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  • Julio Llamazares: "Sigue habiendo dos Españas y empiezo a pensar que son irreconciliables"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 28/10/2025 12:55

    El escritor leonés Julio Llamazares mantiene un vínculo especial con Aragón desde que en 1988 publicó 'La lluvia amarilla', esa oda a la despoblación rural que situó en el pueblo abandonado de Ainielle (Huesca). Ahora, esa ligazón se ha estrechado aún más con 'El viaje de mi padre' (Alfaguara), en el que el autor recorre el periplo protagonizado por su progenitor durante la guerra civil y que le llevó a combatir en la batalla de Teruel, Quinto o Caspe. «Aragón para mí es fundamental porque he escrito y he pateado mucho estas tierras. De hecho, yo me siento un poco aragonés, porque hay que tener en cuenta que la patria de un escritor siempre es su literatura», subraya el autor, que mantiene muchos vínculos de amistad en la comunidad que le hacen «sentirse como en casa». "La memoria de mi viaje a la guerra" Asegura Llamazares que no ha escrito un libro sobre la guerra civil, sino un relato «de la memoria de mi viaje a la guerra». En ese sentido, en su nuevo título sobrevuelan asuntos y temáticas que subyacen en la esencia misma de su trayectoria narrativa: el abandono del medio rural, el desarraigo, el tiempo, el olvido... «También la pérdida de la memoria y la pérdida en sí misma...por supuesto, todo eso está presente en este libro, aunque de forma casual porque lo que he hecho es repetir el viaje que hizo mi padre, que pasó justo por estas tierras». Con su nuevo título, el escritor de 'Luna de lobos' ahonda en uno de sus géneros por excelencia: el de los libros de viajes. Y lo hace para reproducir la travesía que hizo su padre entre 1937 y 1938, desde su pueblo natal de La Mata de la Bérbula (León) hasta la provincia de Castellón, pasando por Calatayud, Calamocha, Caminreal o Zaragoza y batallas cruentas como las citadas anteriormente. «Tenía 18 años y se alistó medio obligado en el bando nacional. No por ardor guerrero ni mucho menos, sino porque un hermano suyo le aconsejó que de esa forma podría elegir destino, ya que a su quinta le iban a llamar a filas sí o sí. Por eso acabó en Transmisiones, que era más seguro que infantería porque con la radio vas siempre al lado del comandante o el coronel». Llamazares, que repitió el viaje en los mismos meses del año, se fue encontrando por el camino con personas que mantenían vivo el recuerdo de aquel invierno terrible y de una primavera y un verano calurosos junto al mar: «Lo que he hecho es ir buscando las respuestas a las preguntas que mi padre ya no me podía responder. Los paisajes mantienen en ellos la pátina de lo que sucedió allí, solo hay que saber admirarlos y entenderlos». Saldar una deuda moral Reconoce el escritor que todo ese periplo le ha permitido «saldar una deuda moral» consigo mismo. «Como pasa siempre cuando eres joven, cuando mi padre me contaba esas historias yo no le hacía mucho caso; y ahora me arrepiento de ello», asegura Llamazares, que con ese viaje de redención deja, como en todos sus libros, un aprendizaje y un aviso para navegantes. Para evocar la travesía de su progenitor (Nemesio Alonso Díez), el autor se nutre del testimonio de Saturnino Díez Tascón, compañero de fatigas en esa peligrosa travesía en la que a punto estuvieron de perder la vida: «Todo lo que me contó fue determinante para poder hacer este libro, porque gracias a él pude completar las inmensas lagunas que tenía sobre el viaje. Ya eran amigos antes de ir a la guerra porque los dos estudiaban Magisterio... murió con 95 años, 20 después que mi padre». Como no podía ser de otra forma, Julio Alonso Llamazares se detiene en su nuevo libro en la batalla de Teruel, una de las más cruentas de la guerra civil y desarrollada en un invierno con hasta 20 grados bajo cero. «Recuerdo que una vez le propuse a mi padre ir a Teruel. No dijo nada, pero me miró como si le propusiera ir al infierno. Quedaron tan marcados y heridos moral y físicamente por lo que vieron y tuvieron que pasar que no querían ni recordarlo. De lo que sí que hablaba era del frío de Calamocha y de Teruel, eso se le quedó grabado a fuego». Una familia partida en dos El escritor conoce bien el sufrimiento que dejó la guerra en millones de hogares españoles. «La familia de mi padre, como tantas otras, tuvo una trinchera dentro de ella porque dos hermanos lucharon en un bando y tres en otro. Unos por ideología y otros porque les tocó. Al final, la guerra partió todo el país por la mitad...uno de mis tíos nunca volvió del frente». En su opinión, lo peor de todo es que no hemos aprendido nada de tanto dolor. De hecho, asevera que «sigue habiendo dos Españas». «No hay más que ver un debate en el Congreso, una tertulia en la tele o en un bar. Y lo malo es que uno empieza a pensar que esas dos Españas son irreconciliables. Hubo un acercamiento durante un tiempo, pero se está volviendo al frentismo de la época de la guerra, y eso es una desgracia porque es repetir los mismos errores», lamenta Llamazares, que avisa de que se está perdiendo «la memoria y el valor de la historia reciente». «Mucha gente no quiere saber y otra no quiere que se sepa y ven el interés por la historia como odio y revanchismo. Y eso explica tanto la ignorancia que hay en grandes sectores de la población sobre nuestro pasado como comportamientos y declaraciones de algunos jóvenes que dicen auténticas barbaridades como que con Franco se vivía mejor. La radicalidad surge habitualmente del desconocimiento. Tú ves ahora debates en el parlamento que recuerdan a los de la época de la República, cuando los diputados se amenazaban e insultaban como ocurre ahora. Se está jugando con fuego», concluye Llamazares.

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