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Concordia » Despertar Entrerriano
Fecha: 31/10/2025 14:15
Ser curandero es mucho más que practicar un oficio: es asumir una misión espiritual, un compromiso profundo con aliviar el dolor del otro, guiado por la transmisión oral de conocimientos que viajan de generación en generación. Por eso en esta edición N°142 de Entrevistados de Despertar Entrerriano, conversamos con Silvia Mansilla, curandera desde hace 28 años, quien comparte su experiencia y la esencia de una práctica que sobrevive al paso del tiempo. A través de sus manos y su fe, Silvia cura el empacho, el ojeo y los dolores de huesos, preservando una tradición popular que forma parte del acervo cultural y espiritual de nuestra región. Su historia es un testimonio de vocación, entrega y amor por sanar. Contanos, ¿Quién es Silvia Mansilla y cómo se convirtió en curandera? “Mi nombre es Silvia Mansilla, soy curandera, o como dicen algunos, “curandera vieja”. Me dedico a curar el empacho, el ojeo y el dolor de huesos. Empecé hace muchos años, cuando nació mi primer hijo, que hoy tiene 28. El pobrecito vivía con dolor de panza, enfermo, y nunca encontraba a nadie que lo curara. Una noche conocí a una señora que me dijo que tenía el don, que si quería aprender, me lo podía pasar. Le dije que sí, sin dudar, porque por mis hijos hacía cualquier cosa. Un 24 de diciembre después de las doce, me pasó la cura. Al principio curaba solo a mis hijos, pero con el tiempo empezó a correrse la voz y la gente me empezó a buscar”. ¿Cómo fue el proceso de aprender nuevas curas? “Después de aprender a curar el empacho, cuando nació mi segunda hija, me enseñaron a curar el ojeo. Y más adelante, una abuelita que curaba de todo me enseñó a curar los dolores de huesos. Todo fue pasando de persona a persona, siempre después de las doce de la noche del 24 de diciembre. No sé bien por qué tiene que ser en esa fecha, pero dicen que es cuando la cura tiene efecto. Lo que sí sé es que quien te pasa la cura ya no puede seguir curando. Es como si transfiriera su don a otra persona. Nunca entendí por qué me eligieron a mí, solo sé que me dijeron que lo tenía y acepté porque quería ayudar a mis hijos”. Cuando hablas de don, ¿cómo es eso, lo sentís? “Dicen que uno lo sabe, pero yo no sé si es tanto saberlo, sino sentirlo. Mi abuela siempre me decía que tenía “mano santa”, porque cuando alguien tenía dolor y yo lo tocaba, se le pasaba. Supongo que viene de familia, porque mi mamá también curaba del ojeo. Yo lo hago de corazón, y porque creo que cuando te pasan la cura, también te están dando un compromiso: ayudar, sin importar la hora ni el lugar”. ¿Podés explicarnos cómo funciona cada tipo de cura? “La cura del ojeo se hace con una oración. Pongo la mano sobre la cabeza de la persona y rezo. Empiezo a bostezar, se me llenan los ojos de lágrimas, y ahí sé si está ojeado o no. En los bebés cuesta más, porque no saben expresar lo que sienten. En cambio, con el empacho se me revuelve la panza, siento el malestar en mi propio cuerpo. Y con el dolor de huesos, me da un cansancio tremendo, me quedo sin energía. Todo eso me pasa a mí, pero después me descargo: camino descalza sobre la tierra o me baño, eso me limpia”. ¿Qué significa para vos el mal de ojo? “El mal de ojo es el ojeo. Es esa energía pesada que te tiran sin querer o por envidia. Te puede pasar en la calle, en el colectivo, en cualquier lado. De repente te agarra un dolor de cabeza fuerte y no sabés por qué, y bueno, te ojean”. Decías que te pueden llamar a cualquier hora, ¿cómo manejás ese compromiso? “Sí, tal cual. Me han llamado a las dos o tres de la mañana porque un bebé no para de llorar, y no puedo decir que no. Me levanto, lo curo, y al rato la mamá me manda un mensaje agradeciendo. Eso me llena el alma. Es un compromiso que no tiene horario, y también requiere de mucha fe”. ¿Sentís que esta práctica está desapareciendo? “Sí, totalmente. No hay muchas curanderas. Cuando necesito que me curen a mí, no consigo a nadie. Antes era distinto, cualquier abuelo sabía curar algo. Ahora son contados. No hay jóvenes que se interesen, y eso me da tristeza, porque se está perdiendo algo muy valioso”. Agregó “Una vez un hombre mayor me quiso pasar una cura para aliviar a los bebés cuando les salen los dientes, pero falleció antes de hacerlo. Me dio mucha pena, porque sé que hubiese ayudado a muchos. Por eso digo que hay que transmitirlo, no guardárselo”. ¿Cuál dirías que fue tu mayor desafío dentro del oficio y la experiencia más gratificante que recordás? “Mi mayor desafío, siempre fue curar a mis hijos. Siempre tuve miedo de no poder ayudarlos por ser su mamá. Pero con el tiempo entendí que el amor también cura. Aunque muchos dicen que la madre no puede curar al hijo, yo lo hice. Y mi mamá también nos curaba a nosotros. Y la experiencia más grata, siempre es con mi esposo, sin dudas. Él es profesor de karate como yo, y tiene dolores por una lesión vieja. Cuando me pide que lo cure, le hago oración, masaje, y a los minutos me dice: ‘ya está, se me fue’. Eso me llena el corazón”. Mencionaste el karate y me llama la atención, ¿tienen alguna relación? “Sí, están totalmente conectados. En el karate, la energía, la paz interior y la concentración son todo. Cuando curo, necesito lo mismo: tranquilidad, energía positiva y armonía. Las dos cosas se basan en el equilibrio espiritual. Por eso siempre digo que una cosa potencia a la otra. Me parece que nada es casualidad, todo está unido.” Si alguien siente que tiene el don o quiere aprender, ¿se lo pasarías algún día? Espero poder hacerlo. Me gustaría pasárselo a mi hija, aunque ella todavía no quiere. Pero sé que cuando vea a alguien con el don, lo voy a sentir y se lo voy a ofrecer. Es algo que el cuerpo te dice. Esto se está perdiendo y hace falta gente con fe y compromiso. No cualquiera puede, pero si lo siente de verdad, tiene que hacerlo. Hay que mantener viva esta tradición, porque ayuda mucho a la gente. Y si pudieras volver atrás, ¿elegirías nuevamente ser curandera? “Sí, sin dudarlo. Me gusta ayudar, me gusta saber que el otro se siente bien. Cuando me mandan un mensaje diciendo ‘gracias, ya se durmió’ o ‘ya se le pasó’, eso me llena el alma. Esa es mi mayor satisfacción”. Te invitamos a ver lo más destacado de la entrevista a través de los reels en redes sociales, buscános como @Despertarentrerriano.
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