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Parana » Informe Digital
Fecha: 18/10/2025 22:56
Javier Milei atraviesa su último fin de semana de campaña legislativa ungido en un presente que está lejos de marchar acorde al plan. El presidente está siendo testigo del ataque externo e interno que padece su gobierno, instancia que lo obligó, a regañadientes, a ponerse al frente de las actividades proselitistas que hubiese optado por reducir. La presión resultadista, un sentimiento que el libertario pondera del mítico Carlos Salvador, condiciona a un oficialismo que desde hace semanas sabe que nada volverá a funcionar como hasta ahora. Ni el Congreso, ni el gabinete, ni la gestión. Este fin de semana, Milei recorrió Santiago del Estero y Tucumán junto a sus candidatos provinciales. El viernes lo hizo en Tres de Febrero, junto a Patricia Bullrich y Diego Santilli, quienes también lo acompañarán el próximo miércoles en un acto compartido que funcionará para cerrar la campaña tanto de la Ciudad como de la Provincia de Buenos Aires. Al día siguiente todos viajarán a Santa Fe para dar el último gran show de un espectáculo proselitista que dejó más heridos que aplaudidores. Foto: Antonio Becerra La derrota por casi 14 puntos en territorio bonaerense inauguró para el gobierno una seguidilla de traspiés de los que nunca logró recuperarse. El triunfo de Fuerza Patria envalentonó a una oposición que olió sangre y sacudió a los mercados que hasta ese entonces se jugaban un pleno por el león. Tras cartón, la renuncia obligada de José Luis Espert, luego de comprobarse sus vínculos con el presunto narcotraficante Fred Machado, sólo empeoró la situación. La inestabilidad obligó al oficialismo a correr detrás de la billetera de Donald Trump, que exigió cambios y triunfos. Todo mientras en el gabinete se arrancaban los ojos. Foto: Presidencia El esquema triangulado de poder que funcionó por casi dos años agotó su vida útil. La interna indisimulada entre Santiago Caputo y Karina Milei hizo metástasis en todos y cada uno de los escalafones de poder. Inauguró, en las últimas semanas, una nueva guerra fría entre quienes hasta hace poco tiempo funcionaban como un tándem. Las exageradas tareas que asumió el asesor presidencial con mayor poder que el país tenga memoria dejaron de estar articuladas con las que cumple Guillermo Francos. El jefe de gabinete, quien hasta hace un tiempo era catalogado como el moderado de la gestión, empezó a dar muestras de desacato emocional, impulsadas por el destrato al que se siente empujado. Francos no sólo le exigió en vivo y en directo al gurú libertario que ponga la firma en las decisiones de gobierno, también orquestó, en silencio, el reencuentro entre Milei y Mauricio Macri, enemigo número uno del heredero del duranbarbismo. El titular de los ministros está convencido de que la llegada del ex presidente logrará equilibrar la balanza en su favor. Lo que ignora es que desde el primer piso de Balcarce 50 harán lo imposible por dejar afuera del perímetro gubernamental al bostero. “Así no se puede seguir”, coinciden ambos campamentos. La decisión final es del presidente. El veredicto se leerá el 27 por la mañana, luego de los porcentajes que devuelvan las urnas. Sea cual sea el resultado, el gobierno sabe que no hay más margen para seguir esquivando el reordenamiento que desde el círculo rojo nacional y norteamericano exigen con desesperación. Por eso, una vez conformado el nuevo Congreso, el oficialismo concretará el dilatado interbloque con el PRO. La intención, además, es lograr sumar a los aliados del radicalismo devenidos en libertarios, el MID y los bloques federales que responden a los gobernadores. Según especificaron fuentes del gobierno a este diario, una vez pasado el período electoral, se apostará por entablar negociaciones con Martín Llaryora (Córdoba); Maximiliano Pullaro (Santa Fe); Ignacio Torres (Chubut); Gustavo Valdés (Corrientes); Carlos Sadir (Jujuy) y Claudio Vidal (Santa Cruz). Durante el primer año de gestión, los mandatarios ahora aglomerados en Provincias Unidas fueron fundamentales para la consagración del éxito legislativo de Milei que, hasta hace algunos meses, parecía imparable. El año impar y una seguidilla de incumplimientos obscenos rompieron la concordancia que la Casa Rosada había logrado mantener con los caciques, otra complicación para un Ejecutivo que no hace más que recibir pálidas. Foto: Antonio Becerra Milei y su mesa chica entienden de memoria que la segunda parte de su gestión estará condicionada por la buena voluntad ajena. Por eso esta vez las cosas se harán diferentes. Como adelantó este medio meses atrás, el gobierno promete reabrir la billetera para los bienaventurados que decidan acompañarlo en su travesía por el desierto. Los compromisos para disponer de lugares claves en el organigrama estatal también están a la orden del día. Los encargados de seducir a los todavía reticentes son el presidente del PRO, Cristian Ritondo, quien desde hace meses se convirtió en el favorito del Salón Martín Fierro, y los gobernadores Rogelio Frigerio (Entre Ríos) y Alfredo Cornejo (Mendoza), que ofician de celestinos entre la Casa Rosada y el Consejo Federal de Inversiones. El gancho lo comparten, por ahora, Santiago Caputo y Guillermo Francos. La institucionalización de este abroquelamiento que, en rigor, está en marcha desde hace meses, responde estrictamente a las exigencias que el Tío Scott (Bessent) impuso a Luis Caputo para desembolsar los preciados dólares. Este interbloque buscará dar la gran muestra de gobernabilidad que precisan los mercados y Estados Unidos para seguir bancando el proyecto libertario. Y también garantizará el avance en línea recta hacia la reforma laboral y tributaria, al tiempo que, en caso que la oposición aumente su músculo, el oficialismo podrá seguir gobernando por decreto asegurándose un piso de 89 bancas que le permitan cuidar los vetos presidenciales. Dólares y poder. ¿Todos felices?. «
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