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» Misionesparatodos
Fecha: 27/10/2025 08:33
La intervención de los Estados Unidos, y especialmente la de la banca norteamericana, abre un nuevo escenario político. Y ya lo ve! ¡Y ya lo ve! Es el glorioso JP… Morgan. La intervención política y económica del conglomerado de poder de EE.UU. sobre la Argentina está llegando a su máxima expresión, quizás en toda la historia del país. Veintitrés años después parece cumplirse el consejo del economista Rudi Dornbusch respecto a que aceptemos una “intervención externa” transitoria hasta que salgamos de la crisis. Puede ser, ¿por qué no? ¡Seamos creativos en la búsqueda de las soluciones! Si le vamos a empezar a encontrar los peros, nunca lo vamos a lograr. Solo tendríamos que rever algunas “pequeñas” cuestiones y listo. Cuando el economista alemán dijo aquello, fue hacia el principio del gobierno de Duhalde, cuando todo era incertidumbre. En cambio, ahora, luego de 22 meses de mandato de Milei, todo es… ¿incertidumbre? “Caramba, ¡qué coincidencia!”, diría Les Luthiers. En el mismo momento que Ud., lector/a, vea estas líneas, ya se habrá desatado la caja de Pandora de la concurrencia a las urnas que, depende de cuántos vayamos, puede inclinar la balanza hacia un lado o hacia el otro. El Gobierno llega, en materia de aprobación de gestión, en su peor momento, de la mano de un sinfín de indicadores económicos de calle poco favorables. Repasemos el combo: escenario recesivo + cansancio con el estilo de liderazgo + falta de empatía en temas de alta sensibilidad + sospechas de corrupción. Es un oficialismo que ya lucía deteriorado antes de la elección bonaerense y el 7S lo golpeó profundamente. Desde esa fecha pasaron siete semanas y el Gobierno libertario solo tuvo dolores de cabeza: primero la saga de Espert, luego los mercados le desconfiaron y, por lo tanto, hizo falta ir en procesión a Washington DC para que el amigo americano –que no es Ripley– nos tire una soga. Con todo esto, la proyección electoral se fue volviendo poco auspiciosa. Pero la foto no es lo único que pesa. Una pregunta clave que debe hacer todo estudio de opinión pública profesionalmente diseñado es “quién no quiere que gane”, porque ya sabemos que los miedos son más potentes como factor movilizante que las esperanzas. Por lo tanto, habrá much@s votantes que –un poco a las puteadas por la decepción– querrán otorgarle un voto de confianza al Javo para que no ocurra “lo peor”. Esto va de la mano de una mayor participación electoral, la cual es imposible de calcular. La coincidencia absoluta de todos los campamentos políticos es la apatía. En este sentido, el 7S pudo convencer a más de un@ a marcar violeta y luego Dios dirá. Tres presidentes sobre ocho desde 1983 perdieron su primera elección de medio término: De la Rúa, Cristina y Alberto. Todos los demás gozaron de un primer voto de confianza porque tenían logros concretos sobre la mesa, ya sea baja de inflación, crecimiento, o las dos cosas al mismo tiempo. Siguiendo esta línea, el león libertario debería salir bien parado de este test clave, porque el país crece y la inflación es más baja que la de 2024. ¿Por qué llega entonces tan complicado? 1) Recuerden que lo importante es la percepción, no los datos objetivos; 2) como ya señalamos, la Argentina va a crecer, pero la actividad está estancada y esto genera expectativas negativas sobre el futuro, las cuales mandan a la hora de la verdad; y 3) no todo es la economía, estúpido: quizá si el Presidente no hubiese cansado con sus shows e improperios, si hubiese tenido otra actitud –ni siquiera hablamos de más plata– frente a discapacitados o jubilados, y no hubiese tenido una seguidilla de sospechas de corrupción, estaríamos hablando de otra forma. Como el fenómeno Milei es inédito, muchas de las cosas que ocurran en estos cuatro años serán extraordinarias. Por lo tanto, tampoco se debe descartar que, pese a la sumatoria de factores negativos, el “gatito mimoso” salve la ropa y se sienta Gardel. Como esta es una elección de 24 distritos –en donde a las encuestas nacionales les cuesta captar todo lo que sucede con ofertas muy disímiles–, las simulaciones más razonables hablan de un empate técnico. En criollo, significa que LLA puede ganar o perder por muy poco. La probabilidad de una foto catastrófica –perder por varios puntos– es muy baja.Si no hay sorpresas en ese sentido, lo más interesante empezará a suceder el lunes, ya que hay tres interrogantes claves: 1) ¿el gobierno sabe lo que tiene que hacer?, 2) ¿cree que lo tiene que hacer?, y 3) ¿lo sabrá hacer? La respuesta a la primera pregunta es positiva porque ya se lo dijeron en todos los idiomas posibles: tiene que volver más sustentable lo político y lo económico. La segunda cuestión ya es más difícil de dirimir. Existe consenso respecto a que el sistema de bandas no da más, pero libre flotación va a generar irritación de corto plazo. Respecto a lo político, las contradicciones del Presidente de los últimos días –se van fulano y mengano, pero eso lo decido el lunes, pero pongo un parche con Quirno, otro ex JP– no ayudan. Si no tiene clara la ingeniería política para la segunda parte del mandato, ¿entonces qué cambios hará? Si a Quirno se le suma la eventual entronización del joven maravilla, eso significa que irá a un esquema más endogámico, lo contrario de lo que le aconseja “Ripley” Trump. Eso sí: para un liderazgo endogámico no hay nada mejor que un gabinete endogámico, parafraseando a Perón. Si la segunda es complicada, ni hablemos de la tercera. Entre las pujas internas, la carencia de cuadros políticos experimentados y con volumen propio, sumado a las impericias que ha tenido en el manejo de lo monetario/cambiario, el futuro no luce promisorio. Con un agravante: todos los diputados y senadores que lleguen no habrán formado parte de un proyecto presidencial como en 2023, sino que serán pura y exclusivamente de los gobernadores: se podrían contabilizar nada menos que 15 jefes provinciales que hoy no pertenecen ni a FP ni a LLA (y algunos que están en esos dos bandos pueden cambiar). ¿Será la Argentina más federal que nunca? ¿Acaso nos estamos muriendo y no nos dimos cuenta? No está muerto quien pelea. J.P. Parche. | Pablo Temes Por Carlos Fara
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