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» Diario Cordoba
Fecha: 19/10/2025 02:05
Nunca había escuchado una versión de Into my arms, la preciosa canción en la que Nick Cave se duele de sus rupturas con Viviane Carneiro y PJ Harvey apelando a ese Dios intervencionista en el que dice no creer. Hasta hace unos días. Lo hice en la oscuridad de una pequeña sala de cine, rodeada de gente y, sin embargo, abrazando la soledad de la experiencia propia, durante la proyección de una película honda y profunda que aún no he conseguido asimilar del todo. Se trata de Los domingos, escrita y dirigida por Alauda Ruiz de Azúa, cuya sensibilidad desborda los límites de la pantalla, pequeña, grande, en un perfecto y delicado equilibrio hasta llegar al espectador, que asiste, entre aturdido y emocionado, a la comunión con la creadora, dejándose llevar por ella, de su mano, sin soltarla. Los encargados de entonar, en mitad del filme y al final, mientras los títulos de crédito se van desplegando, las poéticas y conmovedoras letras de Cave son los jóvenes integrantes de un coro al que pertenece Ainara, la protagonista, huérfana de madre desde niña, educada en un colegio de monjas, y que a los 17 años (esa es la clave, su minoría de edad) cree escuchar, sentir, mejor, la llamada de Dios. Criada en un entorno familiar cerrado, aunque no opresivo, con dos hermanas más pequeñas y un padre ausente en lo emocional, como casi todos los hombres de su generación y las anteriores, encuentra consuelo frente a la pérdida, esa herida que nunca se cierra, en la fe que su madre profesaba, intuimos, con fervor. O quizás no se trate de eso. Puede que su vocación, su deseo de ingresar en un convento de clausura, no sea un refugio para aliviar el dolor, ignorarlo, mantenerlo en el voto de silencio que requieren los hábitos para poder escuchar su palabra, la de Dios. Tal vez Ainara crea, pese a que a mí me resulte imposible creerlo. En ese lugar de cuestionamiento, a mí misma, mis convicciones y prejuicios, sobre todo estos, me colocó Alauda, que al recoger la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián aseguró que ama el cine porque le ha enseñado a mirar desde otro lado. «Intentar entender algo no significa validarlo», dijo, describiendo el cine, el arte, añado, como «un espacio de encuentro, de reflexión y de debate». Es extraordinario lo que consigue con esta historia, inspirada en otra que conoció en su juventud y cuya complejidad narrativa, por el material con el que trata, la religión y sus implicaciones, tanto sociales como educativas, podría haber dado al traste con su propósito, ese de observar desde otro lugar lo que te resulta diferente para poder comprenderlo. El cine de Alauda es un espejo, su cámara, cómo la coloca, cómo filma, cómo cuenta, en definitiva, devuelve a cada espectador un reflejo muy particular, el de su propia vida. Así me sentí yo, que podría haber sido Ainara, es posible que durante un tiempo lo fuera, y ahora desdeño y juzgo, desde la cómoda distancia de una supuesta superioridad, moral, intelectual, a quienes, como mi hermana y gran parte de mi familia materna, siguen profesando la fe en la que crecí. Esa noche me alejé del juicio que tantas veces ejerzo, aunque me cueste ser consciente de ello, reconocerlo y reconocerme. Los domingos se estrena el 24 de octubre. Vayan a verla. Créanme, no es solo cuestión de fe. *Periodista y escritora
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