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  • La historia de Walter y Gipsy, los creyentes que conquistaron la ciudad con churros

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 01/10/2025 10:48

    Bandeja en mano, sonrisa dispuesta y pasos firmes, ambos se han convertido en parte del paisaje cotidiano. Pero detrás de esa rutina hay una historia de vida marcada por la fe, el trabajo y la perseverancia. Ads De Perú a Concordia: una unión marcada por la fe Ambos de 41 años, viven en Concordia, Entre Ríos, pero sus historias comenzaron muy lejos. Gipsy nació en Perú y Walter en Concordia, y aunque sus caminos parecían paralelos, el destino los unió gracias a la fe: ambos son hijos de pastores. Sus familias están profundamente vinculadas a la iglesia, lo que marcó su crianza y sus valores. Se conocieron a través de Facebook, uniendo contactos similares que los acercaron hasta un encuentro decisivo en Perú, donde Walter viajó para pedir la mano de Gipsy. Durante esos años en Perú, criaron a sus hijos, siempre con la mirada puesta en su fe y en mantener la unión familiar. La vida en Perú, aunque llena de responsabilidades, les ofrecía estabilidad y la seguridad de tener su propia comunidad. Sin embargo, el deseo de que sus hijos conocieran las raíces de su padre y de experimentar la vida en Argentina los llevó a tomar la decisión de regresar al país natal de Walter. El regreso a la Argentina y los primeros desafíos En diciembre de 2024, llegaron a Concordia solo con pasajes de ida. Su plan inicial era pasar las vacaciones y regresar a Perú, pero la realidad y la esperanza los hicieron replantearse su futuro. Al llegar, se encontraron con los desafíos propios de adaptarse a un nuevo país: el trabajo no abundaba y, aunque Walter tenía experiencia laboral en el Servicio Penitenciario y en seguridad, no logró obtener un empleo estable. Intentaron vender ropa en ferias, aprovechando mercadería que Gipsy había traído de Perú, pero los resultados fueron insuficientes para cubrir los gastos familiares. Durante esos primeros meses, se enfrentaron al frío, la falta de ingresos constantes y la incertidumbre de poder ofrecer a sus hijos una vida digna. A pesar de estas dificultades, nunca perdieron la fe ni la determinación. Con el respaldo de su familia y la comunidad religiosa, buscaban maneras de subsistir mientras aguardaban oportunidades para establecerse de manera más firme en Argentina. Ads De la grasa a los churros: el nacimiento del emprendimiento El giro en su historia llegó a través de la creatividad y la solidaridad. Un amigo les sugirió que aprovecharan la grasa que vendían para cocinar y ofrecer tortas fritas. Aunque al principio no sabían mucho sobre repostería, Gipsy recordó la experiencia de Walter en Perú con la preparación de tortas fritas, y así comenzaron a experimentar. Su trabajo era sacrificado: picar cebo, preparar la grasa y salir a venderla de puerta en puerta, recorriendo largas cuadras bajo el frío y la lluvia. Poco a poco, fueron incorporando más productos: primero tortas fritas, luego rosquitas, y finalmente churros, que se convirtieron en su producto estrella. Cada paso fue un aprendizaje, una prueba de esfuerzo y de paciencia, pero también un reflejo de su resiliencia y fe inquebrantable. Hoy, Walter y Gipsy trabajan todos los días desde temprano hasta la noche, amasan, fríen y venden, siempre buscando ofrecer productos de calidad y mantener la confianza de sus clientes. Un camino a pulmón y una meta pendiente La rutina de Walter y Gipsy es intensa. Comienzan a preparar la masa desde las 11 de la mañana y, hacia las 3 de la tarde, inician la caminata de ventas por distintas plazas y calles de Concordia, incluyendo la peatonal y la Plaza 25 de Mayo, hasta llegar a la Escuela Normal, donde atienden a sus clientes más cercanos. Recorren varias cuadras cargando la mercadería, enfrentando el frío, la lluvia y el cansancio físico, siempre con la meta de ofrecer alimentos frescos y de calidad. A pesar de las dificultades, mantienen una actitud positiva y un profundo compromiso con su fe. Gracias al apoyo de amigos, familiares y miembros de la iglesia, han logrado sobrellevar los momentos más complicados. Gipsy y Walter también cuidan de sus hijos, quienes asisten a la escuela y reciben la atención necesaria mientras sus padres trabajan. Su objetivo es claro: conseguir una moto o bicicleta que les permita movilizarse con mayor eficiencia y, al mismo tiempo, seguir ofreciendo un servicio excelente. Cada venta es un paso más hacia la independencia y la estabilidad, pero más allá del dinero, su mayor satisfacción proviene de tocar la vida de quienes los rodean. La pareja combina su emprendimiento con el trabajo pastoral, brindando palabras de aliento y esperanza a quienes los necesitan. Han presenciado cómo un gesto amable, una oración o un mensaje de ánimo puede cambiar el día de alguien, como le ocurrió a un joven que atravesaba momentos difíciles y encontró consuelo en sus palabras. Walter y Gipsy confían en que la fe y la perseverancia les permitirán seguir adelante. Como ellos mismos expresan, cada desafío es una oportunidad de crecer, cada dificultad es un recordatorio de que no están solos y que, con esfuerzo, paciencia y apoyo divino, siempre hay un amanecer tras la noche más dura. Su historia no es solo la de un emprendimiento exitoso, sino la de una familia que se mantiene unida, que enfrenta la adversidad con esperanza y que transmite a los demás la fuerza de la fe, la resiliencia y la solidaridad. Ads

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