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Parana » El Once Digital
Fecha: 27/10/2025 09:30
Investigadores argentinos y uruguayos identificaron en el Cabo San Antonio un área única de cría del tiburón gatopardo que funciona como “un jardín de infantes natural” para los ejemplares recién nacidos. Un equipo de investigadores argentinos y uruguayos lleva adelante una campaña científica para estudiar el comportamiento y las rutas migratorias del tiburón gatopardo (Notorynchus cepedianus) en la costa bonaerense. La iniciativa busca obtener información clave para la conservación de esta y otras especies del Atlántico Sur. El proyecto está liderado por Andrés Jaureguizar, investigador de la Comisión de Investigaciones Científicas e integrante del grupo Ecosistemas Costeros del Sudoeste Bonaerense de la Universidad Provincial del Sudoeste (UPSO). Durante octubre, el equipo marcó 26 ejemplares y colocó cuatro dispositivos satelitales que permitirán registrar desplazamientos, profundidad, temperatura y condiciones ambientales. El Cabo San Antonio, en San Clemente del Tuyú, fue identificado como un área de cría única en el mundo para esta especie. Allí se observaron abundantes ejemplares recién nacidos, en un entorno de aguas turbias y descargas fluviales que ofrecen protección y alimento. Los investigadores llaman a esta zona “el jardín de infantes” del tiburón gatopardo. Esta especie, una de las dos únicas del planeta con siete branquias, puede alcanzar tres metros de longitud y habita desde Punta Rasa hasta Bahía San Blas. Además del gatopardo, el equipo estudia otros tiburones de gran tamaño como el escalandrún, el bacota y el cazón, con el objetivo de elaborar mapas que orienten estrategias de manejo y protección. El tiburón bacota habita aguas marinas, salobres e incluso dulces, desde Argentina hasta el Caribe, y se alimenta de peces, cefalópodos y, ocasionalmente, de otros tiburones. El cazón, distribuido en todos los océanos, enfrenta una disminución crítica de su población mundial y está catalogado como especie en peligro de extinción. “Estos ejemplares son depredadores tope que regulan la cantidad y la salud de otras especies marinas. Si desaparecen, se desequilibra todo el ecosistema”, explica Jaureguizar. El grupo también estudia al pez guitarra, otra especie amenazada que cumple un rol ecológico relevante al remover el fondo marino y favorecer la alimentación de otras especies. “Es como un rastrillo natural que mantiene el hábitat en equilibrio”, describe el investigador. El trabajo se enmarca en una línea de investigación de largo plazo sobre los grandes tiburones del Atlántico Sur, que incluye el análisis de los efectos del cambio climático y el impacto de la pesca artesanal y deportiva. La campaña cuenta con la participación de la Fundación Temaikén, la Fundación Blue Marine y la colaboración de Mar Azul Uruguayo y AquaMarina. En diciembre se desarrollará una segunda etapa en la Patagonia, junto al Proyecto Patagonia Azul, para ampliar el monitoreo hacia el sur del país. (La Capital MDP)
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