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  • Carlos Delfino anunció su retiro y le pone punto final a la Generación Dorada

    Parana » Ahora

    Fecha: 07/10/2025 12:29

    Carlos Delfino anunció su retiro a los 43 años, tras 27 como profesional. Con él, se va un jugador excelso, parte de un linaje especial, pero también un deportista que amó lo suyo como pocos, una pasión y resiliencia que le permitieron volver de una lesión que casi nadie hubiera podido, tras 4 años sin jugar y 10 operaciones. Con el fin de su carrera, además, se pone oficialmente punto final a la mítica Generación Dorada informó el periodista Julián Mozo. Nació como una joya, en Unión (SF). Tan bueno era que un puñadito de partidos (14) en Sunchales le bastaron para irse a Europa. Fue siempre un talento precoz, dando años de ventaja, en selecciones juveniles y hasta en la Mayor. Irrumpió como un crack nada menos que en la mejor Selección de la historia para meterse en Atenas 2004. En la que sería campeón olímpico. Desde ahí se hizo pieza esencial, hasta meterle 18 puntos seguidos en un cruce olímpico nada menos que a Grecia, en 2008. Un escolta-alero con uno de los mejores tiros que se recuerde, pero a la vez podía hacer mucho más que anotar. Una gema de este juego. Versatil, estético, era un placer verlo deslizarse por la cancha. Llegó a la NBA (8 temporadas) tras ser el argentino más alto elegido en el draft y brilló, especialmente en MIlwaukee y Houston. Justamente allí y en la misma jugada que metió una volcada mítica ante Kevin Durant, comenzaría un calvario de casi 1171 días. Y 10 operaciones. Un huesito, el escafoide, no soldaba. Casi todos pensaron que no volvería, incluso su padre le dijo que se retirara en 2015 (ver la historia, con detalles, en stories). Pero él, Cabeza dura, no se detuvo, buscó y buscó, pese a sufrimientos extremos. En lo profundo de su ser, en motivaciones como la de su abuela. Un especialista italiano le dio una esperanza. Pero fue su corazón, su amor por el básquet, lo que lo salvó. Y lo hizo volver, en 2017. Y cuando volvió, no quiso parar. Volvió a la elite, jugó en Italia y la Selección, otra vez, hasta los 42. Ahora dijo basta. Pero su huella fue profunda. Demasiado. En el juego y afuera de la cancha. Por Julián Mozo

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