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» Diario Cordoba
Fecha: 18/10/2025 16:01
Llueve siempre a cántaros en la poesía de luz del gran Pablo Guerrero. Cómo vamos a extrañarte, Pablo, quién va a recordarnos desde ahora que es tiempo de vivir, de soñar y de creer. Seguimos sin saber quién nos ata los vuelos a la tierra, aunque estemos hechos de nubes demoradas en la calma lenta de un sol gris. Dame la mano y vamos a sentarnos bajo cualquier estatua, porque aún tiene que llover. Sin embargo, en la muerte de Pablo Guerrero no ha habido memoria democrática: porque esta canción fue, y sigue siendo para quienes la recuerdan, o para quienes la escuchan por primera vez, el himno que anunció la nueva vida. Tiene que llover, tiene que llover. Tiene que llover a cántaros de una libertad recuperada. Hay señales que anuncian que la siesta, pero también la fiesta, se acaba: pero siempre hay que doler de la vida hasta creer que tiene que llover a cántaros. Igual que Pablo Guerrero recordaba a Pepe Rodríguez, el de la barba en flor, yo también recuerdo a Pablo ahora en muchos escenarios: en La Latina con Rodolfo Serrano, comiendo en alguna taberna o yendo de librerías. Entramos en Méndez y en la Alberti, lo recupero en sus libros de poesía: Escrito en una piedra, Sin ruido de palabras, Los cielos tan solos, ¿No son copos de nieve? o Los cielos tan solos. O el que publicó en Córdoba la colección Utopía: Pablo Guerrero en ese ahora. Ahora, cuando escribo, hago una pausa y los cojo, todos, entre mis manos, con la sensación de sostener el alma de un hombre. Cuánto de Pablo Guerrero hay en su poesía, que es quizá su canción menos cantada. Pero quién no ha entonado Dulce muchacha triste: «La recuerdo muy bien / Y no porque en sus labios / Se trajera cerezas / De los valles del Jerte (…) Me aseguraron / Que envejeció de pronto / Y se paró a dormir al lado de un camino». Al borde de un camino esperaremos siempre a Pablo Guerrero, porque nada es fácil, y tampoco la vida. Seguiremos buscando a la gente de mañana en un lugar de sol, una especie de nuevo paraíso ahora, en que todos podamos entendernos. El mejor homenaje se lo hizo Ismael Serrano en un disco precioso con versiones de sus temas míticos: Hechos de nubes, con los cantautores de ayer y hoy. Te veo cantando en el concierto en el Olimpia de París, siempre generoso, recitando un poema de Las Ollerías en el Libertad 8 o en la grabación del disco de Alberto Ballesteros La canción del jinete eléctrico, y acabo con tu voz: «Hoy que te amo, mujer, amiga y compañera / Vamos a creer que nuestras manos crecen / Y que tenemos mil dedos o diez mil, y que todos / Son como antorchas que a la noche amanecen». Hoy que te amo, mujer de verdad buena, voy a incendiar el aire, con la risa y el beso de tu voz y la mía. *Escritor
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