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» Radiosudamericana
Fecha: 07/10/2025 09:13
Martes 07 de Octubre de 2025 - Actualizada a las: 07:42hs. del 07-10-2025 EL TERROR TRAS UNA PUERTA Sergio Kohan narra el derrotero que vivió junto a su familia tras la invasión de los terroristas en su hogar. “Todavía tengo miedo y no duermo por las noches”, afirma Se cumplen dos años del ataque de Hamas en el sur de Israel. La invasión de esa mañana causó 1200 muertos y 251 personas secuestradas en los kibutz y en una fiesta electrónica que se desarrollaba en la zona cercana a la frontera de la Franja de Gaza. Todavía quedan 48 secuestrados, de los cuales tres son argentinos. Más allá de las cifras, hay miles de historias de sobrevivientes. De familias que tuvieron que reconfigurar su vida tras el ataque terrorista. La vida después del horror Sergio Kohan llegó a Israel con su familia (esposa y dos hijos) en 2019. Allí, ya vivían el hermano y el papá de Sergio, que se habían instalado en Israel durante la década del 80 y del 90 del siglo pasado. En diálogo con Infobae, intentó reconstruir esas horas de terror en la que la fortaleza con la que se construyó el cuarto de seguridad de su hogar salvó a todos los suyos de una muerte segura. Tras salvarse del ataque de tres miembros de Hamas que estuvieron dentro de la casa de los Kohan en el kibutz Ein Hashlosha, la familia comenzó un éxodo que incluyó una temporada en un hotel hasta poder volver a la casa familiar recién en agosto de este año. “Los primeros seis meses vivimos en un hotel en Eilat. Pudimos llegar hasta allí luego de pasar por Beer Sheva en el auto de la familia. ‘Nos robaron muchas pertenencias durante el ataque del 7 de octubre, pero no pudieron llevarse mi coche. Lo encontré con sangre en el techo y con los paneles arrancados. Igual pudimos usarlo para arrancar este viaje’, recuerda Sergio en diálogo telefónico con Infobae. Video no soportado. Por favor, utiliza ó actualiza tu navegador. Sergio, su esposa y sus dos hijos vivieron durante seis meses en un hotel de Eilat, una ciudad portuaria del sur de Israel sobre el mar Rojo. “Mi pareja era docente de nivel inicial en el kibutz y reorganizó las clases en uno de los salones del hotel para todos los chicos”. En tanto, Sergio también necesitaba ocupar su tiempo con algo para dejar de pensar en lo que había vivido el 7 de octubre de 2023. “Hablé con el gerente del hotel porque quería ayudar con algo. Así, me pasaba unas cuatro horas por día en la lavandería doblando toallas como una forma de terapia ocupacional”, explica Kohan. Su hijo mayor se recibió en la universidad en estos dos años. Es licenciado en ciencias políticas, historiador y profesor de historia. “Se especializa en estudios de la Shoá y de Medio Oriente”, cuenta Sergio. Mía, la menor de la familia Kohan, fue la primera en contar en las redes sociales lo que habían vivido hace dos años. “Tres terroristas entraron a nuestra casa gritando, riéndose, con la intención de asesinarnos. Rompieron todo lo que veían a su vista, robaron también todo lo que pudieron. Rompieron fotos familiares, con amigas mías de Argentina y de acá. Dieron vuelta toda la casa, nos desvalijaron todo”, escribió la chica de 18 años en aquel momento. Relato del terror La joven contó cómo vivió el momento en que estuvo a pocos pasos de los terroristas y de la muerte. “Mi mamá y mi hermano llorando y rezando. Yo intentándolos callar para que no nos escuchen”, cuenta Mía en una carta que posteó su papá Sergio. Seguir Leyendo: Israel conmemora dos años del ataque del 7 de octubre La chica terminó el secundario con su grupo del kibutz en un internado al que concurría tres días por semana en la zona del mar Muerto. “Lo pidieron los jóvenes como una forma de seguir juntos - explica Sergio-, porque Hamas asesinó a varios de sus compañeros de colegio durante el ataque”. Mía ahora entró al ejército y se dedica a su pasión, la fotografía. “Se encarga de hacer imágenes, tanto videos como fotos, de los soldados que entran o salen de la Franja de Gaza en su reencuentro con familiares o en diferentes momentos de su vida cotidiana”, cuenta Kohan entusiasmado. La puerta que separó la vida de la muerte Sergio vuelve en muchos momentos del día a lo que pasó la mañana del 7 de octubre de 2023. Ese sábado la familia se iba a juntar con otros vecinos. Era el final de las celebraciones luego del Año Nuevo y el Día del Perdón. Iba a haber música y comida en los parques que rodean las casas del kibutz. Todo estaba preparado, cada casa aportaría lo suyo. Desde knishes, pletzalej con pepinos y pastrón y otras delicias de la cocina judía. Es más, los Kohan recibieron la visita de su hijo mayor que en ese momento todavía estudiaba en la universidad de Beer Sheva, la tercera ciudad de Israel. La fiesta iba a ser completa. Pero cuando toda la familia aún dormía, empezaron a escuchar las señales de alerta en los altoparlantes y saltaron las alarmas en las aplicaciones de seguridad de sus teléfonos. Eran las 6 de la mañana y el sol apenas se asomaba en los bosques que rodean al kibutz. Medio entresueños, los Kohan entraron en el cuarto de seguridad. Esperaban que el escudo antiaéreo otra vez hiciera explotar en el aire los cohetes de Hamas. Un día más de rutina en esa zona del sur de Israel antes de la fiesta con los vecinos. Pero nada fue parecido a los otros fines de semana. Tras las primeras explosiones, salieron del cuarto de seguridad, que en realidad es la habitación del matrimonio Kohan, que tenía puerta y ventanas blindadas a prueba de balas. Entonces, por WhatsApp empezaron a recibir las primeras informaciones de los terroristas infiltrados. “Supimos que habían bombardeado las cámaras de seguridad de la frontera, habían derribado el muro con topadoras y entraron a territorio israelí en caravanas de camionetas”, relata Sergio. Los Kohan reciben mensajes en los que les pedían que se quedaran encerrados en sus casas. La familia se pone a ver la TV y empiezan a llegar las primeras informaciones de las incursiones de los terroristas de Hamas. Sergio pensó que eso no podría estar sucediendo. Ya nadie dormía en las casas del kibutz. Los mensajes iban y venían en el grupo de WhatsApp para tratar de poner claridad a la situación. Cerca de las 10 de la mañana, la familia escuchó voces en árabe que hablaban cerca del jardín de su casa. La esposa de Sergio se asomó por una de las ventanas y los vio. Eran tres hombres a cara descubierta. Del shock, la mujer no recuerda si estaban armados. No llegó a verlo o negó en su mente esa posibilidad. Quizás una negación de supervivencia. Los Kohan corrieron nuevamente hacia la habitación de seguridad. “Esta vez apagamos la tele, las luces y les pedí a todos que pusieran sus celulares en mute -cuenta Sergio-. Empezamos a mandar mensajes de alerta por WhatsApp a la policía y el ejército. Nos respondían que ya estaban en camino y nos daban aliento para resistir”. Los terroristas en la casa La tensión seguía. Las voces de los hombres, esas que Sergio y los suyos nunca se podrán sacar de la cabeza, estaban cada vez más cerca. Luego, escucharon el estruendo de un vidrio que se rompió en mil pedazos. Dentro del cuarto se miraron con susto. No podían, ni debían hablar. De eso dependía sobrevivir. Mientras seguían enviando mensajes en busca del rescate, escuchan los pasos que se acercan a la puerta. Quizás el momento más difícil que vivieron dentro del cuarto de seguridad. Sergio agarra fuerte el picaporte y del otro lado estaban los terroristas de Hamas, apenas separados por una puerta. La tensión cede por un momento. Se profundiza un silencio que hace sospechar a los Kohan. “Teníamos miedo de que estuvieran preparando una emboscada. De salir y tenerlos agazapados en la cocina o en otro lugar de la casa”, explica el hombre. Volver a casa Hace menos de dos meses, los Kohan volvieron a la casa de su kibutz. “No voy a mentir. Hay veces que tengo miedo que vuelva a pasar algo parecido. Estamos muy cuidados con dos unidades del ejército que conviven con nosotros en la comunidad. Además, si antes había cuatro familias que pidieron permiso privado para usar armas, ahora son unas 60”, admite Sergio. Kohan retomó su trabajo en la fábrica de encuadernaciones que queda muy cerca de su casa, en la que trabajaba antes del ataque. Sin embargo, todavía resuenan en su cabeza los sonidos del 7 de octubre de 2023. “Me cuesta dormir y sigo con tratamientos con psicólogo y psiquiatra -cuenta Sergio-. Es una herida que va a quedar abierta por mucho tiempo”. Infobae
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