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» SL24
Fecha: 13/10/2025 14:01
Facebook Twitter LinkedIn WhatsApp Por primera vez desde 1967, el antiguo refectorio, el comedor de los franciscanos que sirvió también como enfermería durante la Batalla de San Lorenzo, volvió a usarse para compartir una comida, en un evento que combinó alta gastronomía, historia viva y emoción patriótica. El encuentro, organizado por el event planner Yamil Amado junto al grupo de carnicerías Sanmarti, reunió a unas sesenta personas en un banquete de once pasos inspirados en la tradición franciscana. La propuesta fue única: cenar en el mismo espacio donde San Martín planificó la única batalla que libró en suelo argentino, en 1813. La recepción se realizó en el patio del convento, bajo la arboleda y con la Orquesta Municipal interpretando folklore casi a oscuras, apenas iluminada por luces tenues. Allí se sirvieron espumante, croquetas de surubí, empanaditas de pollo y un gravlax de salmón que abrió el apetito y el asombro. Luego, los invitados ingresaron al refectorio, ambientado con velas, manteles blancos, bancos largos y música clásica, con una imponente gigantografía del General San Martín presidiendo la escena. El menú fue un desfile de sabores poco comunes: ballotina de pavita, escabeche de conejo sobre pan de zanahoria con cáscara de naranja, lomo de cordero con corazones de alcauciles grillados, entrecot de búfalo con papas rosti y puré de pimientos asados, strogonoff de novillo y hongos, y una picaña jugosa, aunque pasada para algunos paladares. Los platos fueron acompañados por una selección de vinos Saint Felicien de Campos Vinoteca: un destacado bonarda, un fumé blanc fresco y un espumante con final ácido. A mitad de la cena, los organizadores sorprendieron a los presentes con una recorrida por los “lugares secretos” del convento: la cocina original donde las monjas preparaban las comidas, la espadaña del techo desde donde los granaderos vigilaban el desembarco español, y la biblioteca repleta de libros en latín y reliquias religiosas. Allí se respira historia pura: se conserva incluso la carta en la que San Martín pidió a los franciscanos que lo esperaran “con un cordero asado”. El clímax llegó cuando el director de Cultura de San Lorenzo tomó el micrófono y comenzó a cantar la Marcha de San Lorenzo. Todos los presentes se pusieron de pie y entonaron la canción a los gritos, con la piel de gallina al llegar al verso dedicado al sargento Cabral, que murió entre esas mismas paredes. El banquete concluyó con peras al Malbec con mascarpone y almendras, y un brownie con cremoso de coco, frutos secos y salsa tibia de dulce de leche, digno de cerrar una noche histórica. Hubo además distinciones especiales: entre ellas, una pala de cocina como premio simbólico al espíritu de la velada. El evento fue el primero en abrir las puertas del convento al público para un encuentro gastronómico de este tipo. La entrada, que costó 95 mil pesos con todo incluido, valió cada centavo: 11 pasos, vino libre, historia viva y una atmósfera imposible de repetir. “Este tipo de experiencias mantienen vivo el patrimonio. La solemnidad de los espacios cerrados es un conservadurismo que impide conectar con la historia”, expresó uno de los participantes, sintetizando el espíritu de una noche que quedará grabada en la memoria sanlorencina.
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