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  • Todo o nada: el requisito de Trump reflota una máxima sanmartiniana

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 15/10/2025 00:33

    Tendrás todo el dinero que anhelas, pero si eres desposada por el príncipe heredero del trono. La frase fue pronunciada en incontables oportunidades durante la era oscura de la civilización occidental, un tiempo en que las naciones más débiles buscaban la protección de las más fuertes hasta convalidar actos de dominación como los descriptos por la doctrina maquiavélica que proponía un juego de seducción, estrategia y guerra para acrecentar el poder de un pueblo sobre otro. Han transcurrido siglos y siglos, pero la lógica del sometimiento sigue vigente en ejemplos como el de Estados Unidos y Argentina, en un tiempo de liderazgos mundiales desafiados por la multipolaridad donde se ha reducido el margen para las arbitrariedades de un poderoso que ya no lo es tanto. Estados Unidos ya no puede aferrarse al garrote de Theodore Roosevelt para mandar a su gusto y paladar en el Cono Sur. Ahora existe China, y detrás de ella otros gigantes como Brasil e India. Ya pasaron las épocas en que todo podía resolverlo con una bomba atómica. Ahora la potencia del norte puede hacer gala de su influencia al facilitar la pacificación en los escritorios diplomáticos, como en Gaza, pero ya no tiene el poder concentrado en sus manos, pues ha perdido escenarios para desplegar sus antiguos aires de omnipotencia salvo en un terreno: el lúdico. Allí juega al tío rico y desalmado que ilusiona al pobre sobrino con 100 dólares para entregarle, cual tahúr de la trampa, un billete de utilería. Es lo que hizo Donald Trump con Volodimir Zelensky cuando, en febrero, lo convocó para firmar un acuerdo económico y terminó por prepotearlo mientras le echaba en cara su ayuda en el conflicto bélico Ucrania-Rusia. Con otro tono pero con el mismo impudor, invitó a una reunión de Estado a su colega argentino, Javier Milei, para sellar un entendimiento por el cual la superpotencia norteamericana asistiría con dólares suficientes al gobierno libertario de modo que atravesara el desfiladero electoral mejor pertrechado, pero cuando todo hacía prever un festín pantagruélico de dos grandes amigos, apareció el inefable tío Donald con el inesperado requisito: si ganas las elecciones, lo tendrás todo. De lo contrario, nada. Los bonos argentinos comenzaron a desplomarse instantáneamente en el mercado de valores ante la evidencia de que el apoyo estadounidense se materializaría con una condición que Milei no garantiza de ninguna manera. El jefe de Estado argentino podría, llegado el caso, desembarazarse de los negocios con China (otra de las condiciones trumpianas), pero no puede torcer la voluntad popular porque, hoy por hoy, carece de atributos para materializar una reconciliación instantánea con el electorado que dejó de votarlo como consecuencia de un ajuste despiadado, devastador para la capacidad de consumo de la clase media trabajadora. ¿En qué quedamos tío Donald? ¿Ponés la tarasca o no? Deberías comprender que tu amigo Javier no pasa por su mejor momento, que las denuncias por presunta corrupción lo desacreditaron al punto de que ni sus hechizos de rockstar surten efecto y que la ayuda del Tesoro norteamericano no está pensada como autopista para alcanzar el triunfo electoral en el corto plazo, sino como combustible para continuar una gestión que, después de un posible traspié de medio término, necesitará reconstruirse mediante una reformulación de su gabinete, retoques del tipo de cambio y la producción de alternativas de crecimiento menos faquirianas. Porque a Milei le quedan dos años por delante y estaría bien que pudiera completar su mandato sin sobresaltos, pero para eso es necesario que su mecenas estadounidense aterrice en la realidad de un escenario electoral que pareciera no comprender. Trump creyó en su momento que su amigo despeinado iba por la reelección y ayer, de pronto, volvió a desnudar su despiste cuando felicitó al libertario por “sus cuatro años de gestión”. Con ese nivel de desinformación queda claro que actúa desde el desconocimiento, acicateado por Scott Besent, el secretario del Tesoro que armó este alambicaje de auxilio económico junto con su homólogo Toto Caputo, cuyos intereses no se enfocan en la gente sino en el universo trader. ¿Es que acaso no saben que por las venas de los argentinos circula un líquido rojo que además de glóbulos y plaquetas transporta un sentimiento de orgullo nacional expresado en justas deportivas, guerras y expresiones populares de nacionalismo incombustible? Si no lo saben, deberían. En estas tierras se rinde honores a héroes que renunciaron a la riqueza en nombre de la emancipación. Desde Belgrano, que pagó su último tratamiento médico con un reloj, hasta San Martín, que arengó a su tropa con la célebre frase que todavía se pronuncia cuando la doncella reniega del heredero para huir con el puestero: “En pelotas, pero libres”.

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