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» Diario Cordoba
Fecha: 26/10/2025 10:46
Este año se cumple el centenario de la partida de nacimiento de Las Tendillas, pues el 24 de julio de 1925 el Ayuntamiento pleno en sesión extraordinaria aprobó el proyecto de modificación de las alineaciones de las fachadas de la plaza de Cánovas (como se llamaba entonces) para ampliarla y regularizar su contorno, redactado por el renombrado arquitecto barcelonés afincado en Córdoba Félix Hernández Giménez. Con ese motivo, en mi jubilación de la jornada laboral, aunque no de la vocación de escribir sobre Córdoba, he preparado el libro ilustrado Las Tendillas de Córdoba, subtitulado Cien años de historia de una plaza salón, publicado por Almuzara, con el que me sumo a la conmemoración de su centenario. La idea se me ocurrió hace un par de años tomando un helado en la terraza de La Flor de Levante, donde los ojos se me llenaron de pronto de Tendillas y me pregunté cómo no había aún un libro dedicado a la plaza. Allí mismo esbocé su posible contenido en una servilleta de papel y me puse manos a la obra. El primer paso fue reunir documentación, que busqué en el Archivo Municipal, la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, los recortes de prensa de ayer y de hoy que conservo, conversaciones con los testigos de Las Tendillas y mis propios recuerdos desde la niñez, cuando venía de tiendas con mis tías desde Montilla y me extasiaba ante los quioscos contemplando los cuadernos de aventuras de Roberto Alcázar, el Guerrero del Antifaz y Flash Gordon, mis favoritos. También me compraba algún periódico francés para practicar el idioma, que estudiábamos en el Bachillerato. No es fácil resumir en dos páginas del Diario CÓRDOBA las 367 que tiene el libro -tantas como días del año más dos-, pero intentaré espigar algunas de las muchas informaciones que contiene. El popular limpiabotas Emilio Santos ‘El Mudo’, con su bicicleta adornada para una romería. / Ladis / Ricardo / Archivo Municipal Las Tendillas de Calatrava Según el historiador José Manuel Escobar hay constancia documental del nombre Tendillas de Calatrava en 1405; tendillas alude a pequeñas tiendas y el apellido Calatrava se refiere a la orden militar que obtuvo tan céntrico solar mediante permuta después del repartimiento de Fernando III tras la conquista de Córdoba en 1236. Un espacio de 13.000 metros cuadrados en el que en 1260 estableció su sede y convento la orden militar de Calatrava, que había sido fundada en 1158 para defender la fortaleza manchega del mismo nombre frente al empuje de los almohades. La demolición del convento de Calatrava en 1860 dio lugar a un solar irregular que no estaba acorde con su centralidad urbana. Desde 1896 el Ayuntamiento proyectó ensanches, hasta tres, que frustraron las exiguas arcas municipales; no había dinero. A la cuarta fue la vencida, cuando el arquitecto municipal Félix Hernández redactó el proyecto definitivo, aprobado el 24 de julio de 1925, como ya se ha dicho, lo que permitió crear una plaza de 5.817 metros cuadrados en principio. Estorba el Hotel Suizo En una parte de aquel solar se levantó el Hotel Suizo, inaugurado en 1870, pero medio siglo después estorba. Lo compra por 560.000 pesetas el Ayuntamiento, que en principio se propone derribarlo parcialmente, pero en abril de 1924 llega a la Alcaldía José Cruz Conde y emprende la demolición total. Edificado en un solar de 2.000 metros, tenía 65 habitaciones decoradas con lujosos tapizados; un comedor para 150 comensales, y un salón de conciertos y recepciones. Todo un lujo. Su director era Santiago Jimena, que promovió el Hotel Regina. El material de derribo se pone a la venta en subastas públicas por lotes, aunque parte de ellas quedaron desiertas. El derribo finalizó el 31 de marzo de 1925. Vertiente norte de la plaza de Las Tendillas y calle Cruz Conde. / Ladis / Ricardo / Archivo Municipal Cruz Conde era un alcalde valiente que suplió la falta de recursos que hasta entonces había frenado este proyecto con un empréstito del Banco de Crédito Local de España por cuantía de 24 millones y medio de pesetas para atender no solo la remodelación de la plaza sino también la apertura de una nueva calle que la comunicase con la avenida José Canalejas (la actual Ronda de los Tejares), el derribo de la manzana comprendida entre la calle de la Plata y Diego de León, y la implantación de servicios municipales en calles y plazas del casco histórico; un plan modernizador para una Córdoba decrépita. Pero cuando más entusiasmado estaba el alcalde con su plan de reformas, en diciembre de 1925 su amigo Miguel Primo de Rivera lo promovió para gobernador civil de Sevilla y comisario regio de la Exposición Iberoamericana que se preparaba en la capital hispalense para 1929. Y aunque Cruz Conde se resistió, finalmente claudicó, aunque dejó su plan de reformas listo para que lo continuaran sus sucesores, Pedro Barbudo, Rafael Cruz Conde, Sanz Noguer... Se le despidió con un banquete en el Gran Teatro al que asisten 415 comensales. Asfalto comprimido En 1926 comienzan los derribos, la consiguiente reparcelación de los terrenos y la venta de parcelas mediante subastas, a las que acuden compañías de Seguros, la Telefónica y familias acomodadas. En 1927 se adjudican la pavimentación y el alcantarillado a Pedro Gutiérrez Poole, curiosamente, representante en Córdoba de la Compañía Peninsular de Asfaltos SA, fabricante de los adoquines de asfalto comprimido que se emplean en el pavimento de la calzada. Un cordobés, Eduardo Álvarez Ginés, publica un curioso folleto en el que describe que «casi toda la plaza se encuentra derribada y en su nueva línea de ensanche se levantan ya edificios soberbios. Formarán un cuadrado y su perímetro será unas cuatro veces mayor del que tenía últimamente. A ella afluirán diez calles y será la Puerta del Sol de los cordobeses. En su centro luce ya, arrogante, la obra maestra del inolvidable cordobés, del insigne escultor Mateo Inurria, la estatua del Gran Capitán, trasladada de su primitivo sitio». Terraza del Gran Bar llena de veladores y poblada de clientes en el año 1957. / Ladis / Ricardo / Archivo Municipal El 24 de noviembre de 1928 se inaugura el palacio de Telefónica, como lo llama la gente, que supone el estreno del servicio automático, un gran paso en el progreso de las comunicaciones habladas. En paralelo se van construyendo otros edificios. En 1929 calzada y aceras ya están pavimentadas; suman 5.392 metros cuadrados de superficie. En el verano del mismo año se abren también los urinarios públicos subterráneos (muy demandados por los cordobeses), uno de señoras y otro de caballeros, atendidos por funcionarios municipales. Herencia La plaza de Las Tendillas es una herencia de la dictadura de Primo de Rivera que tiene también sus padres: el arquitecto Félix Hernández y el político José Cruz Conde, que dará nombre a la calle de nueva apertura, hoy mutilada como Cruz Conde a secas, por imperativo de la llamada memoria democrática. La plaza ha tenido cinco nombres. Antiguamente, desde la baja Edad Media, Tendillas de Calatrava, que el 11 de agosto de 1897 se cambia por el de Cánovas, apellido del político malagueño Antonio Cánovas del Castillo, que había sido asesinado tres días antes en el balneario de Santa Águeda por el anarquista italiano Michele Angiolillo; el 25 de mayo de 1931 se rotuló como plaza de la República, en cuya placa, conservada en el Museo Arqueológico, figura el busto desnudo de una mujer que representaba a la Justicia cubierta con el gorro frigio y sosteniendo una balanza en su mano derecha, mientras debajo aparece el escudo de Córdoba y una perspectiva del Puente Romano; lo había esculpido el artista montalbeño Enrique Moreno, El Fenómeno (1900-1936); el 18 de julio de 1938 se le puso el nombre de José Antonio, a secas, por José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange; y, por último, durante la Transición política el alcalde Julio Anguita restituyó el nombre actual, plaza de Las Tendillas, topónimo por el que siempre se la ha conocido, más allá de los nombres oficiales. Franco, en una visita en 1953. / Ladis / Ricardo / Archivo Municipal Arquitectura señorial La construcción de los edificios de las nuevas Tendillas hubieron de someterse a unas normas municipales que dictó el Ayuntamiento para unificar criterios, entre ellos que la altura de los edificios fuese de 20 metros, con cinco plantas de altura; planta baja para comercios y bares, y las restantes para viviendas y oficinas; en cuanto al estilo de las fachadas indicaban las normas que se proyectasen «en estilo Renacimiento o en cualquiera de sus variedades»; hay art decó, barroco, historicistas y regionalistas, propios de la época. Se obligó también a crear patios interiores proporcionados a la parcela y abrir numerosos huecos (ventanas y balcones) para una buena ventilación, así como la instalación de ascensores. He aquí la relación de edificios con sus años y autores: Central de Teléfonos, de Ramón Aníbal Álvarez (1927); La Unión y el Fénix, de Benjamín Gutiérrez Prieto (1927); La Equitativa, de Félix Hernández Giménez (1926); Casa Diéguez, de Félix Hernández Giménez (1926); edificio historicista, de Enrique Tienda Pesquero (1926); Casa Enríquez Barrios, del famoso Aníbal González (autor de la plaza de España de Sevilla) y Aurelio Gómez Millán (1928); Casa Colomera, de Félix Hernández Giménez (1928); Casa David Rico, de Rafael de la Hoz Saldaña (1928); Edificio Miguel López Muñoz, de Sáenz de Santa María (1954); Edificio Adriática (Creusa), de Víctor Escribano (1968), y Palacio del Cine, de Víctor Escribano (1946), frontón en su origen. Anterior a todos los nuevos edificios ya se encontraba allí desde 1868 la fachada del Instituto de Segunda Enseñanza, proyectada por Pedro Nolasco Menéndez y José Moreno Monroy. El reloj flamenco En 1929 ya había un reloj de esfera situado en el templete que remata el edificio de David Rico y funcionó hasta 1945, en que acabó desvariando e incluso deteniéndose, lo que desorientaba a la gente que no tuviera reloj propio, la mayoría entonces. El Ayuntamiento acordó adquirir un reloj de campana para instalarlo en el nuevo edificio construido en la esquina con Gondomar, propiedad del empresario Miguel Pérez Muñoz, que concedió «autorización irrevocable y permanente» a cambio de ciertas facilidades constructivas. El Ayuntamiento construyó el pabellón donde alojarlo y la casa Philips instaló el reloj a cambio de una sutil publicidad, como fue añadir tras las señales horarias de las doce del mediodía el eslogan «¡Mejores no hay!» en la voz del famoso locutor Matías Prats, que cobró 5.000 pesetas por la frase y las donó al Hogar y Clínica de San Rafael. Los rasgueos de guitarra que aún suenan los grabó el guitarrista cordobés Juan Serrano, lo que constituye la banda sonora de la plaza. La inauguración del singular reloj, el domingo 29 de enero de 1961, despertó una gran expectación y la gente abarrotó la plaza. Quema de libros en 1945 / Ladis / Ricardo / Archivo Municipal Hubo en tiempos pasados otra banda sonora, como era el tintineo de los organillos de La Coja –dicho con todo respeto– y Ángel Prados, que amenizaban la hora del aperitivo con chotis y pasodobles a cambio de la voluntá depositada en sus platillos. Su recuerdo me trae a la memoria la galería de tipos populares que pululaban por la plaza, como Pablito el de los Piñones –que en realidad se llamaba Gregorio–; el limpiabotas Emilio Santos, que aunque mudo hablaba con gestos hasta por los codos; el Tuerto de los calcetines, con su oferta en una bandeja; la Rubia de las Palomitas, vendedores de lotería y tabaco rubio asociados a la vida cotidiana de la plaza. Y cómo olvidar a los Gallegos, que esperaban cualquier encargo de transporte pesado. Populares eran también los quiosqueros históricos, representados por dos dinastías familiares, los Gracia, frente a Telefónica, y los Camacho, junto a Pañerías Modernas, negocio que han atendido tres generaciones y que en noviembre de 1976 sufrió un incendio intencionado, pero Matías Camacho, senador socialista por entonces, no se amilanó y a la mañana siguiente siguió vendiendo periódicos sobre las cenizas, con un par. Uno de los sucesos más curiosos que ha vivido la plaza aconteció el último día de julio de 1965, cuando el joven maletilla granadino José Jiménez Pepete se subió a la cúpula del edificio de La Unión y el Fénix reclamando una oportunidad para torear, que se saldó con la intervención de los bomberos y la policía. En noviembre del 82 los funambulistas Los Bordinis convirtieron la plaza durante cuatro días en un circo, con arriesgados ejercicios sobre un alambre, que recorrían tanto a pie como en moto. Salida de espectadores del Palacio del Cine. / Ladis / Ricardo / Archivo Municipal El Señor de Las Tendillas Nadie le discute al Gran Capitán el título de Señor de las Tendillas, donde reina desde 1927, cuando fue trasladado del cruce de Gran Capitán con José Canalejas (actual Ronda de los Tejares), donde había sido inaugurado con toda pompa el 15 de noviembre de 1923, catorce años después de surgir la idea, costeado por una suscripción nacional que solo alcanzó las 65.079,95 pesetas, así que el Ayuntamiento tuvo que completarla hasta las 100.000 que costaba el monumento, labrado por Mateo Inurria. Una falsa leyenda urbana dice que la cabeza es de Lagartijo; no hay más que compararlas en el Museo de Bellas Artes, donde están las dos, para comprender que es mentira. Otra leyenda urbana se refiere a un supuesto lago subterráneo bajo la plaza, que nadie ha visto; lo que sí existe debajo es la capa freática que alimenta los pozos del casco, como se puede apreciar en el pozo de una antigua noria restaurado en el hotel Palacio de Colomera. Hay una interesante tesis doctoral de Guadalupe Pizarro sobre El abastecimiento de agua a Córdoba. Arqueología e historia, publicada por la Universidad de Córdoba, que da respuesta científica al controvertido asunto. Reinauguración Aunque se me quedan muchas cosas en el tintero, termino recordando que el 13 de mayo de 1999 se reinauguró la plaza tras la reforma de su superficie –un lifting facial lo llamo– proyectada por el arquitecto Gerardo Olivares, encomendada a Fomento de Construcciones y Contratas y costeada por Cajasur, que con su peatonalización pasó de ser plaza garaje a plaza salón, para disfrutarla y celebrar toda clase de acontecimientos; el último, la salida del Rally Sierra Morena, que inundó Las Tendillas de rugientes motores.
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