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  • “¿Por qué exponerse?“: Martín Sivak cuenta tres episodios de su vida en un libro que sublima fuertes emociones

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 11/10/2025 05:02

    Martín Sivak explora el desamor, la pérdida y la amistad en su nuevo libro "La llorería" “¿Por qué exponerse? ¿Por qué escribir sobre cosas incómodas? Martín Sivak se hace esas preguntas mientras avanza una mañana soleada en el barrio de Colegiales y dialoga con Infobae Cultura sobre su más reciente libro, La llorería , un título inspirado en un latiguillo de su viejo (“a llorar a la llorería”) y pensado inicialmente, según comenta, sobre “cómo organizar una desesperación”. El periodista y escritor -biógrafo consumado de Evo Morales, certero historiador del diario Clarín, por citar dos de sus hits editoriales- dice que escribir un libro así “es algo muy incómodo”. Y concluye: “Al mismo tiempo, la incomodidad es un gran motor para escribir”. El resultado es un relato que le tomó años escribir y que no es nada liviano. Finales de amores, un viaje con un gringo loco por América latina -Sean, un destacado documentalista británico de guerra- y el avance de la enfermedad de su madre hacia el temido final, se entremezclan en un monólogo deliberadamente íntimo, confesional. En sus palabras, “un desborde de emociones que traté de administrar con la escritura”. En La llorería, el relato avanza con saltos que eluden una cronología desde 2002 hasta el presente, integrando el duelo amoroso, el recorrido de Buenos Aires a Tijuana y la muerte materna. Estos ejes confluyen en el abordaje de temas universales como el desamor, la pérdida y el sufrimiento vital. Sin caer en la autocomplacencia, Sivak traslada su mirada íntima y transforma vivencias personales en reflejos compartidos. 'La llorería' fusiona autoficción y memoria familiar en un relato íntimo y catártico —¿De verdad, te pasó todo lo que contas en el libro? —(Sonríe). Es autoficción. Pero no quiero hablar desde la autoridad de los géneros porque no estudié Letras. En toco caso soy lector de autoficción, uno de los géneros que más leí en los últimos años. Pero en algún sentido es un libro que tiene algo de híbrido, porque empieza como un documento privado... Un diario absolutamente personal no escrito en principio para publicar, y después con una segunda historia, que es la del documentalista británico (ese sí era un libro que yo quería escribir). Fue totalmente catártico y ahí eran 600 páginas. Por suerte, no publiqué esa versión. Entonces, con la reescritura y el paso del tiempo, fui encontrando esas tres historias. Lo enmarcaría en una autoficción, en el sentido de desordenar lo que supuestamente la realidad te ordenó y tomar algunas licencias. —Si de verdad te pasó todo lo que contas en el libro, también cabe preguntar si este personaje, Sean, el documentalista inglés también existe... —(Sonríe). Si... Yo quería ser periodista desde chico y el mejor trabajo que tuve fue con él, por esa cosa totalmente única que fue viajar por América Latina con alguien así. Fue una especie de educación profesional y sentimental y, en el medio, compartimos el duelo de la muerte de mi mamá y al mismo tiempo, el nacimiento de su hijo. Pasaron muchas cosas. Fue una experiencia con muchos sacudones y en varios sentidos. Cuando nos despedimos en Tijuana, en la última noche, yo pensé que nunca más iba a verlo. Porque él es un yonki de la guerra y sabía que iba a volver a Medio Oriente. Y la verdad que los siguientes 25 años hemos mantenido confianza e intimidad. Eso hace que el tema de la amistad aparezca muchísimo. Yo empecé a trabajar el libro con Gabriela Esquivada y al final Maga Etchebarne, la editora, me dijo: “Este es un libro sobre la amistad”. Cosa que yo no había pensado. Cuando escribís, no sos tan consciente. Cuando escribís por intuición, no sabes ni el género ni el tema de fondo. La figura materna y la amistad marcan el pulso emocional de "La llorería" Tampoco había un final, pero el hallazgo de unas cartas familiares le permitieron cerrar el círculo de una historia que circula por tres carrilles no tan diferenciados, pero visibles: el amor, los viajes, la vieja. “Por distintas razones y circunstancias, haberlas encontrado en un momento en que no tenía final para el libro... Inesperadamente encontré las cartas de mi mamá a mi papá a los veintiséis años. Entonces, todo eso hizo que fuera hacia el mundo de mi mamá”. Efectivamente, y sin spoiler porque no hay enigma por resolver en La llorería, el libro concluye con todo lo que al autor le surge pensar (o sentir y expresarlo en pensamientos escritos) luego de releer las cartas de su madre a su padre. El padre de Martín, justo es mencionarlo en este momento, es Jorge Sivak, el protagonista de la historia de El salto de papá, un extraordinario libro que publicó en 2017 sobre la historia de su viejo. Por eso este libro, pensado en términos familiares, podría ser visto -exceptuando las frustraciones amorosas y el viaje con su amigo, el inglés sacado, subtramas no menores-, como el libro sobre su madre. “Si escribo sobre cosas que me importan, no había otra manera de escribir sobre la vida y la muerte de mi mamá”, razona. —¿Aún siendo tan sincero al contar tus emociones? —Tengo algo ambivalente sobre eso. Porque obviamente que todas esas emociones existen y las escribo. El tema es por qué hacerlas públicas (porque nadie me pidió que las haga públicas). Yo entiendo que a veces hay un desborde de emoción que trato de administrar con la escritura, y que obviamente si tuviese que hablar sobre eso en público, en directo, sin la mediación de la escritura, sería un desborde distinto. Yo creo que uno puede escribir de todo. No es que uno cuenta todo. Pero lo que se cuenta, hay que escribirlo con la verdad. Recién en la escritura de este libro pude volver a mamá, a su vida. Fueron revelaciones. No es que deliberadamente las había quitado del libro de mi papá o que había una cosa de reponer la figura de mi mamá para compensar. Mi mamá siempre fue importante. Los padres de Martín Sivak en una curiosa foto realizada en el parque Epcot, Orlando, Florida —Has desarrollado una carrera pública como periodista y escritor, inevitablemente cruzada por la historia familiar ¿Cómo crees que has llevado eso en todos estos años? —Cuando yo era chico, el apellido Sivak estaba muy asociado al secuestro de mi tío Osvaldo. Un caso tan público. Después cuando empecé a trabajar a los dieciocho años de periodista, salvo alguna vez algún entrevistado, algo puntual, no fue muy recurrente. Hay personas que cuando me conocen, me dicen: “¿Cómo que vos sos tímido si contas todo?” En general soy tímido y reservado. Entonces, hasta que escribí El salto de papá, no era un tema. Entonces, con la publicación de ese libro, volvió el apellido. Y es cierto que mi papá estaba más asociado su involucramiento en el esclarecimiento del asesinato de mi tío. Con el libro apareció que mi papá era más que esas cosas. —Entonces ¿nunca fue una carga? —No, para nada. Al contrario. Es más, cuando empecé a trabajar de periodista me gustaba no usar mi nombre. Decía solamente: “Hola, soy Sivak de la revista de Lanata” Era como una fórmula que tenía. Y en la infancia era como... Yo tenía nueve años, y era como rarísimo que reconocieran a mi papá en la calle o en el supermercado. Y después eso se diluyó. Sí, me acuerdo un momento que fue raro. Cuando estudiaba Sociología en el CBC, cursé Antropología. Y cuando leyeron la lista en voz alta, el profesor me preguntó: “¿Algo que ver con...?”. Y yo tuve que aclarar todo, aunque no tenía muy claro qué decir. Entonces dije: “El hijo de Osvaldo... Perdón, el sobrino de Osvaldo, el hijo de Jorge”. Esa fue la única vez que tuve que sobrexplicarme. [Fotos: Ale López; archivo personal M.S.]

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