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» Diario Cordoba
Fecha: 04/10/2025 11:37
Punks, rockers, skins, mods... raramente se ven ya por las calles. Todas aquellas subculturas, bautizadas por los sociólogos como tribus urbanas, parecen haberse esfumado. Aquellos grupos de pertenencia, nacidos en su mayoría en el siglo XX y que resistieron el cambio de milenio, se han acabado diluyendo, cuando no han desaparecido. Superado ya el primer cuarto del siglo XXI, el mapa de las subculturas poco tiene que ver con todas aquellas tribus urbanas. Primero fueron sustituidas por 'traperos' (que escuchan música trap), 'ratchetas' (anglicismo femenino cuyo equivalente español sería 'choni') y 'otakus' (fans del manga, el anime y la cultura pop japonesa) y, más tarde, por 'cottagecores' (nostálgicos de la vida rural y tradicional) o 'furries' (personas que se disfrazan de animales), por citar algunos ejemplos. ¿Han visto a muchos de estos por las calles? Probablemente no. Los parques no están llenos de jóvenes disfrazados de Naruto, ni es habitual encontrar a alguien vestido de rata gigante esperando el metro. ¿Qué ha sucedido? Subculturas espectaculares Lo que ha sucedido es que las reglas han cambiado. La forma de relacionarse e identificarse de las nuevas generaciones son distintas a las de hace 20 o 30 años. Y el gran responsable de esa mutación es internet en general y las redes sociales en particular. La canción decía que la tele mató a las estrellas de la radio. ¿Internet ha matado a las tribus urbanas? "Ha variado mucho la forma de socializar", reconoce Roger Martínez, profesor de Sociología de la UOC. "Antes encontrábamos grupos más establecidos y mucho más definidos. Es lo que en sociología se conoce como 'subculturas espectaculares'", y cuya definición sería la de grupos de jóvenes que comparten un estilo de vida, música, moda o actitudes distintivas que los diferencian de la cultura dominante, y se caracterizan por su visibilidad y expresión visual y sonora. Gustos musicales, políticos y 'looks' que les coloca una etiqueta. "Ahora, las etiquetas aparecen y desaparecen mucho más rápido. Siempre en internet, porque las etiquetas son útiles para las redes sociales. Sigue, por tanto, habiendo estilos. Pero con mucha menos continuidad; ahora son juegos de moda", apunta a EL PERIÓDICO. De tribu a microidentidad En términos similares se expresa la madrileña Andrea Ferrer, experta en subculturas. En la actualidad es la directora creativa global de la firma Calvin Klein. Pero en 2014, tras editar la revista 'Ponytail', recibió una beca de la Unión Europea para publicar 'Subculturicide', un libro en el que recogió la evolución de la escena subcultural madrileña desde 2010. "Podríamos decir que estamos ante el final de lo que conocíamos hasta ahora como subcultura. Antes era un concepto que basabas en el grupo, en la identidad. Ahora lo que encontramos son microidentidades. Todo depende de lo que pase y de lo que se lleve. Hay una especie de menú del día y tú eliges lo que más te apetezca en ese momento. Hoy puedo salir a la calle vestida como una skin y mañana quiero ser otaku", explica a este diario. "Antes, lo tribal, lo alternativo, era un sinónimo de buscarse la vida. Un camino para el aprendizaje. Ahora, ese camino se ha desdibujado mucho. La subcultura, la tribu, estaba más asociada a las calles, a la música, a la pertenencia de grupo. Ahora todo es internet, todo es mucho más efímero y se queda en un post de Instagram", señala. Te falta calle El antropólogo urbano José Mansilla señala que el término 'tribu urbana' –"un concepto muy 'clickbait' creado por los sociólogos"– está relacionado con la llegada de "formas identitarias juveniles, en contextos urbanos del capitalismo tardío, basadas en elementos más flexibles que los tradicionales de etnia, religión o idioma". Es decir, en cuestiones como la música y la estética. "Eso llevó a una democratización de la sociedad de consumo. De repente eras tú y tu tocadiscos. Los DJ de la radio eran los putos amos y las ciudades se convirtieron en el faro cultural". Ahora, apunta, esos pilares han desaparecido. "El DJ ya no es el puto amo: ahora tienes toda la música a tu alcance en Spotify y las nuevas generaciones salen menos a la calle". El sociólogo Roger Martínez hace hincapié en que "antes era más evidente ocupar espacios con posiciones diferenciadas. Incluso las posiciones políticas. Lo veías en los institutos: los 'canis', los 'pelaos' (skinheads), los 'perroflas' (perroflautas). Ahora están mucho más juntos, o no existe tanta diferenciación y las estéticas están mucho menos marcadas. Ahora los rituales juveniles del cara a cara han cambiado mucho. Antes, salir de noche era central y obligatorio". Pertenencia digital Ahora gran parte de esa vida y ese sentimiento de pertenencia se ha trasladado a la esfera digital. "Se han reformulado esos rituales y ya no es importante la apropiación de la calle a todas horas, como antes. Hay mucha parte que se hace en casa –apunta el sociólogo–. El 'cani' sigue estando en el parque. El resto... aparece de forma más puntual". Así, la parte estética que caracterizaba a la tribu pierde su impacto diario. Los 'furries' se visten de animales, los 'cottagecore' se visten del siglo XIX y los 'otakus' se visten de Goku... pero en quedadas, congresos o convenciones, no en su día a día. Mansilla, por su parte, apunta a la evolución de los medios de comunicación: "La construcción de aquellas formas identitarias juveniles vino dada por la homogeneización del sistema capitalista. Era necesario que la sociedad estuviera apoyada en los medios de comunicación globales. Pero esos grandes medios ya no generan atmósfera de pensamiento. Ahora están internet y las redes sociales. Y, como dice Steve Bannon, ahora cada persona es un periodista. Hay multiplicidad de focos y es imposible consolidar estrategias identitarias. La pertenencia desaparece. El único ámbito de pertenencia es internet". En lo que sí coinciden todos es en que las subculturas son movimientos que han surgido en los entornos más obreros "y han acabado siendo apropiados por las clases altas. Es esa búsqueda de la distinción que no te da el capital físico, el dinero, sino el simbólico", concluye el antropólogo sevillano. Volver a la fealdad Andrea Ferrer también comparte ese punto y va más allá: "Al final son las grandes marcas las que se han apoderado de las subculturas, de la estética del rebelde y del 'outsider'". Antes, llevar una camiseta de Ramones significaba ser un fan de Ramones. Ahora puede significar que has estado de compras en Zara: "Ahora todo tiene que ser estético. A veces me dan ganas de pedir que volvamos a la fealdad, a lo natural. La tribu antes significaba pertenencia a un grupo. Con las redes, lo único que importa es el 'yo' y la estética. Es todo un gran ejercicio de narcisismo individualista". Ferrer, que ha residido en ciudades como Nueva York o Londres, asegura que donde más ha percibido que "aún existe el concepto de grupo es en las ciudades dormitorio, en las estaciones de tren de las afueras". "Por ejemplo, en el Distrito 13 de Medellín, un barrio de favelas, la gente aún se atreve a vestirse diferente, a hacer música diferente". Dichas tendencias, más tarde o más temprano, "serán recogidas por las grandes marcas, que se apoderarán de sus elementos y, una vez más, lo convertirán en algo efímero y superficial para el consumo de internet. Las subculturas nacen de lo que no te da internet, que es la gente en la calle y el aburrimiento, por lo que creo que estamos asistiendo a la defunción de las subculturas".
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