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  • El fin de los gurúes políticos: cuando la realidad deja atrás a los opinólogos

    Parana » Analisis Litoral

    Fecha: 27/10/2025 22:12

    Por [Redacción Análisis Litoral] Durante años, la política argentina —y buena parte de América Latina— vivió fascinada por los “gurúes de campaña”: estrategas, consultores y opinólogos capaces de anticipar el humor social, construir candidatos y escribir victorias desde un Excel. Pero el 2025 marcó un punto de inflexión: las urnas hablaron, y los pronósticos se derrumbaron con estrépito. La sociedad cambió. Y los gurúes, no. Hoy, nombres como Jaime Durán Barba o Jorge Asís, otrora referentes ineludibles del análisis político y la manipulación del “clima de opinión”, parecen anclados en un país que ya no existe. Ambos representan —desde lugares distintos— una manera de entender la política que fue útil mientras el ciudadano medio todavía escuchaba a los editorialistas. Pero la nueva generación de votantes, que va de los 18 a los 50 años, ya no consume política desde la solemnidad del cable ni desde los set televisivos. Vive, discute, y se forma criterio en redes, en grupos cerrados, en la calle, en los trabajos, en las universidades. Durán Barba y el espejo roto de la predicción El caso de Jaime Durán Barba es casi simbólico. El mismo que fue admirado como arquitecto del marketing electoral moderno —y que moldeó las campañas del macrismo— quedó fuera de foco en un país que se mueve a otra velocidad. Un mes antes de las elecciones legislativas de 2025, el ecuatoriano había anticipado una “derrota estruendosa” de Javier Milei. No fue así. El resultado, ampliamente favorable al oficialismo liberal en varios distritos, mostró que su lectura sociológica del electorado argentino quedó detenida en el tiempo. Después del comicio, Durán Barba insistió desde las páginas de La Nación: “Milei está escupiendo al cielo y le está cayendo en la cara”. Para él, el presidente se equivoca al pensar que “la política depende de la economía” y actúa “sin norte”. Pero detrás de esas declaraciones hay algo más profundo: la incomodidad de un analista que no logra descifrar un fenómeno político que no responde a las viejas categorías del marketing electoral. Durán Barba habla desde la nostalgia de los focus group, mientras el votante joven decide en TikTok. Y esa disonancia lo devora. Asís y el arte de la conjetura eterna En el otro extremo, el escritor y analista Jorge Asís mantiene su estilo filoso, irónico, pero también cada vez más desconectado de la realidad social que pretende interpretar. En una reciente entrevista —realizada por un periodista abiertamente hostil al actual gobierno—, Asís aventuró que, “más allá del resultado”, se avecinan “cambios significativos” en el gobierno, y pronosticó la continuidad del peronismo bonaerense y el avance de figuras como Bullrich, Kicillof, Massa o Llaryora. El problema no es el error en sí: es la soberbia predictiva. Asís sigue jugando al ajedrez de una política elitista que se analiza en cafés y sets de televisión, sin comprender que el tablero cambió. El voto que rompió los esquemas en 2023 y volvió a hacerlo en 2025 no responde al análisis de los opinadores tradicionales, sino al cansancio social, al hartazgo con la mentira y al instinto de supervivencia económica. El votante joven no busca relato: busca coherencia. El nuevo pulso social que los analistas no entienden Lo que está en juego no es solo la credibilidad de los analistas, sino el fin de una forma de mirar la política. Los votantes entre 18 y 50 años no se sienten representados por los mismos discursos ni consumen los mismos medios. No creen en las encuestas, no confían en los “consultores” y rechazan el paternalismo de quienes pretenden explicarles por qué votan lo que votan. El fracaso de los gurúes es también el triunfo de la intuición colectiva. La gente vota con el bolsillo, sí, pero también con el hartazgo, con la memoria del abuso estatal, con la frustración de décadas de promesas vacías. Y lo hace sin pedir permiso a los analistas de televisión. Un nuevo mapa político sin intermediarios La derrota simbólica de los opinólogos no significa la muerte del análisis político, sino su transformación. Las herramientas predictivas ya no funcionan porque la política dejó de ser predecible. El ciudadano se volvió imprevisible porque el sistema lo traicionó demasiadas veces. Hoy, quienes buscan entender el voto libertario, o el voto bronca, o el voto joven, deberían dejar de mirar planillas y empezar a escuchar en serio. El futuro no lo anticipará ningún Durán Barba desde un estudio de televisión: lo están escribiendo, en tiempo real, millones de argentinos que aprendieron a desconfiar del relato y a creer solo en lo que ven. Conclusión Durán Barba, Asís y tantos otros simbolizan el fin de una era: la de los gurúes que creían poder leer el alma de los pueblos desde una encuestadora. Pero el siglo XXI —y sobre todo la Argentina pospandemia, poskirchnerista y poscasta— no admite traductores. El nuevo votante no espera que lo interpreten: actúa. Y en ese gesto, silencioso pero contundente, se entierra el viejo negocio de la predicción política.

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