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  • EL PAÍS DEL EFECTO MATEO: CUANDO LA DESIGUALDAD SE MULTIPLICA

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 26/10/2025 15:35

    Mientras unos pocos logran sostenerse y acumular, la mayoría se hunde en un sistema que parece hecho para repetir las mismas desigualdades. El “efecto Mateo” explica con claridad lo que vivimos: en la Argentina de hoy, los que tienen, tienen cada vez más; los que no, cada vez menos. En día de elecciones, esta lógica se juega su veredicto. Un país partido: un tercio adentro y dos tercios afuera Daniel Arroyo lo resumió con una frase que duele por su simpleza: “El modelo de este gobierno es un tercio adentro y dos tercios afuera”. Esa imagen, más vigente que nunca, condensa la realidad de una sociedad que se parte no solo en indicadores económicos sino en expectativas y futuros posibles. Hoy, mientras un sector logra sostener un nivel de vida relativamente estable —empleo formal, cobertura médica, educación privada— el resto sobrevive como puede, entre changas, deudas y ayudas que no alcanzan. La fractura es estructural y profunda: define quién tiene derechos garantizados y quién apenas subsiste. Lo grave es que este domingo, ese modelo se presenta como única opción posible frente a una alternativa que promete recomponer el tejido social. La naturalización de la exclusión como «daño colateral» del ajuste es quizás el triunfo cultural más perverso de esta gestión. El “efecto Mateo” y la rueda que no deja de girar El sociólogo Robert K. Merton llamó “efecto Mateo” al proceso social por el cual las ventajas tienden a multiplicarse y las desventajas también. En palabras simples: el que parte con un paso adelante, termina corriendo kilómetros por delante; el que arranca desde atrás, cada día queda más lejos. Ese mecanismo, que Merton observó en la ciencia, hoy describe con precisión la Argentina de las paritarias congeladas para los estatales, la educación pública desfinanciada y las provincias postergadas esperando un tren que nunca llega. Los que tienen empleo registrado aún negocian; los informales pierden poder adquisitivo sin remedio. Los que acceden a buena educación aseguran su futuro; los que abandonan quedan atrapados en circuitos de pobreza que se heredan. El “efecto Mateo” es la lógica oculta detrás de nuestro presente electoral: la desigualdad no sólo existe, se reproduce mediante mecanismos económicos que hoy están en discusión. La estructura que sostiene la brecha Los estructuralistas señalaban que toda sociedad se apoya en tres planos: el entorno material, la cultura compartida y la organización política. En los tres, el país muestra fisuras agravadas. Tenemos recursos naturales abundantes, pero distribuidos de manera regresiva. Una cultura del trabajo que se resquebraja ante la frustración de jóvenes sin horizonte. Y una organización política que, lejos de reparar el daño, profundiza la fractura con decisiones que favorecen sistemáticamente a los de arriba. Cada ajuste que recae sobre los más débiles, cada recorte disfrazado de “eficiencia”, refuerza el círculo del efecto Mateo: el que tiene, acumula; el que no, se cae del sistema. Las elecciones de hoy son, en el fondo, un plebiscito sobre esta estructura. Cuando la exclusión se vuelve costumbre Merton también hablaba de las “patologías normales”: esas injusticias que la sociedad termina tolerando porque hacen que el sistema siga funcionando. Hoy vivimos rodeados de ellas. El hambre del 50% de los niños, la informalidad laboral masiva, el endeudamiento familiar como estrategia de supervivencia: fenómenos que deberían ser intolerables, pero que se vuelven paisaje. Nos acostumbramos a que haya injusticias a pocos metros de lugares privilegiados. Esa costumbre es la peor forma de derrota colectiva: cuando la desigualdad deja de doler, empieza a parecer natural. Las urnas de hoy son un test de si realmente nos hemos acostumbrado. Romper la inercia Pero no todo está perdido. Así como la desigualdad se reproduce, también puede revertirse. El Estado puede y debe intervenir con políticas que reconstruyan el tejido social, no con parches sino con estrategias sostenidas de empleo, educación y producción local. El efecto Mateo no es un destino, es una advertencia. Y si la política vuelve a mirar a los dos tercios que quedaron afuera, todavía hay posibilidad de torcer el rumbo. Esta elección define precisamente eso: si continuamos multiplicando ventajas para unos pocos o empezamos a crear oportunidades para muchos. Una esperanza que se construye desde abajo La esperanza hoy no está en los mercados, ni en los grandes anuncios. Está en la gente. En el vecino que arma un comedor, en la cooperativa que genera trabajo, en el docente que sostiene la escuela pública con compromiso y afecto. Está en los gestos cotidianos que desafían la lógica del “sálvese quien pueda” y, sobre todo, en la decisión colectiva de hoy de no naturalizar el país partido. Romper el “efecto Mateo” significa volver a creer que la suerte colectiva importa más que la ganancia individual. Porque un país no se mide por la riqueza de sus pocos, sino por la dignidad de sus muchos. Y porque si logramos que los que hoy están afuera vuelvan a estar adentro, entonces sí podremos decir que la rueda empezó a girar en el sentido correcto. Recordemos algo básico y no menos importante: lo nuestro es la gente. Siempre. (*) Abogado. Concejal 2023-2027. Vicepresidente 1° HCD. Presidente del Bloque Concejales PJ 2023-2027. Apoderado del Consejo Departamental PJ Uruguay. Congresal Provincial PJ ER. Secretario de Gobierno 2019-2023. Concejal 2015-2019. Presidente del Bloque Concejales PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.-

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