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  • Soledad infinita: la psiquis de Milei en su hora más desesperada

    » Misionesparatodos

    Fecha: 21/10/2025 19:13

    Ante la evidencia de que el salvataje de Trump no tranquiliza a los mercados ni a los votantes, el Presidente se encierra en sí mismo. ADN de la desolación. Soledad, además de un nombre hermoso, es un concepto que describe de pies a cabeza a nuestro extraño Presidente. Es que Javier Milei primero estalló de emoción por haberse sacado otra foto o con Donald Trump en Washington y porque lo alojaron en la residencia de Blair House, destinada solo a las visitas importantes (“dormí en la misma habitación que Churchill”, llegó a exclamar como mendigando un poco de cariño). Pero ahora, de regreso en la Argentina, comprueba que el apoyo de sus poderosos amigotes del Norte no se traduce en las encuestas electorales de cara al domingo 26 de octubre. Trump puede prometer los dólares que quiera, incluso comprar pesos para evitar una corrida en Buenos Aires, pero el electorado y el mercado le desconfían al supuesto salvataje y la cotización del billete verde se sigue moviendo, nerviosa. Es la imagen de la impotencia: un Presidente que ha sido supuestamente rescatado, pero que aun así se sigue hundiendo. Sobre todo cuando Trump, a días de la visita, descerraja estas frases ante una periodista norteamericana: “Argentina está luchando por su vida. ¿Entienden lo que eso significa? No tienen plata. No tienen nada. Están luchando muy duro para sobrevivir. Están muriendo”. Tremenda soledad la de Milei si incluso su principal benefactor habla así. Repasemos el historial del líder libertario, quien siempre se sintió un hombre solo y hoy lo comprueba en la cima del poder. Es alguien que de joven fue objeto de golpes por parte de su padre y de bullying en la escuela. Alguien que tuvo a sus primeros amigos y a su primer pareja después de los 30. Alguien que pasó muchas Navidades y Años Nuevos con la única compañía de su perro Conan, a quien también le servía una copa de champán. Alguien roto, que durante muchísimo tiempo no contó con otro sostén emocional que el de ese mastín inglés y el de su hermana Karina. Alguien que, ya en el poder, invita a sus amigos periodistas a escuchar ópera en el microcine de Olivos los domingos (la primera vez, algunos no sabían que la convocatoria era para eso y esperaban un off the record) o que, después de seis horas de entrevista con “El Gordo Dan” en el streaming de Carajo, exclama: “Yo estoy para seguir, eh”. Alguien que organiza un Movistar Arena para autocelebrarse y sacarse el gusto de cantar sus canciones favoritas, como “El rock del gato”, en medio de una crisis que no le da respiro al Gobierno. Son todas escenas de una soledad desgarradora, que ni Trump ni el salvataje del Norte logran que se desvanezca. Porque a veces da la sensación de que Milei quiso convertirse en Presidente para no estar tan solo, para tener nuevos amigos que lo festejen, aduladores que lo pinten como un león o un emperador, cibermilitantes que aplaudan sus locuras e insultos. Pero tampoco eso parece estar resultando como él pensaba. Después de las elecciones del domingo se abre una oportunidad, la de mostrar un cambio. Si Milei la aprovecha, si acepta el resultado, actúa en consecuencia y deja atrás su mundo de fantasía, tal vez empiece a sentirse menos solo. Por Franco Lindner-Revista Noticias

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