28/09/2025 20:45
28/09/2025 20:44
28/09/2025 20:44
28/09/2025 20:44
28/09/2025 20:44
28/09/2025 20:44
28/09/2025 20:43
28/09/2025 20:43
28/09/2025 20:42
28/09/2025 20:42
» Diario Cordoba
Fecha: 28/09/2025 19:06
Hacía años que la Asamblea General de la ONU no suscitaba tanta expectación. El abuso de discursos insulsos de los últimos años le había quitado protagonismo a una institución llamada a ser el principal foro de debate mundial desde su creación, hace 80 años. Alguna analista llegó incluso a bromear afirmando que estas reuniones solo servían para colapsar el tráfico de Manhattan. Este año, la reunión también ha provocado problemas de circulación de los que fue víctima, entre otros, Manuel Macron, que no pudo coger su coche por el paso de la comitiva de Donald Trump. Sin embargo, la actualidad ha estado dentro del hemiciclo, protagonizada, en buena medida, por el futuro de Palestina, y por la solitaria arremetida del presidente norteamericano contra la propia institución de Naciones Unidas. Macron protagonizó un momento de especial relieve cuando anunció el reconocimiento del Estado de Palestina. Siendo Francia uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, su anuncio -que se sumaba al de otros países, entre ellos España- tiene un alcance histórico. Efectivamente, supone un cambio en relación a los tiempos en los que Rusia y China ocupaban un rincón del cuadrilátero, mientras Estados Unidos, el Reino Unido y Francia tomaban posición en el opuesto. En ese sentido, esta Asamblea General ha permitido medir la dimensión de los cambios geopolíticos que se están produciendo en el mundo. El frente occidental ha mostrado fisuras en torno a la cuestión palestina y, más allá, en la manera de dirimir los conflictos planetarios. Por la vía del multilateralismo, o por la de los acuerdos bilaterales y expeditivos que propugna Donald Trump. Mientras Francia y el Reino Unido han sido muy críticos con la masacre de Gaza que arroja más de 65.000 muertos y han reconocido a Palestina como Estado, la Administración norteamericana se ha recluido en un aislamiento insólito, quedándose prácticamente sola en la votación de la resolución que pedía un alto el fuego, el cese de la agresión israelí y la liberación de los rehenes en manos de Hamás. Una posición que asumió, con un discurso medido en el vocabulario, pero contundente en el fondo, el rey Felipe VI en su intervención. Más solo se quedó todavía el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, durante la intervención que pronunció ante un hemiciclo prácticamente vacío (mientras Mahmud Abás, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina tenía que hablar por videoconferencia, al negarle el visado las autoridades norteamericanas). Lejos quedan los tiempos en los que Naciones Unidas era un instrumento de promoción y mantenimiento de la paz en el mundo. Por muy contundente que haya sido en defensa de Palestina, sigue siendo impotente en cuanto a pacificar el Próximo Oriente. No obstante, de consolidarse la tendencia que se ha manifestado este año, podría recobrar cierto protagonismo como el lugar donde negociar respuestas a los grandes desafíos del siglo XXI. En ese sentido, puede que lo más significativo haya sido el contraste entre esta voluntad de resolver los problemas por el diálogo y la desabrida intervención de Trump, que acusó a la ONU de todos los males y abogó por soluciones bilaterales basadas en la fuerza y en la aplicación de una hegemonía que hoy no puede ser patrimonio de un solo país.
Ver noticia original