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  • De la fascinación al pensamiento crítico: usos de la inteligencia artificial en la escuela

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 02/10/2025 02:52

    El verdadero desafío educativo está en enseñar el buen uso de la IA junto al pensamiento crítico (Imagen ilustrativa Infobae) La irrupción de la inteligencia artificial (IA) está transformando nuestra vida a una velocidad vertiginosa. Nos puede ayudar a elegir la ruta más corta para ir a un lugar o también colaborar en la redacción de un texto y pareciera tener siempre una respuesta disponible. Pero la pregunta clave es: ¿cómo enseñar a usarla reflexivamente y qué lugar debe ocupar en la escuela? Hay algo claro: no puede transformarse en el enemigo, pero tampoco en la varita mágica que nos da todo “a pedir de boca”. El verdadero desafío educativo está en enseñar el buen uso junto al pensamiento crítico, con creatividad y capacidad de construir conocimiento propio. Es necesario que los estudiantes se cuestionen: ¿qué me propone la IA?, ¿qué es útil y qué no de lo que me aporta?, ¿dónde se equivoca? o ¿qué sugerencias le haríamos? Cada actividad con IA puede ser alfabetizadora si se convierte en una oportunidad de exploración y aprendizaje. Es necesario que los chicos conversen sobre el recurso, lo validen o lo rechacen en grupo, reconozcan sus sesgos y limiten su alcance. De ese modo, el aula se vuelve un laboratorio de pensamiento crítico, más allá de la fascinación inicial. En este proceso, la presencia del docente es fundamental, se convierte en un verdadero mediador de la construcción de los aprendizajes. No se trata de que cada estudiante interactúe aisladamente con la IA, sino de generar momentos colectivos de uso, guiados por el profesor, donde se discuta, se argumente y se compare. Es allí donde radica el verdadero valor pedagógico. La IA puede ser útil para producciones intermedias, pero no debe convertirse en la meta final. El aprendizaje ocurre en ese “ida y vuelta” donde el estudiante usa la herramienta, la contrasta con sus ideas y produce algo nuevo a partir de la interacción. En ese sentido, uno de los grandes riesgos es delegar la tarea de hacer y pensar. Si dejamos que siempre decida por nosotros, la creatividad y el razonamiento se atrofian. La escuela tiene la responsabilidad de contrarrestar esa inercia, estimulando la escritura, el debate, el análisis y la producción propia. En cuanto a los usos concretos en el aula, la IA puede ser una herramienta poderosa si se la emplea con creatividad pedagógica y mirada crítica. Algunos ejemplos muestran cómo enriquecer distintas áreas de conocimiento. En Literatura y escritura creativa, un docente podría pedirles a los estudiantes que usen la IA para generar varios comienzos posibles para un cuento. Luego, la clase discute cuál resulta más atractivo, qué sesgos aparecen en las narraciones y cómo podrían modificarlos para darles su propio estilo. En lugar de reemplazar la imaginación, la IA se convierte en un disparador para crear con otros. La profe de Geografía se puede lucir con el uso de los mapas interactivos. Los estudiantes pueden pedir a la IA que diseñe un mapa temático, por ejemplo, sobre recursos naturales, densidad poblacional o impacto del cambio climático. Luego, el grupo discute: ¿qué información falta?, ¿qué supuestos aparecen?, ¿cómo contrastar con fuentes oficiales como el INDEC o la ONU? La IA también podría usarse para simular escenarios y proyectar qué pasaría si subiera el nivel del mar un metro en una ciudad determinada. La clase analiza la simulación, evalúa su veracidad y piensa estrategias de adaptación y/o solución a la crisis. En el aula de Música, por ejemplo, los estudiantes pueden analizar algunos programas de IA que componen melodías y que analicen si suenan mecánicas o transmiten alguna emoción genuina y si encuentran diferencias con una composición humana. En Matemática, puede resolver problemas complejos en segundos, pero el valor educativo está en detenerse y analizar el proceso: ¿cómo llegó a esa respuesta? ¿Qué pasos omitió? El docente puede proponer que los alumnos comparen métodos y que descubran errores o alternativas. Así, la IA se vuelve un recurso para entrenar la capacidad de razonamiento, en lugar de anularla. En Historia, se le puede pedir a la IA que narre un mismo hecho histórico desde distintos puntos de vista (un soldado, un campesino, un político). Así se trabaja la noción de diversidad de voces y se pone en evidencia cómo la IA selecciona y prioriza ciertos relatos. Por qué no teatralizar y reconstruir voces históricas. La IA puede redactar un discurso “como si lo dijera” una figura del pasado (San Martín, Juana Azurduy, Perón). La actividad consiste en leerlo críticamente: ¿es verosímil? o ¿qué valores refleja la IA y cuáles omite? Aplicaciones como Mapify podrían ayudar a los chicos a construir líneas de tiempo interactivas. A partir de un tema (la Revolución Francesa, la Independencia), la IA puede proponer una cronología de hechos. Con esa información, los estudiantes verifican datos, corrigen y completan con lectura de documentos originales. Se podría trabajar interdisciplinariamente entre Plástica, Música, Geografía e Historia para un análisis cultural. Pedirle que describa la cultura de diferentes regiones. A partir de allí, los estudiantes verifican la información y la enriquecen con investigaciones propias o entrevistas. Estos ejemplos muestran que la clave no está en “qué hace la IA”, sino en cómo la escuela la enmarca y la resignifica. Siempre se trata de una mediación humana que transforma un resultado automático en una posibilidad de aprendizaje. Pero toda oportunidad encierra una responsabilidad: formar ciudadanos capaces de usar la tecnología sin ser usados por ella. Esa es la nueva alfabetización del siglo XXI: aprender a interactuar con la inteligencia artificial con criterio, con conciencia y mirada crítica. En definitiva, el desafío de la escuela no está en prohibir o celebrar ingenuamente la IA, sino en enseñarle a las nuevas generaciones a pensar con ella, contra ella y más allá de ella. Solo así podremos garantizar que la tecnología potencie la inteligencia humana, en lugar de adormecerla.

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