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  • 2O25: ¿Un otoño crucial? (2)

    » Diario Cordoba

    Fecha: 04/10/2025 11:54

    Entre los muchos méritos que atesora la biografía política del que fuera presidente del Gobierno de España, el socialista leonés D. José Luis Rodríguez Zapatero, figura incuestionablemente su ahincado interés por los asuntos y problemática exteriores, en especial, por los atañentes al mundo hispanoamericano; y, fuera de este marco, su insaciable curiosidad por lo que acaece coetáneamente en el coloso y todavía ignoto, en buena parte de su discurrir actual, el antiguo «Imperio del Medio», es decir, de la inmensa, inabarcable China del siglo XXI. Al proceder de tal modo, la encomiable conducta de nuestro ilustre conciudadano no hace más que, paradójicamente, atenerse a un modelo o pauta iniciada en los tiempos bajomedievales cuando la monarquía castellana de los Trastámara envió sus primeros embajadores ante el todopoderoso Tamorlán, sucesor del legendario Gengis Khan. Como es sabido, en las centurias ulteriores los contactos habrían de continuar y hacerse aún más intensos con la impar cruzada misionera de los muchos miembros de la flamante Compañía de Jesús, que tuvieron como objetivo preferente llevar la fe de Cristo a aquellas remotas latitudes. El que fuera, con excesivo énfasis, para algunos recientes estudiosos de la Compañía el segundo fundador de la orden ignaciana, el médico bilbaíno José María Arrupe situó también, conforme se recordará, sus más acariciadas ilusiones en proseguir con éxito la honda huella de sus ardidos antecesores en el Extremo Oriente. En plena proyección del diálogo entre Pekín como eje y motor indiscutible del mundo que se configura ya ante nuestra mirada, cualquier honesta y bienintencionada apertura al diálogo en profundidad ha de ser entusiásticamente aplaudida, sin emboscarla en las querellas y tensiones de la política cuotidiana de una España ya muy dislacerada por antagonismos y lizas de toda índole, particularmente de las estériles de signo ultrapartidista. Muy curiosamente, desde luego, el gobernante que ahora alaba el asombroso desarrollo capitalista de la China hodierna, es el mismo que exhumó, ya casi desde su feliz olvido, el desdichado e incivil enfrentamiento fratricida de 1936. Pero ello en modo alguno puede plantearse como una descalificación de su muy plausible tarea de la búsqueda de caminos y coyunturas que ayuden a reforzar los menguados lazos que al presente relacionan la todopoderosa China con la, pese a todo, muy menguada, territorial, demográfica y económicamente, España. *Catedrático

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