01/10/2025 05:34
01/10/2025 05:34
01/10/2025 05:34
01/10/2025 05:33
01/10/2025 05:33
01/10/2025 05:32
01/10/2025 05:32
01/10/2025 05:32
01/10/2025 05:31
01/10/2025 05:31
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/10/2025 04:40
Una jugada con consejo de madre. Hay muchas frases lindas, intensas, fuertes en Madres de, el libro que acaban de lanzar las periodistas Emilia Frigerio y Violeta Santamarina. ¿Cómo no las habría? Las autoras pensaron que todo talento sale de alguna parte y entrevistaron a quince madres para este libro y a varias más para un podcast que están por lanzar. La madre del Dibu Martínez pero también la del creador de Mercado Libre, Marcos Galperín. La madre de Esteban Bullrich, de Paloma Herrera, de Manu Ginóbili. La de Alexis McAllister, la de Lucha Aymar, la de Peque Schwartzman. Y más y más. Madres de Por Emilia Frigerio y Violeta Santamarina eBook $ 6,99 USD Comprar “Mujeres muy inteligentes, profundas e inteligentes”, dice ahora Violeta Santamarina. Decidieron preguntar como madres: “Si, yo me muero cuando mi hijo va al escenario y canta el himno nacional... y lloro cuando veo a un hijo con la bandera, de escolta, ¿qué se siente cuando tu hijo gana el Oscar? Eran preguntas de madre a madre". Por ejemplo, ella tiene una hija de 19 años que es tenista y está viviendo, estudiando, haciendo su carrera en los Estados Unidos. “A mi hija primero le agarró un huracán en Carolina del Norte y la pasó muy mal porque se asustó mucho. Y después la coach durante cuatro meses no la puso. Y, lejos de compararla con el Dibu, cuando entrevisté a la mamá, pensé en cómo es sostener un hijo a la distancia cuando las cosas no le salen. Yo decía: ‘¿Cómo esta mujer logró sostener a ese chico para que no renunciara a lo que él quería tantos años afuera, solo, con otro idioma...?’" La madre de Galperín, cuenta Frigerio, les dijo que había tenido la suerte de poder estar presente: “Nos dijo: ‘Yo fui una mamá reexigente, pero no hago alarde de eso, porque yo tenía la posibilidad económica de estar en mi casa. Entonces, como tenía tiempo, podía exigir’”. Emilia Frigerio y Violeta Santamarina hablaron con las madres de esos personajes que marcaron un camino. -¿Ven diferencias entre esas madres y esta generación de madres jóvenes como ustedes? EF: -Para mí, hay una cosa generacional. Siento que las madres de antes, que son un poco las madres de la gente que tiene nuestra edad, tenían mucha exigencia. VS: Veo límites. EF: Límites sin miedo. Y bajada de línea. O sea, la mamá de Lucha Aymar es una mamá que creía en que los chicos crecieran rodeados de deporte. Ella es profesora de Educación Física, el marido también. Y es lo que te dice al final del capítulo y al final de cualquier charla: “Mamis, deporte en equipo”. Para ella se vive así. Te enumera todos los beneficios de criar en el deporte a un chico y vos decís: ‘¿Cómo no todas las madres están llevando a los chicos a hacer algún deporte? ¿Cómo no es tan obvio?’" Tienen más ejemplos: la mamá de Vicentico le cantaba en vez de leerle cuentos, la mamá de Ale Sergi les contó que: “Un día me miré con mi marido y dijimos: ‘Somos conscientes que no tenemos un hijo que va a ser contador’”. "Madres de", el libro de Emilia Frigerio y Violeta Santamarina. ¿Tuvieron algo que ver en qué fueron sus hijos? Emilia Frigerio parece creer que sí: “Te diría que los vieron, con mayúscula, a sus hijos. Y vieron que, estos chicos tenían un foco propio y una tenacidad propia diferente a cualquier chico. Por eso Ginóbili es Ginóbili. Hay algo propio de estos chicos que por eso llegan tan lejos. Pero también hubo madres que supieron ver esa tenacidad y acompañar esos talentos. Y que estuvieron dispuestas a ser generosas con el deseo del chico”. Algunas frases “Venía a las 5:30 de la mañana para repasar antes de un examen. Hice el secundario de nuevo con él. Era un enfermo de la exigencia”, dice Silvana, mamá del Peque Schwartzman. Y María, la mamá de Esteban Bullrich dice que sí, está triste porque su hijo está enfermo de ELA, pero rescata: “Recuerdo cuando, en 1983, hicimos una especie de ‘prode’ en familia por las elecciones presidenciales. Lo ganó Esteban, y no tenía más de 15 años. Una muestra más de su olfato político”. “Luciana no iba a fiestas, sacrificaba todo por el deporte”, dice Nilda, la mamá de Lucha Aymar. “La exigencia fue propia, algo que se impuso a sí misma y que emociona, es muy noble”. Silvia, la mamá de Marcos Galperín, habla de cómo le pusieron el nombre: “Buscábamos algo simple, que no le complicara la vida y que fuera fácil de pronunciar en cualquier país, porque en un mundo tan global no sabes dónde vas a vivir; por eso lo llamamos Marcos”. La verdad, no la sorprende “que haya llegado tan lejos” porque “lo que lo distingue es que tiene la capacidad de hacer fácil lo que es difícil y de no alterarse en el camino”. Aquí, un fragmento del capítulo donde habla Susana Romero, la madre del arquero de la Selección argentina de fútbol: Dibu y el pilates Susana Giménez y nosotras. En 24 horas, Susana, la mamá de Emiliano Martínez, el “Dibu” para toda la Argentina, estuvo con la diva de los teléfonos y con las autoras de este libro. La mamá del héroe nacional vive en Mar del Plata y vino a Buenos Aires para celebrar el Día de la Madre en televisión junto con otras mamás de los campeones del mundo. Aprovechamos su estadía para concertar la entrevista en el hotel donde se quedó. Violeta Santamarina y Emilia Frigerio con Susna Romero, la madre del Dibu Martínez. Nos encontramos con una mujer magnética. Alta, monísima, serena, pensante, segura de sí misma, centrada, con su maternidad clara, con aplomo y dulzura. Hablar con ella es conocer a alguien espectacular, y además es entender cómo crio al gran arquero de la selección. Es comprender cómo entendió muy temprano la personalidad del Dibu y cómo lo acompañó a cumplir su sueño. Susana habla de su hijo como un talentoso arquero, claro, pero a la hora de definirlo, cree que la razón de su éxito es su empatía. Así, equipara al amoroso Emi niño ayudando a un compañerito maltratado en el jardín de infantes con el amoroso Emi adulto que contiene a sus compañeros de equipo. Lo llamó Damián Emiliano. El segundo nombre viene de su abuelo materno, que se llamaba Emilio; en realidad el arquero iba112 113 a ser Emiliano Damián, pero al llenar los datos de la partida de nacimiento, Susana puso primero la D, y como creía que no debía ni tachar ni borrar, siguió con el Damián como primer nombre. Sin embargo, siempre lo llamó Emi. (...) Esta charla obliga a Susana a viajar al pasado, cuando permitió que su hijo de apenas 12 años se mudara a Buenos Aires para vivir en la pensión del club Independiente de Avellaneda. Recuerda la añoranza de su hijo por la comida casera de casa, especialmente la tortilla de papa, que hoy en día sigue siendo su comida favorita (aunque, al ser frita, no siempre la puede disfrutar). También rememora su personalidad tan marcada y enfocada: “Era un chico muy constante. Y también independiente; así los críe a ambos. Era protector, ayudaba a los débiles, siempre estaba para abrazar y defender. Esas cualidades las mantiene de grande. Está siempre pendiente del otro. Si alguien de su equipo no convierte un penal, pareciese ser que él emerge para emparejar la serie y proteger a su amigo. Te pasó a vos, acá estoy yo”. Esa cuidadosa empatía también la ha mostrado con sus rivales. “Es que él entiende lo que es que te metan goles. Detesta que le metan goles, desde chico; entiende al arquero de otro equipo que no pudo atajar bien”. ¿Siempre quiso ser arquero? Era pésimo alumno y no le importaba. Ya desde chico me decía que iba a ser arquero o colectivero, y que para ninguna de las profesiones era importante saber matemática. Si bien fue un muy buen jugador de fútbol y comprometido defensor, adora ser arquero. Siempre le gustó, desde chiquito. Todavía me lo acuerdo persiguiendo al entrenador del hermano, con un short larguísimo y las mangas eternas. Tendría 4 años y preguntaba “¿Cuándo entro? ¿Cuándo entro?” Nació para eso. Era tal su pasión que se autogestionaba todo. Esta mamá recuerda que ni siquiera tenía que hacerle el bolso o limpiarle los botines. “Hacía todo solo. Yo llegaba de trabajar y él estaba sentado, listo para ir a entrenar”. (...) Yo siempre sé de antemano lo que va a pasar. Interpreto hasta cómo repiquetea. Me doy cuenta de si va a poder o no, observo sus ojos, su postura, su intención. No sé cómo explicarlo, pero lo siento en el cuerpo. No soy adivina, soy la mamá. Este equipo demostró ser el engranaje perfecto, encajan muy bien. Lo supe con claridad desde que incorporaron al Cuti Romero. Y mi hijo… honró el pilates que tanto le recomendé. Se refiere al minuto 123, en el que su hijo le regaló al mundo una atajada mágica: estiradísimo, evitó el gol del francés Kolo Muani en la última jugada del partido. Los argentinos volvieron a respirar. Esa imagen del Dibu realizando lo imposible se convirtió en tapa de diario, meme, sticker de WhatsApp, protagonista de termos y computadoras, una escena memorable. Casi una escarapela para reconocer argentinos en cualquier lugar del mundo. Susana celebra que Emiliano siguió su consejo de practicar pilates hace años. “Tener buena elongación es clave para cualquier deportista de alto rendimiento. Emi lo entendió y vio los frutos. Yo lo practico desde hace mucho tiempo”. Cuando uno ve las fotos y los videos de la histórica atajada del Dibu en la final del mundial entiende de lo que habla su mamá. Y ella cuenta con humor que, después de esa atajada, le escribió por chat: “Pilates, gordo”.
Ver noticia original