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  • La “cocina” de QS: cómo se arma el ranking de las mejores universidades del mundo (y por qué genera polémica)

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 04/10/2025 04:34

    Florence Webb es la responsable de los marcos de referencia de los rankings universitarios que elabora QS a nivel global y regional. En los últimos años los rankings universitarios ganaron peso no solo por los titulares que ocupan, sino también porque cada vez más universidades los usan como brújula para definir prioridades y para atraer estudiantes internacionales. Esta semana, Quacquarelli Symonds, la compañía británica detrás del ranking QS –uno de los más influyentes a nivel global– organizó en Buenos Aires su cumbre regional sobre educación superior. Con participantes de diversos países, el evento dejó en claro que los rankings están marcando la agenda de la discusión sobre el sistema universitario. Florence Webb es la responsable de asegurar la calidad, la transparencia y la integridad de la metodología detrás de los rankings de QS. Infobae la entrevistó para conocer la “cocina” de estas mediciones y para analizar las fortalezas y debilidades del sistema universitario argentino –que tiene una universidad, la UBA, en el top 10 del ranking regional y en el top 100 global–. Webb también respondió sobre los cuestionamientos que estos instrumentos suelen recibir: desde su “sesgo” hacia instituciones anglosajonas –que siempre ocupan los primeros puestos–, hasta la lógica competitiva, el énfasis en la reputación institucional y la promoción de un “modelo único” de universidad, más allá de la diversidad de contextos y necesidades locales. –¿Qué es una buena universidad, según los parámetros del ranking QS? –Creo que esa pregunta tiene muchos ángulos diferentes. Porque hay universidades que están haciendo un trabajo increíble y teniendo un impacto brillante en la sociedad, generando cambios, pero quizás no estén en lo más alto del ranking. Eso no significa que su aporte no sea valioso: los rankings reflejan ciertos indicadores, pero no capturan todo lo que hacen las universidades; son una manera de mirar las cosas. Tanto en nuestro ranking mundial de universidades como en los regionales, usamos diferentes indicadores que se agrupan en distintas categorías. Miramos la investigación: la producción científica, el impacto de la investigación. También observamos la reputación académica de las universidades: qué piensa la comunidad académica global en cuanto a la calidad, tanto en docencia como en investigación. Analizamos además la empleabilidad y los resultados; cuál es la reputación de la universidad entre la comunidad de empleadores en todo el mundo, si los empleadores quieren contratar a los graduados. En algunas mediciones también miramos cuestiones relacionadas con el impacto de los egresados. En el ranking mundial, por ejemplo, observamos a los exalumnos exitosos e influyentes: si han ganado premios, si ocupan cargos en empresas u organismos. Otro eje es la proyección global, que incluye la vinculación con la comunidad académica internacional y también la internacionalización: la diversidad del cuerpo estudiantil y docente. Uno de los indicadores más interesantes aquí es la red internacional de investigación: no solo cuánta investigación produce una institución, sino con cuántas universidades colabora, en qué lugares están, cuán diversas son esas alianzas. Por último, evaluamos la experiencia de aprendizaje, que medimos sobre todo a partir del ratio de profesores por alumno. Lo usamos como un indicador indirecto de la experiencia del estudiante en el aula. No es lo mismo tener 20 alumnos por docente que 300 en un auditorio. –¿Quiénes son los usuarios de los rankings universitarios y para qué los utilizan? –Los rankings tienen distintos públicos. En primer lugar, son una herramienta para los estudiantes. Ese fue el objetivo original de QS al crearlos: dar información a quienes están decidiendo dónde estudiar. Pero también hay otros actores interesados: universidades, gobiernos, e incluso ciudades o entidades vinculadas al turismo que celebran tener instituciones bien posicionadas, porque eso atrae a estudiantes internacionales. La Cumbre de la Educación Superior de QS Américas 2025 reunió a expertos de toda la región el pasado jueves y viernes en el hotel Hilton en la Ciudad de Buenos Aires. –¿Qué diferencias hay entre el ranking de América Latina y el ranking mundial? –La diferencia principal es la metodología: todos nuestros rankings regionales tienen ajustes respecto del global para reflejar mejor el perfil de las universidades de cada región y ofrecer un nivel mayor de detalle. Nuestra idea es que aporten una mirada propia, más completa y útil para las universidades y los estudiantes de cada región. Por ejemplo, en el ranking mundial usamos citas por docente como indicador de investigación. En el ranking de América Latina usamos dos métricas: artículos por docente y citas por artículo. Eso nos da información adicional en el contexto regional. Otra diferencia es que en América Latina no incluimos todavía el indicador de resultados de empleabilidad. En cambio, consideramos solo la reputación entre empleadores. Hay que tener en cuenta que muchas instituciones aparecen en los rankings regionales pero no figuran en el ranking mundial, que solo incluye a 1.500 universidades. Para esas instituciones, el ranking regional es una oportunidad de visibilidad, de planificación estratégica y de comunicación hacia sus comunidades. –¿Cómo es el proceso de recopilación de los datos? ¿Las universidades los envían o QS los releva de fuentes públicas? ¿Hay universidades que pagan por su participación? –Las universidades pueden enviar datos a QS, y al mismo tiempo nosotros también recopilamos información de fuentes públicas y verificables. A diferencia de otros rankings, en QS la participación no es optativa: aunque una universidad no envíe datos, nosotros igualmente tratamos de incluirla, porque nuestro objetivo es ofrecer a los estudiantes un panorama lo más completo posible. Si diez universidades de un país decidieran no participar, los estudiantes se quedarían sin información relevante. Cuando una universidad no envía información, tratamos de conseguirla de fuentes públicas o bases de datos externas. Y aun cuando sí envían datos, hacemos un proceso riguroso de validación. Además, no todos los indicadores dependen de lo que informa la universidad. Por ejemplo, los datos de investigación los obtenemos de Scopus (Elsevier): citas por docente, artículos por docente, redes internacionales de investigación. También usamos fuentes externas para medir los resultados de los egresados (impacto de exalumnos). Otro componente clave son nuestras encuestas globales: una a académicos y otra a empleadores. Les pedimos que indiquen qué universidades consideran de mayor calidad en enseñanza e investigación, y cuáles tienen graduados destacados. Eso alimenta los indicadores de reputación académica y reputación entre empleadores. Por supuesto que no existe un pago para aparecer o subir posiciones en el ranking. La posición se define por los datos, las encuestas y las métricas externas. Hay universidades que contratan algunos de nuestros servicios de consultoría o informes, pero eso no afecta la metodología ni la posición en el ranking. Son dos departamentos completamente separados. Webb explicó que, a diferencia de otros rankings, la participación de las universidades en QS no es optativa. Algunas instituciones envían sus datos; para las otras, la consultora releva fuentes públicas. –¿Qué fortalezas y debilidades tiene el sistema universitario argentino según los resultados de QS? –Algo interesante de Argentina en este último ranking es la fortaleza reputacional. Cuando vemos la reputación académica y la de empleadores, las universidades argentinas aparecen muy bien posicionadas, con altos niveles de reconocimiento global. En cambio, en los indicadores de investigación se notan más dificultades: producción científica, citaciones, colaboración internacional. Ahí influyen los problemas estructurales, como el financiamiento limitado para la investigación. Lo notable es la resiliencia de las principales universidades argentinas: a pesar de esas dificultades en investigación, mantienen una reputación muy sólida tanto entre académicos como entre empleadores. Eso se debe a una historia larga de relaciones, colaboraciones y prestigio acumulado que todavía se sostiene. De hecho, cuando analizamos cuáles son las universidades de la región con mayor fortaleza reputacional –las que están en el 20% superior en reputación académica y de empleadores– aparecen 10 universidades argentinas en esa categoría. Eso es un logro destacable. En cambio, si miramos cuáles son las universidades que más se destacan en investigación –las que se ubican en el 20% superior en todos los indicadores de investigación–, no aparece ninguna universidad argentina. Eso muestra claramente la brecha entre reputación e investigación. –¿En qué medida los indicadores de reputación hablan del presente de la universidad? ¿No hay un riesgo de que las personas respondan a partir de percepciones que ya no se corresponden con la realidad? –Puede ser. La reputación se construye con el tiempo, mientras que la investigación la medimos en una ventana de cinco años. Una universidad puede tener décadas de prestigio que todavía pesan en la percepción global. Pero eso no significa que esté garantizado para siempre: es fundamental mantener la visibilidad y seguir comunicando lo positivo que se hace hoy. La reputación no depende solo de la investigación. También influyen la historia de la institución, su papel social, su vínculo con la comunidad, el impacto positivo que genera. Cada universidad debe identificar qué la hace única y reforzar esa identidad para sostener y amplificar su reputación. Webb destacó que el sistema universitario argentino se destaca por la reputación entre académicos y empleadores, pero señaló la necesidad de fortalecer la investigación. EFE/Juan Ignacio Roncoroni –A diferencia de otros rankings universitarios como ARWU, CWUR o THE, el de QS le da mucho peso (50% de la ponderación) a la reputación, que es un indicador más bien subjetivo. ¿No es una debilidad de la metodología? –Yo creo que es una fortaleza. La reputación refleja muchos de los otros factores: calidad de la investigación, visibilidad internacional, alianzas, trayectoria. En nuestro caso es el pilar central del ranking. Nuestros datos de reputación se han consolidado con el tiempo y hoy son una fuente muy sólida para comprender cómo se percibe a las universidades en todo el mundo. Una buena manera de entenderlo es compararlo con la revisión por pares en la investigación académica: cuando un investigador publica un artículo, otros académicos de fuera de su universidad lo evalúan. Ese proceso es aceptado como señal de calidad. Con nuestras encuestas de reputación ocurre algo similar: quienes nominan a una universidad tienen fundamentos para hacerlo, ya sea porque colaboraron con ella, porque conocen su producción o porque trabajaron allí. –Otra crítica frecuente es que los rankings internacionales privilegian a las universidades de Estados Unidos y de Inglaterra. ¿Hay un sesgo hacia los países de habla inglesa? –No diría que haya un sesgo. Sí es cierto que, en el ranking mundial, los primeros puestos suelen estar dominados por grandes universidades estadounidenses o británicas. Pero eso responde en parte a su historia y su poder de investigación, con niveles de producción y citación muy difíciles de igualar. Por eso tenemos rankings regionales, como el de América Latina y el Caribe, el de Asia o el nuevo que lanzaremos para África Subsahariana. Su objetivo es poner el foco en cada región, mostrar fortalezas específicas y dar visibilidad a instituciones que no llegan a figurar entre las 1.500 del top global. Estos rankings permiten una mirada más granular y contextualizada, sin depender solo de los parámetros de los países angloparlantes. –¿Hay alguna dimensión que hoy no estén midiendo y que les preocupe incorporar al ranking? ¿Tienen previsto, por ejemplo, evaluar niveles de inclusión o cuestiones de financiamiento, como el presupuesto por estudiante o graduado? –Parte de nuestro trabajo en QS es revisar periódicamente la metodología, para asegurarnos de que siga siendo relevante y responda a las necesidades de los distintos actores: estudiantes, universidades, gobiernos. El desafío de sumar nuevas métricas es que, para que tengan sentido en un ranking global, tienen que poder medirse en todos los países. Si una variable es importante en una región pero no hay datos comparables en otras, el resultado pierde validez. Algunas de estas cuestiones, como la inclusión o la diversidad, hoy aparecen más en nuestros rankings de sostenibilidad. Ese ranking es más complejo: tiene 53 indicadores agrupados en tres dimensiones (impacto social, impacto ambiental y gobernanza). Ahí sí miramos diversidad, inclusión, apoyo a estudiantes con discapacidad, impacto social de la universidad, entre otros aspectos. Leigh Kamolins, director de Análisis y Evaluación de QS, durante la cumbre sobre educación superior realizada esta semana en el hotel Hilton. –¿En qué medida las universidades deben tomar decisiones a partir de los rankings? ¿Qué recomendaría a las instituciones argentinas a la hora de analizar su posición en QS? –Siempre digo lo mismo: muchas veces la gente se obsesiona con el número de la posición y puede sentirse decepcionada. Pero el simple hecho de aparecer en el ranking ya es un logro enorme. Estar publicado en un listado tan reconocido a nivel global debe ser motivo de celebración. Después, lo más importante es usar la información que brinda el ranking: sirve para entender mejor el desempeño de la institución en distintas áreas y también cómo es percibida globalmente. Muchas veces creemos conocer nuestras fortalezas, pero si eso no coincide con lo que reflejan los indicadores de reputación, quiere decir que ese mensaje no está llegando de forma clara al mundo académico o a los empleadores. Los rankings deben verse como una herramienta de diagnóstico y de planificación estratégica. Permiten identificar en qué aspectos la universidad está fuerte y también dónde hay oportunidades de mejora. No son un fin en sí mismo, sino un instrumento para crecer y tomar decisiones con más información. Las universidades argentinas que figuran entre las 100 mejores de América Latina, según el ranking regional QS publicado esta semana. La respuesta de QS al Gobierno nacional “Esos rankings se compran. Me gustaría saber cuánto gasta la UBA en el ranking de QS. Son empresas que se dedican a rankearte: si vos no pagás, no figurás. No sabemos si la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) o la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) son superiores, porque la única que paga el ranking es la UBA”, dijo el subsecretario de Políticas Universitarias, Alejandro Álvarez, en un programa de televisión, en medio del debate sobre el financiamiento universitario. Más allá de que la UNC y la UNT sí están rankeadas (figuran en los puestos 33 y 161 en la edición regional de QS), desde la consultora británica emitieron un comunicado para responderle a Álvarez, en plena cumbre regional en Buenos Aires: “QS produce sus rankings como un bien público de acceso libre para estudiantes, universidades y responsables de políticas en todo el mundo. Las universidades no pagan para ser clasificadas, y los estudiantes no pagan para consultar los rankings”. “Las instituciones aparecen en nuestros listados únicamente si cumplen con los criterios de elegibilidad publicados, que pueden consultarse para cada ranking en la web support.qs.com. Los rankings son independientes, transparentes y están completamente aislados de cualquier influencia comercial. Nuestra metodología es pública, nuestras fuentes de datos son rigurosas y la posición de cada institución refleja su desempeño frente a un mismo conjunto de indicadores objetivos. Nuestros rankings no pueden comprarse”, afirma el comunicado. “Ofrecemos servicios de analítica, consultoría y reclutamiento a instituciones de todo el mundo, siempre con el objetivo de promover la excelencia y la oportunidad educativa. Estos servicios no tienen ninguna incidencia en los resultados de los rankings. No es solo una política: está incorporado en nuestros contratos, procesos y normas de gobernanza. Nuestra credibilidad depende de ello, y la protegemos sin concesiones”, aseguran desde QS. Infobae quiso consultar a Alejandro Álvarez sobre sus declaraciones, pero no obtuvo respuesta.

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