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» La Capital
Fecha: 14/10/2025 19:43
El fiscal Lisandro Artacho con su equipo en la audiencia de preparación del juicio por el crimen de Ivana Garcilazo. Pidió 30 años de prisión para los acusados. La foto de Ivana Garcilazo en las remeras, los tres acusados de su muerte en una pantalla, el sol de la mañana que se cuela a medias en una sala judicial. La audiencia preliminar por el crimen de la joven hincha de Rosario Central no sólo anticipó imágenes de lo que será el juicio oral, sino también los argumentos y estrategias jurídic as en disputa en un caso que toca una fibra sensible en la ciudad de Rosario. El repaso de la causa penal a lo largo de cuatro horas ofreció una reconstrucción detallada del antes, durante y después de ese ataque a piedrazos cometido hace dos años por hinchas de Newell’s contra una víctima al azar que la acusación situó al borde de un “crimen de odio”. En lo formal, el juez Fernando Sosa aceptó las acusaciones y ordenó que se realice un debate oral y público ante un tribunal, previsto para marzo o abril. E xtendió un año más, de forma extraordinaria, los arrestos preventivos de dos acusados con los plazos al límite: Ariel Matías Cabrera , quien se entregó a doce días del hecho, y Juan José Masson , a casi un mes. El tercero es Damián Reifenstuel , detenido en febrero pasado en Bolivia tras permanecer más de un año prófugo. El magistrado rechazó un sorpresivo planteo de una de las defensas para que el caso sea sometido a un juicio por jurado. La audiencia se desdobló para discutir, en fecha a fijar, las evidencias a presentar en el juicio. El grueso son las declaraciones de más de sesenta testigos, el contenido de treinta cámaras de vigilancia y pericias telefónicas. “Lo que se ha expuesto son interpretaciones de los hechos”, dijo Sosa al sintetizar, sin valorarlos, los planteos en pugna. De un lado, el fiscal Lisandro Artacho señaló que el ataque cometido por hinchas de Newell’s tras ver el clásico por televisión fue resultado de un plan común y un acuerdo previo para agredir a un rival ante una derrota. Pidió 30 años de prisión para los tres acusados como coautores de un homicidio simple, que se considera agravado por ocurrir en ocasión de un espectáculo deportivo. Requirió además la inhabilitación perpetua de los acusados para concurrir a los clubes involucrados en el caso. Consideró que es un hecho cercano a un crimen de odio, si bien no ingresa en esa calificación jurídica. El querellante Marcos Cella subió la apuesta y pidió 33 años de prisión bajo el mismo encuadre. Consideró que una víctima vulnerable e indefensa, múltiples autores, conductas evasivas y “lo absurdo del delito” justifican esa expectativa de la familia de la víctima. Que, al igual que en otras instancias, estuvo presente. Silvina Garcilazo, hermana de Ivana, confió que afrontaron el trámite “con mucha tranquilidad, confiando en la Justicia”, aunque “estas audiencias duelen porque hay que volver a revivir todo”. Del otro lado, aún con sus matices, las defensas particulares desplegaron sus ejes en discusión. Uno es la calificación legal. Para los defensores se trató de un homicidio en agresión o en riña, con pena máxima de 6 años de prisión, que se usa cuando varias personas matan a alguien en medio de un tumulto y no se puede identificar al autor. Figura que en Rosario se aplicó, por ejemplo, ante el linchamiento barrial de 2014 a David Moreyra en barrio Azcuénaga. Otro aspecto controvertido fue el de la coautoría funcional. El fiscal planteó que hubo una actuación conjunta de los agresores. Dijo que no se pudo saber quién arrojó el piedrazo letal, pero actuaron “en un plano de igualdad” y con una motivación común, atacar a un rival. “Quizás ni ellos saben quién fue”, indicó antes de concluir que “es indiferente cuál de los tres le pega. Fue un ataque simultáneo que aumentó el riesgo”. Los penalistas Sergio Larrubia, Pablo Bedouret, Bárbara Reinoso, Juan Ignacio Ríos y Luciano Zisele replicaron que no pueden responder tres personas distintas por un solo piedrazo. Dijeron que los cascotes no se incautaron. Y que difícilmente los acusados pudieran ponerse de acuerdo para cometer un delito con dolo eventual, es decir, cometido sin el objetivo de causar una muerte pero representándose como posible ese resultado. De la reunión a la esquina El caso que desde las 8 de este martes se evocó en la sala 7 del Centro de Justicia Penal escapa a las lógicas de los crímenes que suelen abordarse allí, más ligados a dinámicas del crimen organizado. El perfil de los acusados es atípico. Profesor de educación física y preparador físico, Cabrera era coordinador de las inferiores del club Social Lux. Reifenstuel es técnico en preservación ambiental, docente y profesor de química. Masson, al que le dicen “Tuerca”, es comerciante y vivía con sus padres. Los tres se juntaron la tarde del 30 de septiembre de 2023 en la casa de un hermano de Masson a ver el clásico que se jugó en el estadio de Rosario Central, que venció 1 a 0 a Newell's con un gol de Ignacio Malcorra de tiro libre en el complemento. Desde esa reunión en Iriondo y Catamarca, dijo el fiscal, fueron caminando hasta la esquina de Montevideo y Ovidio Lagos, zona donde los ubicó el posicionamiento satelital de sus celulares. Ivana Paula Garcilazo, de 32 años, volvía en moto hacia su casa luego de presenciar el partido en el Gigante de Arroyito. Llevaba ropa con los colores de Central. Las filmaciones de la cuadra dan cuenta de que algunos simpatizantes pasaban tocando bocina o agitando banderas. Al ver venir a Ivana, según Artacho, los agresores levantaron escombros de una vereda rota y los arrojaron contra la mujer. En una inspección posterior a la escena se encontraron allí baldosas sueltas de 15 centímetros por 15 y un peso de 1,200 kilo. El impacto del bloque de material contra la cabeza hizo desplomar de la moto a Ivana. Cayó inerte, como si el golpe la hubiera nockeado. Dos de los agresores se fueron corriendo. Cabrera se acercó al novio de la víctima, que circulaba detrás de ella. Según el fiscal, para atacarlo. Según la defensa, para auxiliar. El muchacho golpeó a Cabrera con la linga de la moto, el hincha de Newell’s se la quitó y en la huida la arrojó contra un árbol. Ivana murió a causa de un traumatismo encefalocraneano. Los testigos y el entorno De esa situación hay cinco testigos. Tres iban en un auto y contaron que estaban frente al semáforo esperando luz verde cuando vieron que tres sujetos tomaron piedras y esperaron a que la mujer comenzara a circular para lanzárselas. Un cuarto es el novio de Ivana, Daniel, quien relató el forcejeo con la linga. El quinto es un taxista que mientras llamaba al 911 persiguió a dos de los atacantes. Luego se dividieron y siguió al que estaba vestido con remera o buzo rojo y una campera negra a la cintura —así iba Reifenstuel—, al que no alcanzó detener pero le gritó: “Quedate tranquilo que la mataste”. Otros aportes clave llegaron del entorno íntimo de los acusados. Cuando el video del ataque circuló por los medios, la pareja de Cabrera contó en Fiscalía que convivían desde hacía diez años en Ybarlucea. Al reconocerlo en la filmación lo llamó. Su novio le dijo que había estado en el lugar pero no era el autor del piedrazo. Usaba pelo largo y colita desde hacía seis años, pero al ser detenido se había cortado el pelo. Un hermano de Masson reveló que la reunión previa había sido en su casa. Había otros dos amigos. “Tomaron alcohol, flores y cocaína todo el tiempo”, dijo uno de ellos. Sostuvo que, cuando se estaban por ir, los ahora detenidos dijeron: “Si tenemos suerte encontramos a alguien y nos peleamos”. A lo que él respondió: Nno sean pelotudos que si matan a alguien van treinta años en cana”, línea de diálogo que el abogado de Masson desmiente. Se suman los relatos de tres conocidos de Cabrera que lo cruzaron caminando, shockeado, en la zona del Palomar. “Boluda, le reventé la cabeza a un «sina» —dijo aludiendo en jerga a un hincha de Central, al que se refirió siempre como un varón—. "No sé qué hacer”. Lo vieron “como ido, desencajado”. Los hinchas leprosos llamaron entonces a Reifenstuel, a quien también conocían, y armaron una reunión en su casa de Pérez antes de llevar de regreso a Cabrera a Ybarlucea, ya de madrugada.
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