Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Tercera edad, segunda vida: de práctico en el puerto a criador de ovejas en Entre Ríos

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/10/2025 04:46

    “Fue un cambio grande pero lindo”, dice Daniel Durán Costa, al evocar el momento en que pasó de guiar barcos de gran porte en maniobras delicadas a “dar la mamadera a una oveja guacha”. Ese nuevo comienzo no fue improvisado. “Creo que hay que ahorrar pero no por ahorrar en sí sino para invertir en algo productivo para el día del retiro”, dice. “Somos tenedores temporales de las cosas”, agrega, como para subrayar el sinsentido de acumular porque sí. Entre 2005 y 2006 compró un total de 17 hectáreas de campo en Entre Ríos, hipotecó su casa por 10 años y puso una granja que quedó a cargo de su hijo con el compromiso de que a su retiro se la pasaría a él. Construyó tres galpones para pollos, donde caben entre 40 y 45 mil animales. “También me puse a criar ovejas aprovechando un plan ovino bastante bueno a comienzos del gobierno kirchnerista que yo aproveché para producir. El plan era bueno pero por falta de control muchos cambiaban los cheques para comprar cosas en el supermercado…” Durán Costa hizo el secundario en el Liceo Militar. “Después fui a la Facultad de Medicina pero no me gustó. Siempre quise ser veterinario pero en aquel entonces los veterinarios solo ponían vacunas y vendían collares, o había que tener campo”. Entonces, por sugerencia de un tío, se encaminó hacia la náutica. “Cuando dejé la facultad no sabía lo que era navegar. Me embarcaron como aprendiz marinero en un barco mercante. Así empecé a navegar a los 18 años. Luego entré a la Escuela Nacional de Náutica Manuel Belgrano”. Egresó segundo de su promoción. El último año, el de la práctica y la tesis, lo hizo como oficial. La carrera, que duraba 4 años, era un terciario. Tiempo después lo hicieron universitario, agregando 12 materias. “Cuando me enteré de que se podía tener título universitario, rendí libre las 12 materias y obtuve el título a los 64 años: Licenciado en Transporte Marítimo”, recuerda con indisimulado orgullo. “Eso me permitió hacer en los 90 un posgrado en la Facultad de Agronomía, sobre turismo rural, y otro en la UCES sobre auditoría internacional de gestión ambiental”. “Fui práctico de Carlos Menem, cuando el presidente salía a navegar en algún barco de la Armada. Así lo conocí, y también al almirante (Enrique) Molina Pico. Pero no busqué ventajas ni favores. Sólo me regalaron un gorrito del buque Almirante Brown”, agrega riendo. Y encadena una reflexión: “Estamos como estamos porque somos como somos. La famosa viveza criolla termina en gran corrupción. Yo trato de dar el ejemplo. Hay un campo de la delincuencia y un campo de la decencia. Hay que elegir, la vida da satisfacciones que no da el dinero. Sobre todo ver que los nietos valoran lo que ha hecho su abuelo”. Hombre inquieto, incansable y versátil, Daniel también escribía cada tanto sobre temas náuticos para el diario La Nación: hidrovía, puente a Colonia y otras cuestiones. Además, elaboró proyectos para la mejora de su profesión: “Yo hice la habilitación de la terminal de contenedores de Alfredo Román y el diseño de la ampliación de Dock Sud, para dar más espacio para buques de gran porte, que solían medir de 180 a 200 m y desde 2010 pasaron a ser de 335 metros por 50 de ancho y 10 de calado”. También fue representante de empresas extranjeras fabricantes de destructores y corbetas, y otros materiales militares. “Pero a partir del 2001, se acabó la planificación en materia de renovación de buques o aviones para la marina y la fuerza aérea”, lamenta. “Navegué hasta el 82 como capitán y desde entonces como práctico, para eso tuve que rendir un examen y ocupé una de las 4 vacantes que había. Entré con 20 años menos de lo habitual porque en general ingresaban capitanes a los 50 años. Yo entré a los 32. El práctico es como un asesor del capitán en la navegación en canales, y entrada a puerto. El trabajo de práctico no tiene horarios. Requiere mucha atención y conocimiento de los barcos”. Durán Costa fue práctico hasta los 70 años. Se retiró el 11 de agosto de 2019, luego de 38 años como práctico y 52 años después de haber pisado el primer barco. Pero ese retiro no fue sin lucha: “Cuando cumplí 70 me obligaron a jubilarme pero yo tenía la revisión psicofísica recién hecha por lo que me quedaban dos años de habilitación. Fui al Inadi para decir que me discriminaban por la edad. Yo me autopercibo más joven. Pero no dieron lugar a mi reclamo como sí se lo dan al que se autopercibe de otro sexo”, señala, no sin ironía. Dirigió su reclamo también a la Subsecretaría de Puertos, Vías Navegables y Marina Mercante, al Ministerio de Seguridad y a la Prefectura Naval, pidiendo la inaplicabilidad en su caso del artículo que fija la edad límite para el ejercicio de la profesión de práctico en 70 años cumplidos. Alegó que era “inconstitucional y de una marcada discriminación etaria” el “establecer la edad de 70 años como causa de inhabilidad profesional” y que esa disposición lesionaba su “derecho a trabajar y el principio de igualdad ante la ley”. “Yo quería que me revisaran para poder seguir trabajando. Hay maratonistas de 70, 75 años, atletas de más de 80. Y gente que con 18 años no quiere trabajar. Me saqué fotos haciendo tareas difíciles. Tuve que resignarme. Pero los primeros 5 años después del retiro soñaba todas las noches que me llamaban para ir a navegar. Hasta que un tornado me voló los 3 galpones, por suerte en ese momento sin pollos. Desde entonces empecé a soñar que tenía que arreglar los galpones”. Cuando vino el tornado, Daniel tenía el proyecto de hacer una cabaña Braford pero, dice, “por designio de Dios y de la naturaleza”, tuvo que destinar “lo que iba a ir a las vacas en comprar chapas y cortinas para los galpones”. Para adaptarse al nuevo oficio, apeló otra vez a su capacidad de reinventarse y su incansable predisposición para aprender cosas nuevas: “Lo que no sabía del negocio lo tuve que estudiar. Si se moría un animal, lo abría y le mandaba fotos al veterinario. Tengo 140 ovejas, 109 madres, 3 carneros padrillos y corderos. Los pollos van a un frigorífico cercano. Tengo un solo peón, un granjero avícola. De vez en cuando mis nietos, que ya son grandes, me dan una mano, y mi nieta estudia agronomía. Mi hija es veterinaria y mi yerno también, y mi hijo, ingeniero agrónomo”. Más de una vez se quedó hasta las 4 ó 5 de la mañana leyendo sobre pollos y ovejas. “Son animales muy sensibles -dice-. Dios nos da los animales para que uno se alimente pero no para maltratarlos”. “A veces -cuenta- la oveja se pone a parir en el campo y por ahí rechaza la cría porque no tiene leche o porque parió mellizos y entonces privilegia al más fuerte y rechaza al débil. Es la ley de la vida. Los primeros guachitos que crié, se murieron porque no tenían calostro. Entonces me puse a congelar calostro para estas emergencias”. En el campo vive con su esposa -”hace 54 años que nos conocemos”- y con varios perros. El border collie tuvo la mala idea de ponerse a comer ovejas. “No lo puedo dar porque acá todos tienen animales, así que tiene cadena perpetua, pero no lo quiero sacrificar, lo tengo en un canil grande”. Los otros perros son Pastores de Maremma, grandes cuidadores de ovejas que pesan 50 kilos. “Y uno blanquito que se llama Lamby porque se crió entre los corderitos. Está integrado a la manada y vive atento a las ovejas. También tengo caballos pero ahora tengo prohibido montarlos”. Lamby, el perrito que se crió con las ovejas La vida en el mar y la vida en el campo no le resultan tan disímiles: “Acá me siento como en el mar, es una sensación parecida. En el mar hay horizonte y libertad. Acá también. Veo el horizonte; vecinos no hay, alguno que otro pasa con la camioneta. Pago impuestos hasta el alambrado y el resto lo disfruto gratis”, cuenta con satisfacción. “Esta es una vida que realmente me gusta”, subraya. A veces le sugieren que venda todo y compre dos departamentos en la capital. Pero él sostiene que esa es una vida a la que no quiere volver: “Abrir una ventana y ver a otro tipo mirando por la ventana”, describe. “Podés ir a tomar un café, me dicen, pero yo soy más feliz tomando mate acá”. “Fui feliz navegando y soy feliz en el campo -insiste-. Para algunos la felicidad es viajar, andar en Mercedes Benz o comprarse un reloj caro. Para mí es ver crecer una oveja guacha”. La energía, la voluntad y la creatividad están. Pero la salud no siempre acompaña de la misma manera: “Estoy un poco limitado por una arteria tapada. Soy operado del corazón, tengo válvula de cerdo, 14 stents y ahora otro stent la semana que viene porque me tienen que operar un aneurisma abdominal y el corazón tiene que estar fuerte para resistir la cirugía”. Reconoce que está pagando algunos errores: “No acepté que fumar era muy malo y fumé durante 50 años hasta que mi nieta con 8 años me dijo que no iba a poder bailar con ella el vals de los 15… Ahora ella ya tiene más de 20”. “La vejez no la siento -dice-. Por eso tapo los espejos. Porque cuando paso delante digo ‘Danielito, ¡qué viejo que estás…!’ Pero yo me siento como si tuviera 39, 40. Me operaron del corazón, no de la cabeza. Mi salud la cuido mucho porque estoy muy aislado, no hay un helicóptero que me lleve a urgencias”. “Soy muy creyente en Dios y en Cristo y eso me reconforta mucho. Los hombres tienen muchas falencias, Dios no”, asegura. “Soy un agradecido a Dios, nunca pido para mí, solo para los demás”, dice, y entre esos agradecimientos está el de que muchas cosas que pensó en su momento para ampliar y mejorar su profesión de práctico fueron realizadas. También el poder dejar algo a las generaciones siguientes. “No tengo oído para la música ni mano para la pintura pero pude hacer cosas sobre todo en temas referidos a mi profesión. Trato de vivir el mayor tiempo posible sin dejar de hacer cosas”. Daniel asegura que aprecia “haber recorrido tres cuartos de siglo”. “Aprecio haber tenido una profesión que amé, a la que me dediqué, honré, y todavía extraño”, agrega, y por supuesto haber formado la familia que formo, compartir proyectos con sus nietos. También se siente orgulloso de continuar trabajando con éxito, tomando sus propias decisiones, siendo resiliente. Entre las cosas que le molestan -además de los espejos que no reflejan su realidad mental- menciona la hipocresía, la corrupción, la falta de valores. “Y que los días tengan solo 24 horas y los años solo 365 días”. Para concluir, hace este balance de sus años en el mar: “En mis casi 4000 viajes como Práctico del Río de la Plata durante 38 años tuve situaciones desafortunadas al embarcar y desembarcar, la mayoría, mojaduras totales y solo una, por rotura de una escala, me produjo una parálisis en el brazo derecho que requirió microcirugía en las cervicales. El resto se solucionaba quitándome la ropa mojada, poniéndome el mameluco y una campera y enviando mi ropa al secadero para luego desembarcar con ella al finalizar mi trabajo unas 8 ó 10 horas después. Debo tener no menos de 15 overalls. Como jamás me reclamaron la devolución de esa ropa, siento que son como medallas al riesgo y sacrificio”.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por