Crespo » Paralelo 32
Fecha: 19/10/2025 21:16
Escribir es fácil cuando se trata de objetivar situaciones, describir escenarios, analizar declaraciones o referirse a temas que para nada nos interpelan. En este Día de la Madre elijo escribir sobre aquellas madres que por dificultades cognitivas degenerativas; la necesidad de atender y ser cuidados ante problemas motrices o de las más diversas razones, no están junto a sus hijos. La palabra geriátrico suele tener en muchos de nosotros una connotación despectiva, lo vemos como un sinónimo de dejar o de llevar, ‘alejarse de’… Sin embargo, vivir esa experiencia con un familiar, que puede habernos criado en reemplazo de nuestra madre mientras trabajaba, o de la propia persona que nos trajo al mundo, es una interpelación directa a la emoción. Es esa extraña sensación, mezcla de tranquilidad y añoranza, buscamos en esa persona a otro ser humano que ya no es. Y primero por respeto, luego por convencimiento, decidimos buscar un lugar donde esté cuidada, mejor que ese escaso tiempo que por las sinrazones de la vida actual, nos permite apenas tener un contacto efímero, rutinario y para nada cercano a lo que aquella persona nos entregó desde muy pequeños. Ustedes dirán, es el Día de la Madre, pensá en lo bueno que te dejó, en lo que ayudó a convertirte en quien sos. No te machaques con recuerdos o culpas. Lo lamento, pero es ese dolor de los hijos, el que intenta no exteriorizarse el que se cuela por los dedos de un teclado de alguna redacción, en medio de una gran nota que… puede esperar. Hablemos de cosas intangibles, de esos ruidos en la cocina, del mate caliente, de los aromas que nos llegan desde la infancia. Hablemos de una lenta pero inexorable pérdida de referencias, de sentidos, de realidad. Y si de algo sirve, busquemos en esos recuerdos los momentos más felices, esos que atesoramos como únicos para que al momento de abrazarnos o besarlas, no pensemos en otra cosa, o no distraigamos el instante de cordura entre lo que deseamos y lo que realmente pasa. ¿Es negarse a aceptar el presente? ¿Aprender a vivir con esa nueva realidad? Francamente, quien lo sepa, que lo exprese. A quienes no logramos sacar en limpio tremendo cambio, se vive como una ausencia, aunque sea una decisión pensada y coherente. No se buscan culpables ni héroes en este derrotero, solamente, no olvidar, ir, estar, acompañar, escuchar. Y que por ese instante donde nos atrevemos a mirar a través de sus miradas, no cuestionemos ni nos dediquemos al celular. Démosle ese tiempo que todavía nos permite estar juntos, porque nuestras madres, y las de tantos que como yo pueden llegar a leer este escrito, son y serán un regalo que nos enseñó a vivir en una sociedad que resalta tantos valores contrapuestos a la vejez como si ese no fuera nuestro inexorable camino al mañana. Feliz Día a todas esas madres que dieron todo por sus hijos, y también a aquellas que hoy cuidan de nuestros abuelos y ancianos con el mismo amor que lo harían si las hubieran conocido desde mucho antes. Parafraseando a Fito Páez que alguna vez dijo algo como: “cada vez que regalo algo es el acto más egoísta del mundo, porque no provoca otra cosa más que hacerme sentir bien”, tal vez hayamos escrito esto como desahogo a tantas cosas que alguna vez queremos expresar y no encontramos el momento ni el lugar adecuado para expresarlas.
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