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  • «Los trabajadores que antes colaboraban con el merendero ahora vienen a pedir comida»

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    Fecha: 30/09/2025 22:35

    Nelson Mansilla, referente del centro cultural La Gloriosa, del barrio La Lagunita, que está ubicado en Boulevard Seguí y Provincias Unidas habló en el programa La Barra de Casal y se refirió a los dichos del presidente Javier Milei (reforzados por los datos oficiales del INDEC) quien asegura que hubo una baja en la pobreza en Argentina. «La realidad es que se están manejando números totalmente irreales, la medición del INDEC que marca el 31.6%, me parece que es totalmente fuera de la realidad. Venimos pasando en estos últimos años un crecimiento de gente que está yendo a los merenderos y a los comedores a buscar la ración de comida» dijo Mansilla y contó lo que en los merenderos donde antes algunos trabajadores se acercaban a donar azúcar, yerba o fideos, ahora son los que también están buscando un plato de comida». Hasta hace un tiempo, La Gloriosa entregaba alrededor de 100 raciones diarias de comida, pero hoy esa cantidad resulta insuficiente frente a la creciente demanda. Mansilla subrayó que el perfil de quienes piden ayuda cambió: muchos son trabajadores formales o informales que solían aportar al sostenimiento de los espacios comunitarios y que ahora dependen de ellos para alimentarse. En este contexto, la falta de recursos es un problema central. Desde hace más de dos años, no reciben partidas nacionales ni comunicación alguna de ese nivel del Estado. Solo llegan aportes reducidos desde la Provincia y la Municipalidad, equivalentes apenas al 10% de lo que recibían antes. Para sostener el trabajo, dependen de la solidaridad de instituciones locales, organizaciones sociales y de los clubes de Rosario —tanto Newell’s como Central— que colaboran con módulos de mercadería. «La Lagunita es un barrio muy pobre. Ahora hace unos años, que entró los servicios básicos, pero sí, sí, el 80% que estaba trabajando, como te decía recién, en blanco o en gris, de vuelta volvió al cartoneo, a hacer changas y demás. Y nosotros, no solamente nosotros estamos, o el laburo que tenemos llega a La Lagunita, sino que llega a Sector 5, a Barrio Peña Verá, que están muy cerca de La Lagunita, que están a unas cuadras, que toda esa gente se traslada, cosas que también son fenómenos que hace dos o tres años vienen pasando» explicó el referente del centro cultural La Gloriosa. Mansilla hizo hincapié también en como ese contexto de falta de oportunidades es aprovechado por el narcotráfico. «La realidad es que estamos en una época en la cual en el barrio hay tres bunkers, o sea, no hay mucho que investigar. Vos salís a caminar, no solamente acá, sino en cualquier barrio popular de Rosario, y tenés gente vendiendo». La lucha contra esto es titánica: mientras los narcotraficantes ofrecen salidas rápidas y tentadoras, las organizaciones barriales apenas logran sostener pequeños talleres con herramientas básicas como pinzas, alambres o tenazas. Sin embargo, el referente enfatizó que su compromiso se sostiene porque las víctimas de la violencia y la exclusión no son anónimas: son amigos, familiares y vecinos del propio barrio. Consultado sobre qué pesa más en el barrio, si el hambre o la droga, Mansilla aseguró que ambas problemáticas van de la mano y no pueden separarse. El trabajo comunitario intenta poner el cuerpo a diario, pero la ausencia del Estado y la desconexión de la política con la realidad barrial generan un clima de desesperanza. La crisis golpea con particular dureza a las personas mayores. Mansilla relató el caso de una vecina que necesitaba medirse la presión, pero el dispensario del barrio carece de un tensiómetro. La comunidad organizó una venta de empanadas para poder comprar uno, mientras que los jubilados intentan sobrevivir con ingresos que no alcanzan ni para medicamentos. Con pensiones mínimas que rondan los 300.000 pesos y precios de insumos básicos inalcanzables, los adultos mayores viven situaciones de desesperación. “Nos encontramos con un escenario de pánico, donde no sabemos qué hacer”, señaló el referente barrial. Mansilla, que llegó desde Chaco a La Lagunita a los cinco años y hoy tiene 42, conoce el barrio en profundidad. Recordó que su familia, como tantas otras, vivió del cartoneo durante mucho tiempo. Más tarde, con planes de vivienda como el Rosario Hábitat, se logró cierta urbanización y mejoras parciales. Sin embargo, el avance fue insuficiente: todavía faltan servicios básicos, muchas calles siguen siendo de tierra y persisten zanjas a cielo abierto.

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