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  • “Mamá no esperaba ningún reconocimiento: lo suyo era una pasión”

    Gualeguay » Debate Pregon

    Fecha: 19/10/2025 15:00

    —Mi nombre completo es María de la Luz Manauta Herrero. Herrero por mi madre. Y mi vínculo con la escuela es justamente ese: el nombre que lleva, Francisca Herrero de Manauta, que era mi mamá. Yo vengo a ser la última descendiente directa de ella, que tuvo seis hijos. Yo soy la más chica. El primero fue Juan José, el escritor, el más famoso de la familia. El hermano famoso, sí, pero también muy familiero. Venía seguido, sobre todo a mi casa. Yo era su regalona, porque él era el más grande y yo la más chica. Nos llevábamos más de quince años. Viví en Gualeguay hasta alrededor del año 1960, quizás un poco más. En ese momento vendimos la quinta y, en el 67, me fui a Paraná, donde estaba mi esposo. Viví allí un tiempo, luego pedí el traslado a Concordia por dos años y después me establecí definitivamente en Gualeguaychú, donde ya hace más de 55 años que vivo. Soy de otro siglo —bromea—. Papá y mamá eran del siglo XIX: él nació en 1891 y ella en 1895. Me enteré de que la escuela llevaba el nombre de mamá tiempo después, cuando dos sobrinas —Lucy Guerra y Adriana Manauta, hija de Juan José— vinieron a Gualeguay y me contaron. Me quedé asombrada. Queríamos venir a traer algo, colaborar, pero la familia es grande y nunca lográbamos ponernos de acuerdo. Siempre supe que esta escuela necesitaba ayuda. Era una escuela humilde, y el Consejo General de Educación muchas veces no mandaba lo suficiente, o directamente no mandaba nada. “Ella quería sacar al niño humilde del analfabetismo” —Increíble, increíble —dice cuando se le pregunta qué siente al ver el nombre de su madre en la escuela—. Cuando miro y veo Escuela N°14 Francisca Herrero de Manauta no lo puedo creer. Mi mamá era docente, pero más que nada de primaria. Su gran objetivo era sacar al niño humilde, al niño de los barrios, del analfabetismo. Esa era su premisa, lo que quería hacer a toda costa. Cuando se casó, vino a vivir a una escuela de los suburbios, la Escuela N°8. Esa escuela tenía casa para el director o la directora, así que se mudaron allí con papá. Se habían casado en enero de 1919. En esa escuela nacieron los primeros hijos: Juan José, María Dolores, Elsa Nidia y Miguel Alfredo. Los dos últimos —mi hermano y yo— ya nacimos cuando se mudaron a una casa muy amplia, con negocio adjunto, en calle Belgrano. Era un almacén de ramos generales que abastecía a varias estancias durante todo el año. Se pagaba una vez al año, si venía bien la cosecha. Un sacrificio enorme, pero les fue bien. Mamá ejerció la docencia durante cuatro años en Victoria, recién recibida. Era muy joven y se fue a vivir allá, a una pensión de señoritas y maestras. En esa época, una maestra debía vestirse de cierta forma, comportarse con estrictas normas. No podían tener amistades con varones. Era muy riguroso todo. Se recibió en 1913, y luego volvió a Gualeguay, donde le dieron la dirección de la Escuela 8. Mi hermano siempre contaba las cosas que vivió y observó en aquellos años. Tiene un poema precioso, El hambre, que lo pinta todo de cuerpo entero: lo que era el hambre real, no las ganas de comer, sino la necesidad de cosas que sabías que mañana tampoco ibas a tener. “Hay que estudiar, hay que estudiar” Mamá adoraba a su hijo escritor, pero no porque fuera escritor, sino porque valoraba la cultura, fuera del tipo que fuera. Le encantaba la gente culta. Siempre decía: *“Hay que estudiar, hay que estudiar.”* Nuestra quinta estaba cerca de la casa de los Martinucci. Teníamos la casa principal, una casa para el quintero, y una pileta enorme que papá usaba, fuera del verano, para juntar agua y regar. Era una quinta preciosa, con verduras de todo tipo, incluso alcauciles y otras que no eran tan comunes. “Nunca esperó ningún reconocimiento” —Sí, es la primera vez que piso la escuela —dice emocionada—. Había pasado por el frente y había visto fotos, pero nunca había entrado. Mamá estaría tan orgullosa, tan asombrada… porque ella no esperaba nada. En lo que hacía nunca esperó reconocimiento. Para nada. Era su pasión. La vieja Escuela 8 no era la misma que la actual. Frente a ella vivía don José Vitale, que tenía un taller de reparación de autos y traía vehículos 0 km. Él y su esposa, Elvira, fueron grandes mecenas para la escuela. Muy generosos. Durante muchos años, don José fue presidente de la cooperadora, impulsado por Elvira. Antes se hacía el censo escolar, y ella participaba activamente. Había que censar a los chicos en edad escolar, ver quiénes iban, quiénes habían dejado y por qué. Pero lo más admirable era que enfrentaba a los padres que no querían mandar a sus hijos. Les decía: “Usted no puede decir eso. No tiene derecho, porque los derechos los tiene ese chico. Usted tiene que mandarlo. Son pocas horas, pero es su obligación.” Y si el problema era la falta de recursos, buscaba la manera. “¿Qué le hace falta?”, preguntaba. Si era calzado, conseguía unas alpargatas; si era el guardapolvo, lo mandaban igual hasta que se pudiera comprar uno. Todo lo necesario —cuadernos, lápices, pizarras— lo proveía la cooperadora de la escuela, que en esa época era fundamental. Con el dinero recaudado no sólo se mantenía el edificio, sino que también se ayudaba a los chicos que más lo necesitaban. En el cierre una anécdota que la pinta de cuerpo entero: “Cuando se inauguró la Escuela Victoriano Montes (La escuela primaria de tablas) yo estuve. Hay una foto me parece. Era muy chiquita, habré tenido diez años. Fui de guardapolvo. Mamá estaba atrás. Ella me dijo: “Se inaugura una escuela y yo di mi palabra que vas a leer una poesía. “Ay mamá, pero me queda poco tiempo“. No tenía tiempo en leer la poesía, pero quería saberla bien. Elegí entre esa que dice “Oh, Victoriano E. Montes” y la tejedora de Ñandutí. Y después en la reinauguración vine también porque me invitaron y les agradecí tanto por traerme esos recuerdos hermosos. Me contó un pajarito que viene del futuro que después de esta nota querrán invitarla de vuelta. Es un verdadero placer poder conversar con esta mujer con su memoria fresca de personajes tan importantes para nuestra cultura y nuestra educación. El recuerdo de su madre es nuestro homenaje en la fecha.

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