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  • Belmonte

    » Diario Cordoba

    Fecha: 03/10/2025 13:48

    Somos -los humanos, digo- seres que narran, que relatan. Contamos y nos cuentan historias desde que empezamos a formar grupos, comunidades, tunas universitarias. En la puerta de las cuevas, siempre había uno que amenizaba los ratos muertos con sus episodios de caza, lo grande que era el mamut, para tener a los chiquillos contentos mientras llegaban las gachas. Y, degenerando degenerando, así hemos llegado hasta hoy. A la autoficción, a la novela histórica y a las pelis raritas de gente que se va de fiesta electrónica al desierto marroquí. El arte es una parte de esa costumbre de historiar a la luz de la lumbre. Solo que ahora lo hacemos en libros, periódicos, museos, salas de exposiciones, garitos de conciertos, sitios del reguetón ese. Lo de menos es, si cabe, la técnica, el lenguaje, motivo por el cual hasta el que guisa es un artista. Lo que importa es qué nos cuentan aunque la respuesta a la pregunta sea nada en concreto. El cómo es un simple medio, apenas una estrategia para abrirse paso entre gente que se graba vídeos comiendo. Cosa prodigiosa esta, a fe mía. Lo digo desde ya. Tengo por amigo a José Manuel Belmonte, escultor, que ayer inauguró la exposición de una vida en la Casa de Vacas del Retiro, Madriz, rompeolas de las Españas, con mi compadre Félix Ruiz Cardador de comisario curador. Cuarenta años, con sus respectivas vueltas al Sol, dedicados a los cuerpos, las figuras y las cosas. A contar historias, vidas y leyendas por medio de convertir el barro en forma, en volumen, en ánima. Tengo la sospecha de que José Manuel no modela sino que narra. De ahí que le vaya bien y pueda montar una antología, curiosa palabra griega que viene de seleccionar la flor, lo mejor de lo hecho, propia del romancero. A Belmonte se la pela en general el asunto de parecer vanguardia, de habitar en ese país idílico llamado Posmodernia, porque no se le ha olvidado la parte artesana de su oficio, de trabajo manual y paciente. Un mensaje revelador, punki, contracultural es esto de hacerse entender, de decir cosas inteligibles. De hacer lo que le sale del píloro, digamos, a costa de circular por el carril contrario al indicado por las buenas costumbres, los mandarines, los guardianes de la verdad. Esa gente tan peculiar. Madriz, el foro y tal, es el sitio, aunque uno es más de Belmonte en la Fuenseca, en aquel Mestizo que tanto añoramos quienes lo convertimos en una casa. Donde se deshacen honras y se honran desfases. Uno se alegra de que los amigos tengan éxito y fecunden porque fecundar es buenísimo. Y entretenido, según dicen. Cuarenta años, querido, toda una vida. Que sean cuarenta más, albricias, sipote. Y trae oreja, que en el Piedra no les queda. *Periodista

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