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» Diario Cordoba
Fecha: 26/10/2025 12:25
La incorporación de la latinidad en el ‘mainstream’ global es uno de los trazos más llamativos del paisaje musical, y lo que, en un principio, parecía ligado a una única corriente estilística de moda, el reguetón, está cobrando formas más ricas y asociando futuro y pasado. ¿Hay lugar para la orquesta de salsa, los metales, el tumbao y las claves en el paisaje de rampantes ‘beats’ electrónicos propios de la música urbana? Así lo reflejan diversas señales que apuntan a una expansión y profundización de canon latino, con el astro Bad Bunny situado como síntoma transformador. Una de sus últimas canciones, ‘Baile inolvidable’, resultó ser la pieza catalogada como salsera más escuchada en Spotify en el mundo en 2024, por delante del clásico, de los años 70, ‘Llorarás’, de Dimensión Latina, orquesta salsera venezolana (de la que salió Óscar D’León). A Bad Bunny no se lo reconoce como un artista de salsa, pero en su reciente álbum 'Debí tirar más fotos' adopta exuberantes ingredientes de este género, así como de la plena puertorriqueña, fundiéndolos con pistas urbanas. De 18 a 24 años Es un dato al que hay que sumar otro: Spotify viene registrando un aumento del 140% de las escuchas de salsa en todo el mundo desde 2020, y la franja de edad que va de los 18 a los 24 años es la segunda más representada. La plataforma destaca el impacto de figuras emergentes como los puertorriqueños-boricuas Christian Alicea, Luis Figueroa, Moa Rivera y Luis Vázquez, así como el venezolano Jonathan Moly, que mezclan el empaque orquestal salsero con innovaciones de estudio. La música latina en su conjunto vive un ciclo muy al alza y, según el nuevo estudio de la Asociación de la Industria Fonográfica de Estados Unidos (RIAA), su facturación allí, en el primer semestre de 2025, creció seis veces más que los otros géneros, un 5,9%, frente al 0,9%. Eso sucede cuando el mundo latino conmemora el centenario de Celia Cruz (la fecha exacta fue el pasado martes), aunque no en Cuba, donde es una figura no grata. La cantante Karol G durante una actuación, en el Santiago Bernabéu, a 20 de julio de 2024, en Madrid (España). / Ricardo Rubio / Europa Press Bad Bunny no está solo, y hay tomar nota del giro de Rauw Alejandro en ‘Cosa nuestra’, título coincidente con el del álbum que Willie Colón y Héctor Lavoe lanzaron en 1969. En contraste con la invocación de la salsa setentera con contenido social practicada por el ‘conejo malo’, él acude a la versión romántica del género, que surgió en los años 80, e incluye una revisión de ‘Tú con él’ (1985), éxito de Frankie Ruiz. También el colombiano Camilo se ha arrimado a este imaginario en ‘Cuatro’. A todos ellos llevó la delantera la argentina (asentada entre Barcelona y Madrid) Nathy Peluso, que se anticipó en 2020 con temas como ‘Puro veneno’ y que, en su nuevo trabajo, ‘Grasa’, toca el género abiertamente en piezas como ‘La presa’: salsa brava, de barrio, en torno a un relato callejero de tiroteos y amores truncados. En ‘Erotika’, en cambio, aboga por la salsa romántica y sensual. Otra estrella latina, Karol G, no toca el palo salsero en ‘Tropicoqueta’, pero sí la bachata (otro género en alza en los últimos tiempos), el merengue y la cumbia, sumándose a su modo a la superación del canon urbano reguetonero. El factor lírico Antes de que los ‘connaisseurs’ de la salsa se pongan las manos en la cabeza, hay que apelar al carácter deliberadamente impuro de muchas de estas aproximaciones al género, lo cual no debería resultar chirriante tratándose de una música que, desde su origen, es fruto de una mixtura cultural. La salsa hereda diversas tradiciones latinas, si bien nació en los barrios hispanos de Nueva York, digiriendo bases cubanas (son, chachachá, guaracha) y capas puertorriqueñas (aportadas por los protagonistas de la diáspora, como Tito Puente y Ray Barretto) y añadiendo recursos armónicos estadounidenses, procedentes del jazz y el rhythm’n’blues. El concepto de salsa es, de origen, un contenedor ante el cual ahora no parece pertinente que los nuevos creadores deban pedir permiso para operar a su manera. Rubén Blades, en una de sus últimas visitas a Barcelona. / Ferran Sendra La salsa es “una marca comercial” y “una sombrilla” que da cobertura a toda una música latina “híbrida, con un toque de Nueva York”, como se refieren a ella en el sustancioso documental ‘La salsa vive’, de Juan Carvajal, estrenado este viernes en el festival In-Edit. Una producción que es reflejo del interés que suscita ahora esta música y que sitúa en Cali, Colombia, su “segunda patria”, en caliente diálogo con Manhattan, atendiendo a testimonios como Rubén Blades, Henry Fiol o Willie Rosario. El sentido de comunidad, la pertenencia al ‘barrio’, está en la raíz de esta historia, y todo eso resuena ahora en las críticas de Bad Bunny a la gentrificación en San Juan de Puerto Rico y en la evocación del Nueva York mestizo (del que nació la salsa) practicada por Rauw Alejandro en su actual gira, que el mes pasado recaló en el Palau Sant Jordi. Cita en el Fòrum Una vibración de la que no es ajena Barcelona, donde salas como la reubicada Antilla o el Mojito Club brindan salsa y ritmos latinos a discreción (con talleres y clases de baile), y donde Rubén Blades congregó multitudes, en sus últimos pases en el Cruïlla, reuniendo a barceloneses de todos los orígenes. Ahora irrumpe en el horizonte un festival de formato medio-grande, en el Fòrum, bautizado ni más ni menos que como Salsón. Lo organiza The Project, la promotora barcelonesa que en los 90 trajo a figuras como Fania All-Stars, Celia Cruz y Tito Puente, y celebrará su primera edición el 3 de octubre de 2026, con un aforo de 9.500 personas. Judit Llimós, directora ejecutiva de esta nueva muestra, confirma que “actualmente hay un repunte muy claro de la salsa y las músicas latinas, perceptible desde una figura como Bad Bunny y que observamos también cuando programamos a clásicos como Gilberto Santa Rosa”. Concierto de Rauw Alejandro en el Palau Sant Jordi / Zowy Voeten El Salsón aspira a algo más que reflejar el auge de un estilo musical, a aglutinar en un mismo espacio a barceloneses de todas las extracciones. “Un festival para juntar a todo el mundo y para estructurar una corriente de ciudad, creando un centro neurálgico de la salsa en Barcelona”, precisa Judit Llimós. ¿Dejando el reguetón extramuros? “Nunca puedes decir nunca jamás, viendo que un Jorge Drexler canta a Bad Bunny y que hoy en día es difícil hablar de purezas”. Dominará, como el nombre sugiere, esta música que, casi seis décadas después de sus orígenes, vuelve a emerger desafiando a los más escépticos del lugar: como desliza Llimós, “lo que provoca una gran banda de salsa en el escenario va más allá de lo musical y hay que tener sangre de horchata para que no te despierte nada”.
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