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  • El detrás de escena de las finanzas globales: historias desde la Isla de Man, el paraíso fiscal de Luis Caputo

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 19/10/2025 16:36

    El ministro de Economía argentino, Luis “Toto” Caputo, puso en el mapa a la Isla de Man al declarar que mantenía depósitos en esta diminuta jurisdicción. Se trata de un enclave en el mar de Irlanda que, por su régimen de bajos impuestos, ha sido catalogado por diversos organismos internacionales como un paraíso fiscal. La elección de este destino por parte de un ministro de Economía de otra nación invita a analizar qué incentivos lo hacen tan atractivo para resguardar capitales. El caso de Caputo encarna la paradoja política que plantean los paraísos fiscales. Mientras el gobierno argentino exhorta a los ciudadanos a poner los dólares en movimiento para financiar la economía doméstica y alcanza el récord de endeudamiento externo de toda la historia del país, los dólares del propio ministro siguen fuera del mismo, a resguardo en plazas financieras como la Isla de Man. El ministro es uno de los 3 funcionarios más ricos del Gabinete, según los reportes oficiales. Según su última declaración jurada, la mayor parte de su dinero líquido permanece en el exterior. Optó por una guarida fiscal de la órbita británica para custodiar una parte importante de su patrimonio. Resulta difícil generar confianza si quien dirige la economía prefiere un refugio offshore antes que en la economía que él mismo dirige. Esta contradicción final resume el dilema que enfrentan las sociedades: los capitales pueden cruzar océanos buscando las condiciones más ventajosas, pero los Estados nacionales se quedan con las manos vacías intentando sostener el bienestar general. En el caso argentino, refuerza una verdad incómoda: quienes tienen la mayor capacidad contributiva suelen esquivar el compromiso, dejando a los Estados y a los contribuyentes comunes lidiar con las consecuencias. Enclave y régimen fiscal La Isla de Man no forma parte del Reino Unido ni de la Unión Europea, pero se encuentra bajo soberanía del monarca británico y goza de autogobierno en la mayoría de sus asuntos internos. Con una población de apenas 85 mil habitantes y una superficie de 572 km², este pequeño territorio ostenta una notable continuidad institucional: su parlamento, el Tynwald, se instauró en el año 979 d.C. y es reconocido como el más antiguo en funcionamiento ininterrumpido del mundo. La estabilidad política e histórica de la isla ha sido un cimiento clave de su desarrollo como plaza financiera. El principal atractivo de la Isla de Man radica en su régimen tributario extremadamente benigno para empresas e individuos de altos ingresos. Esta jurisdicción se promociona como una economía de baja tributación, con características casi únicas en el mundo desarrollado. -- Impuesto corporativo cero: la tasa general del impuesto a las sociedades es 0% tanto para compañías residentes como no residentes. Existen pocas excepciones a esta regla: los beneficios bancarios y de algunos negocios minoristas de gran porte tributan un 10%, y las rentas por explotación de bienes inmuebles en la isla pagan 20%. Aun así, la inmensa mayoría de las actividades empresariales se benefician de una tasa corporativa nula, lo que convierte a la isla en un imán para holdings, fondos de inversión y estructuras offshore. -- Sin impuestos al capital ni a la herencia: no existe impuesto a las ganancias de capital ni impuestos sobre el patrimonio, sucesiones o donaciones. Las plusvalías obtenidas por la venta de activos, así como las transmisiones de bienes por fallecimiento, están completamente exentas en suelo manés. -- Intereses no gravados a no residentes: formalmente, un no residente debería tributar un 21% sobre las rentas generadas en la isla. Sin embargo, por concesión extraestatutaria, el fisco manés no hace efectiva la tributación sobre los intereses bancarios ni dividendos percibidos por no residentes. En otras palabras, un inversor extranjero que deposite dinero en un banco de la Isla de Man no paga impuestos locales por los intereses que gane. Esta política de hecho, sumada a la ausencia de retención en la fuente, incentiva la llegada de grandes depósitos internacionales. -- Tope anual a los impuestos personales: la Isla de Man implementa un “tax cap” o límite máximo anual a la carga tributaria de las personas físicas. Actualmente, ningún residente paga más de 220.000 libras de impuesto a la renta por año, sin importar cuán elevada sea su renta global. Este tope permite que millonarios instalados en la isla aseguren por adelantado que su factura fiscal no excederá esa suma. En la práctica, alguien con ingresos astronómicos termina tributando a una tasa efectiva muy baja gracias a este límite. En cuanto a los consumidores no hay incentivos para ellos, se les cobra IVA bajo el régimen del Reino Unido que, por lo general, aplica una alícuota del 20%. Plaza financiera La transformación económica de la Isla de Man es un caso paradigmático de diversificación hacia las finanzas. Hasta mediados del siglo XX, la isla dependía en gran medida de la agricultura, la pesca y el turismo. De hecho, entre fines del siglo XIX y la década de 1950 fue un popular destino vacacional para los británicos, plagado de hoteles victorianos. Pero con el auge de los viajes al Mediterráneo, el flujo de turistas hacia el Mar de Irlanda se evaporó. El turismo entró en declive terminal, reduciéndose a un aporte marginal de apenas 0,3% del ingreso nacional. En lugar de resignarse a la decadencia, la isla reinventó su modelo. En reemplazo del turismo emergió el sector financiero. Desde fines del siglo XX, las autoridades manesas ofrecieron incentivos para atraer bancos, aseguradoras, sociedades fiduciarias y gestores de patrimonio. Hoy, las finanzas y servicios profesionales representan cerca de la mitad de la economía de la isla, generando empleos de alto ingreso para la población local. Un amplio abanico de negocios –banca privada, seguros, administración de fondos, fideicomisos y asesoría financiera– encontró domicilio en la Isla de Man, al calor de las ventajas impositivas y de un entorno regulatorio conveniente. No solo es una buena plaza para lo que algunos llaman la timba financiera sino que también para la timba online. A partir de los 2000, buscó atraer empresas de e-gaming (casinos virtuales, apuestas por internet, póker en línea, etc.) ofreciéndoles licencias ágiles, impuestos mínimos y un sello de jurisdicción respetada. Este esfuerzo rindió sus frutos: gigantes del juego online como PokerStars o Microgaming instalaron operaciones significativas en la isla. Hacia mediados de la década de 2010, el e-gaming ya aportaba alrededor del 17% del PBI manés, equiparando al sector de seguros como las mayores fuentes de ingreso nacional. La Isla de Man se convirtió así en uno de los polos mundiales del juego por internet. Sobrada muestra hay de los problemas que esta industria genera en jóvenes y adultos. Este modelo económico, centrado en servicios financieros, digitales y corporativos, ha traído una afluencia notable de capitales foráneos. Los bancos locales administran depósitos cercanos a 43.000 millones de libras, equivalentes a unos 55.000 millones de dólares. Para dimensionar: esa masa de depósitos multiplica por más de cinco el PBI anual de la isla. Se trata fundamentalmente de fondos de no residentes, una enorme liquidez internacional atraída por las condiciones fiscales. Intervención estatal Una idea común es pensar que los paraísos fiscales encarnan modelos de Estado mínimo, próximos al ideal libertario de nula intervención gubernamental. Sin embargo, la realidad manesa contradice ese estereotipo. A pesar de su baja tributación, la Isla de Man sostiene un Estado de bienestar al estilo europeo, con un gobierno activo en la provisión de servicios públicos y en la regulación económica cuando la situación lo amerita. Un ejemplo elocuente ocurrió en 2018, cuando el gobierno manés decidió nacionalizar la compañía naviera local para resguardar un interés público estratégico. La empresa Isle of Man Steam Packet, encargada de las conexiones por ferry con el Reino Unido e Irlanda, estaba en manos privadas. En mayo de 2018, tras un debate en el Tynwald, el gobierno desembolsó 124 millones de libras para comprar el 100% de las acciones de la naviera. La operación buscó garantizar la conectividad marítima de la isla a largo plazo. Desde entonces, la Steam Packet Company opera bajo control público, y las autoridades locales aseguran haber obtenido la estabilidad de servicio deseada. Este rescate revela que, incluso en una jurisdicción pro-mercado, el Estado no duda en actuar cuando se trata de asegurar infraestructuras esenciales. La Isla de Man ofrece a sus residentes servicios sociales comparables a los de cualquier país desarrollado. Existe un sistema de salud y educación pública; se pagan pensiones estatales y se aplican subsidios o ayudas en vivienda y desempleo. El actual ministro del Tesoro manés, Alex Allinson, en la conversación que mantuve en Isla de Man, se ha declarado a favor de mantener un sólido Estado de bienestar. Es decir, la Isla de Man no es un experimento de Estado mínimo, sino que intenta atraer capitales con un piso de bienestar para sus ciudadanos. El costo global La proliferación de jurisdicciones como la Isla de Man plantea críticas por su impacto negativo en el resto del mundo. Estos refugios fiscales erosionan la recaudación de los países de origen de los capitales, facilitando la elusión o evasión de impuestos. En esencia, permiten que las fortunas y rentas generadas en otras jurisdicciones se reubiquen artificialmente allí para aprovechar la tributación nula. Esto desfinancia a los Estados donde efectivamente se produce la riqueza, mermando los recursos disponibles para educación, salud, infraestructura y demás bienes públicos. El caso de la Isla de Man ilustra varias de estas prácticas. Empresas multinacionales pueden registrar ganancias contables en filiales manesas, aunque los ingresos provengan de otros mercados. Personas de alto patrimonio pueden esquivar impuestos a la herencia trasladando sus domicilios fiscales a la isla antes de un traspaso generacional. La Isla de Man, presionada por el Reino Unido y la OCDE, firmó acuerdos de intercambio automático de información financiera con decenas de países, incluida la Argentina. Estos avances han mitigado en parte su uso para evasión ilegal. Sin embargo, la crítica hacia la Isla de Man y sus pares es que compiten fiscalmente de forma dañina para la cooperación global, atrayendo capitales con promesas de impuestos cero que terminan socavando la recaudación de otros países y exacerbando la desigualdad. (*) Guido Agostinelli es economista, autor del libro “Experimento Libertario y Falacias Libertarias”. Este artículo fue publicado originalmente en el diario Página/12.

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