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» Diario Cordoba
Fecha: 26/10/2025 10:41
“Mi padre pasó cinco años en Mauthausen y sobrevivió. Le quedaron secuelas para toda la vida.” “Mi abuelo era campesino. Estuvo dos años a un campo de exterminio y, cuando ya no pudo más, fue asesinado.“Hoy le devuelven la patria a mi tío. Me emociona, sobre todo por mi madre, que murió sin saber exactamente qué pasó.” Son testimonios de algunos de los familiares de los 23 andaluces deportados a los campos de concentración nazis que han sido homenajeados este sábado en Córdoba. El acto, el primero de este tipo celebrado en Andalucía, ha rendido tributo a aquellos hombres que lucharon por la libertad, primero en España y luego en Europa, y que, tras la derrota republicana, conocieron el horror en su forma más extrema. La mayoría eran campesinos, obreros o mecánicos que huyeron a Francia del terror que empezaba a apoderarse de sus pueblos. En tierras francesas continuaron la lucha por la democracia y participaron en frentes clave como la Línea Maginot. Muchos fueron capturados por nazis o colaboracionistas y, tras acuerdos con la dictadura franquista, enviados en vagones de ganado al epicentro del horror: los campos de exterminio. Allí trabajaron hasta el límite de sus fuerzas. Cuando ya no podían más, eran trasladados al campo auxiliar de Gusen, donde eran gaseados o fusilados. Olvidados y considerados apátridas El franquismo los catalogó como apátridas y trató de borrar sus nombres de la historia. “¿Cómo voy a olvidarme de todas las derrotas, de tantos humillados, de las familias rotas?”, recitaba uno de los versos de Víctor Manuel recordado durante el acto. El secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez, subrayó que todos los deportados “fueron víctimas y patriotas”, y que este homenaje demuestra que “su lucha por la libertad y la democracia no fue en vano”. La subdelegada del Gobierno, Ana López, calificó el reconocimiento de “merecidísimo” y destacó el esfuerzo de las familias por mantener viva su memoria. Homenaje a andaluces deportados a los campos nazis. / Manuel Murillo También intervino Cristina García, presidenta de la asociación Triángulo Azul, clave en la reconstrucción de las historias de los asesinados. Recordó que aquellos hombres “fueron maltratados, humillados y vejados antes de morir” y reivindicó la memoria frente “a una dictadura que quiso borrarlos de la historia de este país”. Testimonios Entre los homenajeados se encuentra José Ramírez, sobrino de Manuel Ramírez, campesino republicano que tuvo que huir a Francia, donde combatió en la Línea Maginot. Fue capturado por los nazis y deportado junto a 25.000 personas a Mauthausen, donde murió tras un año de cautiverio. “Hoy se hace justicia”, afirma su sobrino, quien lamenta que “estos actos deberían haberse hecho hace 40 años”. Juan Manuel Maqueda no puede evitar emocionarse al hablar de su abuelo, Pedro Nolasco, un belmezano de ideas socialistas que huyó a Francia y colaboró con la resistencia gracias a sus conocimientos de mecánica adquiridos en las minas cordobesas. Fue capturado y trasladado a un campo de concentración cerca de Angulema. Tras la reunión de Franco y Hitler en Hendaya, fue deportado a Mauthausen en un tren donde “viajaron tres días, hacinados, sin comida ni agua”. Allí fue asesinado en uno de los crematorios. “Dedico este homenaje a mi madre —dice Juan Manuel—. Ella murió sabiendo lo que pasó, pero a mi abuela nunca se lo dijimos”. Desde Francia llegó Claude Herzog, cuyo padre, nacido en La Carlota, fue también prisionero en Mauthausen durante cuatro años. Tras su liberación, se instaló en Toulouse con la esperanza de “volver a coger las armas y recuperar la democracia en España”. “Mi padre apenas hablaba de aquello”, cuenta. “Solo recuerdo que nunca se enfadaba con nadie. Era tranquilo, como si aún tuviera miedo”. También sobrevivió el tío abuelo de Cristina, que prefiere no dar su nombre. Huyó de una Málaga sitiada y, tras pasar por tres campos en Francia, se alistó en la 34.ª División, combatiendo en la Línea Maginot. Capturado por los alemanes, fue enviado a Mauthausen, donde trabajó cinco años en fábricas de munición. Tras pasar diecisiete días en Gusen, fue liberado por tropas estadounidenses. “Siempre recordaba que los alemanes decían que, si pesabas más de 30 kilos, estabas apto para trabajar”, relata su sobrina. “Le quedaron muchas secuelas físicas y psicológicas”. El acto concluyó con las palabras de Francisca Gálvez, en representación de las víctimas, quien agradeció a las instituciones y a la asociación Triángulo Azul. “Es un día que llega tarde —reconoció—, pero que acogemos con orgullo y emoción. Este reconocimiento es también para los hermanos, niños, mujeres y familiares que murieron de pena sin saber qué pasó”. “Con este acto —añadió— los represaliados no recuperan su dignidad, porque nunca la perdieron. Quien la recupera hoy es España”. Porque como reza una canción sobre la Guerra Civil: "Ay, que desencanto, si el cantar que yo canto lo borra el viento".
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