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» Diario Cordoba
Fecha: 27/10/2025 18:28
Los viajes siempre te enseñan. Y no siempre cosas buenas. Existen los viajes de amor, los viajes políticos, los viajes por viajar, los viajes de placer, los viajes que nunca van a ningún sitio y también, y quizá los más importantes, los viajes hacia el recuerdo y todavía más épicos cuando son hacia el recuerdo de lo que tú no recuerdas porque simplemente no lo viviste. Los viajes de amor suelen ser placenteros mientras el amor es un colchón amable y dejan de serlo cuando ese mismo colchón se vuelve ruidoso y no acepta compañía. Los viajes políticos son exclusivos y tienen una mirada torcida basada en buena medida en los egos, las envidias, las descalificaciones y un sinfín de argumentos para convertir en odioso lo que simplemente es humano, pero no piensa ni siente como tú. Los viajes por viajar son la esencia de los viajes, de todos los viajes, porque brillan como el sol de la mañana y se duermen sobre atardeceres serenos. Hay viajes a ninguna parte y por eso son viajes pendientes y luego están los viajes hacia el recuerdo, el de uno mismo, que hacemos algunos escritores buscando respuestas que se desnudan al alba y se vuelven tormento con la medianoche, viajes que todos experimentamos alguna vez en nuestra vida, porque sin ellos solo seríamos un presente ausente de todas las cosas buenas y malas que son nuestros recuerdos. ¿Y qué decir de esos viajes hacia el recuerdo de lo que uno no ha vivido y que son imprescindibles para saber que fuiste y volviste persiguiendo el dolor, el amor, el frío, el miedo de lo que otro sintió y tú intentas agarrar con tus manos que son herida y cobijo? Este tipo de viaje es el que ha realizado el escritor Julio Llamazares en el libro ‘El viaje de mi padre’, un viaje sobre la guerra que no es de guerra, un libro sobre la memoria que conjuga todas las memorias y formula preguntas que no tienen respuesta, porque el escritor no sabe exactamente qué sintió ni vio su padre en su camino hacia la guerra, tampoco qué pensó cuando vio su primer muerto, ni cuando se enamoró en Zaragoza, si acaso eso era amor, pero sí imagina la desazón, el frío, el miedo y todo sucede en un viaje realizado en 2024 por el escritor siguiendo los pasos que su padre hizo en aquel otro viaje tan distinto en 1937 y con tan solo 18 años. En todos los viajes hay cosas inalcanzables, Llamazares lo sabe y lo cuenta magistralmente, hay otras que nos brinda el azar para hacernos comprender que el destino final del viaje es un lamento que duerme eternamente. *Periodista y escritora
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