lo vinculas a los contactos de tu papá en el Banco Provincia? —Porque mi papá tenía un cargo alto y tenía, dicho por mi mamá, muchos conocidos —Pero no vinculados a la política de ese momento... Eso te acercaría nuevamente si no a la posibilidad de ser hija de desaparecidos. —No, pero es algo que siempre mi mamá decía... Yo, después de toda la historia que mi mamá me fue contando, siempre lo relacioné con eso. No sé si es una fantasía o qué: mi viejo laburando en el banco y conociendo mucha gente, estar 16 años buscando un bebé hace que vos empieces a preguntar... —¿Te pidió perdón? —No. Me dijo que yo le tenía que agradecer a ella dos veces por haberme encontrado y por haberme salvado. “Vos deberías estar agradecida”, me dijo. —¿Y el que te crio? —Mi papá falleció antes de que yo empezara a investigar. —¿Pero a él alguna vez le preguntaste más allá de que no habías hecho todavía la investigación profunda? —No. No. La verdad que no. —¿Lo sentís igual de responsable que a ella? —Totalmente. Totalmente. —Tal vez con menos mentiras porque no se dio la posibilidad. —Yo creo que si yo en ese momento hubiera tenido la cabeza y la entereza, y el darme cuenta de preguntárselo tal vez el camino hubiera sido más corto. —¿Creés que él te hubiera dicho? —Yo creo que sí. Yo creo que sí. —¿Creés que ella sabe más? —Yo creo que tiene tan marcado el pacto de silencio que tuvo con mi papá que si sabe más lo va a negar. Ella tiene muy arraigada la historia de que me encontraron y no se corre de eso ni una coma. —¿Pensás que va a ver esta nota? —Yo se la voy a mostrar (risas). Porque yo le muestro todo lo que hago. No le oculto nada. No hago las cosas por detrás… —Deseo de corazón que la encuentres y que vengan acá juntas y me cuenten. —Ojalá. Sería maravilloso.

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