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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 21/10/2025 02:50
El análisis de esqueletos revela que la fragilidad ósea es un rasgo antiguo y no exclusivo de la vida moderna (Imagen Ilustrativa Infobae) Un paseo por cualquier farmacia revela una realidad: los suplementos de calcio y vitamina D inundan las estanterías, y abundan mensajes advirtiendo sobre la importancia de cuidar los huesos frente al estilo de vida sedentario propio del siglo XXI. Sin embargo, una mirada al pasado humano desmonta las creencias habituales. ¿Y si la fragilidad ósea fuera anterior al ascensor, al teletrabajo y al sofá? Un nuevo estudio arqueológico, publicado en la revista Science Advances, cuestiona lo que pensamos sobre nuestros huesos y demuestra que esta condición es tan antigua como la propia civilización. Un fenómeno que atraviesa milenios El análisis de esqueletos de diversas épocas revela que la fragilidad ósea trasciende la vida moderna y constituye un rasgo antiguo y universal. Generaciones enteras responsabilizaron al sedentarismo y los hábitos contemporáneos del debilitamiento óseo. Sin embargo, una extensa investigación arqueológica sobre esqueletos humanos de los últimos 9.000 años demuestra que la debilidad de los huesos ha sido un fenómeno inherente a la humanidad desde el Neolítico. La etapa de crecimiento, especialmente la adolescencia, es clave para la fortaleza estructural de los huesos (Imagen Ilustrativa Infobae) La investigación, encabezada por Vladimír Sládek y un equipo internacional de antropólogos, estudió 1.881 esqueletos adultos provenientes de yacimientos arqueológicos repartidos en Europa. Los científicos examinaron húmeros, fémures y tibias, considerando tanto sus formas externas como su estructura interna, con énfasis en la resistencia mecánica de la sección transversal del hueso. Su objetivo era comprender los procesos de envejecimiento óseo: si existía pérdida de densidad, modificaciones estructurales y cómo estos cambios afectaban la capacidad de soportar peso e impactos. Los resultados indican que, pese a los cambios radicales en los estilos de vida —de agricultores y pastores neolíticos a habitantes urbanos preindustriales—, el envejecimiento estructural óseo permaneció sorprendentemente parecido a lo largo de los milenios. Ni la transición hacia la industria ni el abandono de la caza modificaron significativamente la forma en que los huesos perdían fuerza con la edad. Tal como explicaron los investigadores, la pérdida de resistencia estructural depende de procesos biológicos profundamente arraigados en la evolución humana, y no tanto del modo de vida. Un estudio arqueológico demuestra que la debilidad ósea ha acompañado a la humanidad desde el Neolítico (Imagen Ilustrativa Infobae) En términos biológicos, el organismo intenta contrarrestar la pérdida de masa ósea a través de un mecanismo denominado aposición subperióstica, que incrementa el diámetro externo del hueso mediante nueva generación de tejido óseo. Este proceso busca compensar la expansión de la cavidad interna del hueso, asociada al envejecimiento por reabsorción ósea interna. Sin embargo, los hallazgos muestran que este mecanismo resulta insuficiente: el crecimiento externo no alcanza a equilibrar la pérdida interna, lo que conlleva una debilidad progresiva de la estructura ósea. La adolescencia, etapa clave para la salud ósea Uno de los aspectos más relevantes identificados por el equipo de Sládek es el momento en que el esqueleto adquiere su máxima fortaleza: durante el crecimiento postnatal, especialmente en la adolescencia. La formación de huesos robustos y de tamaño óptimo en esta etapa eleva las posibilidades de mantener la salud ósea durante la vida adulta. Por el contrario, un desarrollo insuficiente en la infancia y adolescencia representa un factor de riesgo de deterioro óseo en la madurez. La investigación destaca que la pérdida de resistencia ósea depende de procesos biológicos y no solo del estilo de vida (Imagen Ilustrativa Infobae) El estudio también reveló diferencias apreciables entre sexos y tipos de hueso. Las mujeres, particularmente en sus húmeros y tibias, sufrieron una mayor merma de resistencia ósea con el paso de los años. Además, desde jóvenes, presentaban huesos menos robustos que los hombres, lo que incrementa su vulnerabilidad frente al proceso de envejecimiento óseo. En contraste, el fémur, el hueso más resistente del cuerpo, mostró una superior capacidad para conservar su fortaleza a lo largo de la vida, tanto en hombres como en mujeres. Estos datos indican que el envejecimiento óseo afecta de manera desigual a distintas partes del esqueleto y destaca la especial vulnerabilidad de las extremidades superiores, información relevante para entender enfermedades como la osteoporosis, que incide más en mujeres y afecta de manera heterogénea distintas regiones del cuerpo. Actividad física y origen evolutivo de la fragilidad ósea Contrariamente a muchas suposiciones, el nivel de actividad física de poblaciones estudiadas —desde las más activas durante el Neolítico hasta las más sedentarias de la Edad Moderna— no alteró de manera sustancial el modo en que envejecen los huesos. Las mujeres presentan mayor vulnerabilidad a la pérdida de resistencia ósea, especialmente en húmeros y tibias Aun en sociedades caracterizadas por un trabajo físico extenuante, la pérdida de resistencia ósea con la edad fue similar a la detectada en épocas más recientes. Según los autores, la actividad física puede contribuir al mantenimiento de masa ósea, pero no constituye una defensa infalible frente al desgaste causado por el tiempo. Las implicaciones de estos resultados para la medicina son significativas. Reconocer que la fragilidad ósea es una característica inherente al ser humano y no una consecuencia exclusiva de la vida moderna puede motivar nuevas estrategias de prevención de enfermedades como la osteoporosis. El informe enfatiza la importancia del desarrollo infantil y adolescente como etapa crucial para construir huesos resistentes al paso del tiempo. Desde la perspectiva histórica, esta investigación liderada por Sládek pone de relieve el valor de la bioarqueología como herramienta para comprender los desafíos actuales de la salud humana. Estudiar la evolución de la fragilidad ósea a lo largo de la historia no solo permite desmontar supuestos sobre el sedentarismo contemporáneo, sino que aporta claves esenciales para preservar la salud ósea en las futuras generaciones. De este modo, la fragilidad ósea se confirma como una constante en la historia de la humanidad, ligada al proceso evolutivo y biológico de la especie, cuyo conocimiento en profundidad puede ser crucial para mejorar la salud presente y futura.
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