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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 31/10/2025 04:34
 
                            El adolescente Anteo Zamboni fue linchado por una multitud de fascistas tras fallar el disparo contra Mussolini en Bolonia Fue el atentado más extraño de todos los que sufrió Benito Mussolini durante su dictadura de más de dos décadas. El autor solitario fue Anteo Zamboni, un chico de apenas 15 que nunca puso explicar sus motivos porque lo mataron apenas un minuto y medio después de que disparara. A golpes, puñaladas y también un disparo, todos perpetrados por una horda enardecida de fascistas. Un linchamiento en toda regla. No solo lo pagó él sino también su familia, que nada tenía que ver con el asunto pero fue perseguida, demonizada y castigada sin prueba alguna: el padre y el tío del chico fueron condenados a treinta años de cárcel. Tres días después, Il Duce se jactó de haber sobrevivido con una explicación que tenía mucho de destino manifiesto: “Nada puede sucederme antes de que mi obra sea terminada”, dijo. Una frase pomposa que encontró sentido –aunque no el que él le daba– al final de su vida. Ocurrió en Bolonia la tarde del 31 de octubre de 1926, durante un desfile triunfal para celebrar el cuarto aniversario de la Marcha sobre Roma que había llevado a Mussolini al poder. A él y al fascismo. Como parte de los festejos, el dictador había inaugurado el nuevo estadio “Il Littoriale” y, concluido el acto, se subió a un auto descapotable para dirigirse a la estación de trenes de la ciudad. Il Duce iba de pie, saludando a la multitud que enarbolaba banderas, lanzaba flores a su paso, agitaba sombreros y pañuelos. El vehículo avanzaba lentamente, “entre ovaciones delirantes”, según describió el enviado especial del diario español ABC utilizando un adjetivo que suena insólito en la crónica de un periódico monárquico, con manifiestas posiciones de derecha. Fue entonces cuando el adolescente Anteo Zamboni se desprendió de la multitud, avanzó hacia el auto de Mussolini y disparó. Otro cronista, el del diario católico El Siglo Futuro, fue testigo directo del suceso, describió los hechos: “El ‘Duce’ respondía sonriendo a las aclamaciones del público, que, en medio de las flores arrojadas, de los gritos de alegría y del flamear de las banderas, parecía invadido por un delirio que aumentaba mientras avanzaba su coche. Cuando este disminuyó la velocidad para tomar una curva, oímos un golpe seco a nuestra derecha y a muy poca distancia. Entonces vimos a un individuo más bien pequeño, de pie entre los cordones de las tropas y el automóvil, a muy poca distancia de Mussolini, con la mano levantada y en actitud de disparar. El ‘Duce’ se dio cuenta inmediatamente del atentado, pero, en lugar de encogerse o apartarse a un lado, permaneció derecho, ordenando, por el contrario. A la pregunta llena de ansiedad de si se sentía herido, respondió: ‘Nada, no es nada’. Y después, en un tono seco y autoritario, añadió: ‘Ahora calma y que nadie pierda la cabeza’”, escribió. El disparo de Zamboni erró por milímetros: partió la banda de San Marino que el dictador llevaba en diagonal sobre su pecho y atravesó el uniforme también a esa altura, pero ni siquiera le rozó la piel. Después –como anticipando la extraña trayectoria de “la bala mágica”– siguió su curso y también atravesó una mana del saco del alcalde de la ciudad, que iba también de pie en el auto, al lado de Mussolini. Benito Mussolini sobrevivió a cuatro atentados en menos de un año, lo que contribuyó a consolidar su poder y endurecer sus medidas represivas Un año de atentados La jactanciosa frase que el dictador pronunció después del frustrado ataque de Anteo Zamboni (“Nada puede sucederme antes de que mi obra sea terminada”) tenía, por lo menos para Il Duce, fundamentos materiales: en pocos meses había sobrevivido a tres atentados. El primero de ellos fue frustrado antes de que se pudiera consumar. El 4 de noviembre de 1925, el diputado socialista y adherente a la masonería Tito Zaniboni se parapetó con un fusil en la ventada del hotel Dragoni, en Roma, frente al balcón del palacio Chigi donde estaba previsto que Mussolini saliera para saludar a una multitud de fascistas. No alcanzó a disparar fue detenido por agentes de seguridad. Hay dos versiones sobre el hecho: la primera asegura que Zaniboni fue denunciado por un amigo que conocía sus intenciones; la segunda sostiene que, en realidad, el supuesto complot fue una operación de falsa bandera ideada por los propios fascistas para consolidar el poder de Il Duce y que el diputado socialista fue un ingenuo chivo expiatorio de la maniobra. Zaniboni recibió una sentencia de 30 años de prisión, pero fue liberado en 1943 después de que el Rey destituyera a Mussolini como primer ministro. El 7 de abril de 1926, también en Roma, una irlandesa de 50 años llamada Violeta Gibson disparó contra el dictador y falló por poco: la bala rozó la nariz del dictador. Gibson fue arrestada y después se supo que había tenido por lo menos un intento de suicidio en los últimos meses. La internaron en un sanatorio psiquiátrico y un año después un tribunal la dejó en libertad al declararla “irresponsable por salud mental”. Después de ese atentado, ya en su casa, Il Duce pronunció otra de sus frases jactanciosas: “Tranquilícense, esto no ha sido más que una amable broma y un tiro de pistola”, les dijo a sus allegados. El tercero había ocurrido el 11 de septiembre de ese mismo año, cuando el anarquista Gino Lucetti arrojó una bomba al paso del auto en que viajaba Mussolini. El explosivo estalló delante del vehículo, sin causarle ningún daño, y el dictador continuó con la agenda prevista para ese día como si nada hubiera pasado. Un mes y medio después, Anteo Zamboni hizo propio intento de matar al Duce, el cuarto frustrado en menos de un año. Mussolini desfila durante el Congreso fascista en Nápoles. El intento de asesinato de permitió la promulgación de las "Leyes Fascistísimas", que aumentaron la censura y la represión política en Italia El linchamiento de Anteo El 31 de octubre, después de fallar por muy poco el primer tiro, el chico iba a apretar el gatillo por segunda vez, pero no alcanzó a hacerlo. Se le tiró encima el teniente de caballería Carlo Alberto Pasolini, padre del futuro director de cine Pier Paolo Pasolini. Si el militar pensaba llevarlo detenido o no es algo que nunca se podrá saber, porque segundos después decenas de fascistas enardecidos también se arrojaron sobre él y lo molieron a golpes, le propinaron catorce puñaladas y, por si fuera poco, también un balazo. Noventa segundos después de haber disparado, Zamboni estaba muerto. Las fotos que hay de su cadáver lo muestran con el rostro desfigurado por los golpes, con los ojos y la boca abiertos, como si la muerte lo hubiera alcanzado por sorpresa. “El joven parecía un muchacho en extremo tímido y de una cultura inferior a la media. Tenía, sin embargo, un temperamento extraño, pero en ninguna ocasión había manifestado sentimientos hostiles al fascismo”, fue la descripción que tres días después hizo de Anteo el corresponsal de ABC en Italia. Para entonces, desde toda Italia habían llegado telegramas a Mussolini, felicitándolo por haber sobrevivido, mientras el Partido Nacional Fascista y sus medios afines clamaban que se investigara más a fondo y reclamaban venganza. “El asesino ha sido linchado en el acto. Se ha cumplido la primera parto de la justicia. Ahora vamos contra los cómplices”, terminaba el comunicado del jefe del fascio, Augusto Turati. Los primeros –y únicos- “cómplices” en caer fueron los familiares del difunto Anteo. Su padre, Mammolo, y su tío fueron detenidos y juzgados por un tribunal especial que los condenó a 30 años de prisión. De nada le sirvió a Mammolo haber financiado la construcción de la Casa Fascista de Bolonia ni que en su taller se imprimieran muchas de las publicaciones afines a Mussolini que había en la ciudad. Tampoco le fue útil su amistad con Leandro Arpinati, el jefe del movimiento fascista local. El caso debía aparecer como una conspiración contra el Estado y su líder y para eso era necesaria la existencia de complotados. Para reforzar el montaje, la policía aseguró que había encontrado pruebas: “La Policía ha encontrado un cuaderno que perteneció a Zamboni, en el cual el autor del atentado contra Mussolini había escrito varios párrafos de obras de marcada tendencia revolucionaria y notas de una carta dirigida a un amigo suyo anunciándole su proyecto de ‘hacer justicia’”, decía la información. La familia de Anteo Zamboni (el joven del medio de la foto) fue perseguida y condenada sin pruebas tras el atentado fallido contra el dictador italiano El enigma de los motivos Las razones que tuvo Anteo Zamboni para atentar contra la vida de Benito Mussolini siguen siendo un misterio. Durante años, se sostuvo que era un militante anarquista que había actuado en solitario para librar a Italia del dictador, pero no hay una sola prueba con la que fundamentar esa afirmación. En su libro Ataque al Duce. Las múltiples historias del caso Zamboni, Brunella Dalla Casa, directora del Instituto de la Resistencia de Bolonia, repasa la mayoría de las versiones que existen sobre el asunto. “La menos probable es la de un acto solitario de un adolescente que deseaba acceder al mundo adulto mediante un gesto impactante, quizá inspirado por la mitología anarquista”, dice. En cambio, sostiene que “los escenarios que plantean una lucha de poder dentro del fascismo, entre extremistas vinculados a Roberto Farinacci, líder del partido y consejero de Il Duce, y el nuevo rumbo normalizador que deseaba Mussolini, parecen mucho más creíbles. Una conspiración que se gestó entre los intransigentes friulanos, como sugiere una investigación de los Carabinieri, solo fue detenida por decisiones superiores, quizá del propio Mussolini. Siguió siendo el único beneficiario de todo el asunto, convirtiendo un intento fallido de asesinato en una oportunidad para poner fin definitivamente a la lucha antifascista y, al mismo tiempo, marginar a los sectores más extremistas dentro del partido fascista”. Otra investigación apunta en un sentido parecido e involucra a la familia de Anteo, pero los relaciona con una interna del fascismo y no con el anarquismo. Sostiene que tenían vínculos con Leandro Arpinati, un opositor de Mussolini dentro del partido. Lo cierto es que, después de cada atentado frustrado contra su persona durante 1925 y 1926, Mussolini terminó beneficiado, porque aprovechó la conmoción pública que causaron para cercenar más derechos y acrecentar su poder. En el caso específico del intento de Zamboni en Bolonia, le sirvió para promulgar un paquete de medidas que se conocieron como las “Leyes Fascistísimas”: pena de muerte para quien atentara contra autoridades, anulación de pasaportes, deportaciones, disolución de partidos opositores, censura previa y cierre de medios, entre otras. Casi un siglo después de su intento fallido de matar a Il Duce, a Anteo Zamponi se lo recuerda con dos cuadras de una calle de Bolonia que llevan su nombre. En cuanto a Benito Mussolini, la frase que pronunció después de sobrevivir al atentado (“Nada puede sucederme antes de que mi obra sea terminada”) terminó resignificada cuando murió fusilado por un grupo de partisanos y su cuerpo colgó cabeza abajo en la Plaza Loreto de Milán. Para entonces había cumplido con creces su obra: la destrucción de Italia.
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