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Parana » Ahora
Fecha: 20/10/2025 16:18
* Las luces de navidad duraban unas temporadas, en casa se guardaba todo el decorado en una caja grande y se volvía a usar lo mismo al año siguiente, con suerte se agregaban adornos nuevos: un ángel de cristal, una estrella nueva, la lanza de la punta. El día de la Virgen se sacaba todo de la pieza del fondo, la pieza del despelote, la del olor a humedad, la de las escopetas guardadas con óxido, la de las telas apelmazadas, la de las frazadas que pican. Hay algo físico en la activación del recuerdo, el temblor de la piel de caballo cuando espanta las moscas. Una ola cutánea. El olfato y el escozor. Cuando abrieron los negocios 2×1 las luces salían dos pesos, lo que era mágico, era que encendieran, que funcionaran. Lucecitas titilando, en mis migrañas el halo que me sigue encendiendo y apagando hasta el infinito. Hace poco me devolvieron el fin del amor, no me acordaba que en la tapa había un decorado como navideño, no sé si es así porque lo vi de refilón, y porque para mí todo lo rojo me lleva a estrellas federales, hojas de muérdago, interrupción en el tiempo. Algo se corta además de las luces. * Vuelvo al fondo de la casa, al fondo de la pieza y del recuerdo. Las polillas dejaban agujereados los puños, los bordes de los cuellos, la carne blanda de la ropa. Crecía otra fauna en ese fondo: al lado de las calas el rastro de babosas, abajo de bloques de vereda agrietados los bicho-bolitas, isocas con la piel translúcida, los órganos a la vista. Captación del espacio en la cara, arruga en la parte alta de la nariz, en la boca la frase “qué asco” que dirán mis hijas junto a las primeras oraciones en su lengua. * Veo un documental sobre el reino fungi. Me gustan los hongos, comerlos, mirarlos de cerca cuando los encuentro en una plaza con Francisca, agacharme con ella hasta la raíz, acordarme de cuando los pateaba y se soltaban sin resistencia. Palabra nueva en mi vocabulario: micelio. Creí que la raíz se soltaba fácil, un brote apenas amarrado a la tierra pero no, había más: el hilo infinito unido por hebras debajo, células que se conectan, masa de hifas ramificadas. Dicen que los árboles se comunican por sus raíces gracias a los hongos, que se cuentan cuál es el árbol que necesita más nutrientes. Una red colaborativa, el mismo instinto del amor, la misma hondura que el dolor guardado dentro de una sombra. Una familia es una patología, dice Casas, pongámosla en la heladera para que no se pudra. Pero no, los hongos Fabián descomponen, hacen la reversión nueva de la bosta de bisonte. Un hongo como una flor creciendo de la mierda. * Casa otra vez. Una maraña de cables en la caja, mamá no tiraba las tiras de luces que no funcionaban porque la había convencido Fernando de que podía servir una parte, un repuesto de enchufe o de cajita de música para injertar en la otra y que entonces así podría volver a encender, como esas parejas rotas que tienen hijos para soldar con ese punto de metal una unión que no existe. Yo trataba de descubrir de donde venía el cable y de separar cada uno, después envolvía el esqueleto horrendo de árbol plástico. Las luces brillaban y mostraban lo escuálido que estaba, dejaba al descubierto la carencia. * Un poema de Marosa Di Giorgio dice: Los hongos nacen en silencio; algunos nacen en silencio; otros con un breve alarido, un leve trueno. Unos son blancos, otros rosados, ése es gris y parece una paloma, la estatua a una paloma, la estatua a una paloma; otros son dorados o morados. Cada uno trae -y eso es lo terrible- la inicial del muerto de donde procede. Yo no me atrevo a devorarlos; esa carne levísima es pariente nuestra. Pero, aparece en la tarde el comprador de hongos y empieza la siega. Mi madre da permiso. Él elige como un águila. Ese blanco como el azúcar, uno rosado, uno gris. Mamá no se da cuenta que vende a su raza. * Somos hongos, dice Francisquita y juega en el living, sentamos los peluches que son señoras nuevas que vienen a visitarla. El bebé se contrae y expande en grititos. Hongos en mis cuadernos de cuarto grado, en la pantalla los pitufos, en las ilustraciones. Carne liviana, nacida de un trueno, luces que no se interrumpen. *
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