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  • Cuando la Tierra respira hongos

    » Diario Cordoba

    Fecha: 19/10/2025 02:06

    Con las primeras lluvias del otoño, algo despierta bajo nuestros pies. Mientras muchos celebran el olor a tierra mojada o los tonos dorados del paisaje, otros saben que ese es el momento en que los hongos deciden «salir de casa». Durante la mayor parte del año, su verdadero cuerpo (una red microscópica de filamentos llamada micelio) permanece oculto bajo el suelo, alimentándose de hojas, raíces y restos orgánicos. Solo cuando la humedad y la temperatura son las adecuadas, ese mundo invisible se manifiesta en forma de setas. Para nosotros es un espectáculo estacional; para la naturaleza, una estrategia vital que lleva millones de años funcionando. Si desaparecieran los hongos, el planeta colapsaría. Sin ellos (ni bacterias), la materia muerta se acumularía sin descomponerse. Los hongos no hacen fotosíntesis ni comen como los animales: absorben nutrientes al descomponer lo que antes estuvo vivo. Son los grandes recicladores del planeta, los encargados de convertir la muerte en fertilidad. En los bosques, el micelio forma una auténtica red subterránea que comunica árboles y plantas, permitiéndoles intercambiar señales químicas y nutrientes. Algunos científicos la llaman «la wood wide web», la red análoga a Internet de la naturaleza. A través de ella, un viejo roble puede enviar azúcares a un brote joven que crece en la sombra, o alertar a otros árboles sobre la presencia de insectos o patógenos. Bajo la superficie, el bosque se habla en lenguaje fúngico. Durante mucho tiempo se creyó que las plantas fueron las primeras en colonizar la tierra firme. Pero los hongos llegaron antes. Estudios genéticos y moleculares revelan que estos organismos se establecieron en la superficie terrestre millones de años antes que las plantas, preparando el terreno -literalmente- para ellas. Al descomponer rocas y minerales, generaron los primeros suelos fértiles. Sin su trabajo silencioso, las raíces vegetales jamás habrían encontrado un lugar donde crecer. Aunque su apariencia inmóvil los hizo pasar por vegetales durante siglos, la ciencia moderna ha demostrado que los hongos están más emparentados con los animales. Comparten con ellos la quitina, la sustancia que forma el caparazón de insectos y crustáceos. Ambos proceden de antiguos organismos acuáticos flagelados, pequeños seres que se movían libremente hasta que los hongos decidieron asentarse en tierra firme y tejer el mundo bajo nuestros pies. Los hongos son, en realidad, los arquitectos ocultos del planeta. Transforman la materia, reciclan nutrientes, sostienen los ecosistemas y contribuyen incluso a regular el clima. Sin ellos, la Tierra sería un lugar muerto y estéril. Pero también son aliados invisibles del ser humano. Desde las levaduras que fermentan el pan y el vino, hasta los mohos que originaron los antibióticos, los hongos han acompañado nuestra historia silenciosamente. En los últimos años, incluso se exploran sus aplicaciones en la fabricación de bioplásticos, materiales de construcción biodegradables e innovaciones médicas. En cierto modo, volvemos a mirarlos con el respeto que merecen: no como simples curiosidades del bosque, sino como los verdaderos ingenieros de la vida. La próxima vez que veas una seta en el bosque, recuerda que no estás ante un simple fruto otoñal, sino frente a la parte visible de una red subterránea que mantiene viva la Tierra desde hace cientos de millones de años. El otoño, con su aire húmedo y sus colores cambiantes, no solo nos anuncia el fin del verano. Es también el momento en que la Tierra respira hongos. Y nosotros, sin darnos cuenta, respiramos con ella. *Catedrática de Botánica de la Universidad de Córdoba

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