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Parana » Informe Digital
Fecha: 28/09/2025 18:55
Desde San Pablo. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambios Climáticos (COP) está en vísperas de iniciar, el 10 de noviembre próximo, su reunión número 30 en la ciudad de Belem. Es la capital del estado brasileño de Pará, donde desemboca el río más largo del mundo: el Amazonas. Y es allí donde comienzan a percibirse los rasgos de la selva homónima que atraviesa. Hoy, la COP adquiere una relevancia especial si se tiene en cuenta que las catástrofes climáticas provocaron grandes pérdidas económicas en el primer semestre de 2025: el total mundial trepó a un récord de 162.000 millones de dólares; y que en Sudamérica esos eventos extremos elevaron los daños a 6.670 millones. La principal damnificada es la agropecuaria; al mismo tiempo, ese sector es señalado entre los mayores emisores de CO2 (dióxido de carbono). Se trata del célebre “gas estufa” (GEE) responsable del “calentamiento global antropogénico”, es decir, causado por la acción humana. Para especialistas brasileños, los cambios climáticos constituyen “uno de los mayores desafíos globales de la actualidad, con impacto en la economía, en la salud pública y en la estabilidad social”. Y el “campo”, entendido como la producción agraria y pecuaria, es a su vez responsable por 30% de la emisión de “gases estufa”. La peor parte la sufre el ganado, “con un enorme impacto ecológico”, que aporta a la humanidad 37% de las proteínas y 18% de las calorías. También es el segmento que ocupa 83% de las tierras cultivables del planeta y al que se le atribuye 60% de los gases de efecto invernadero liberados por la agropecuaria. Por supuesto, no es un asunto desconocido para organizaciones como la Confederación Nacional de Agropecuaria (CNA), que agrupa a productores de todo Brasil. Para esa institución, “la obtención de alimentos juega un papel crucial para alcanzar las metas climáticos que ha comprometido el país”, según admitió su vicepresidente Muni Lourenzo, quien además preside la Comisión Nacional de Medio Ambiente de la CNA. La asociación elaboró un documento, “Agropecuaria Brasileña en la COP30”, donde sostiene que “el agro es el sector más impactado por los factores climáticos, pero al mismo tiempo, es el que se presenta mejor como proveedor de soluciones”. El dirigente también destacó que la agricultura tropical “precisa de financiación para una transición (climática) justa” y expresó que la confederación aguarda “decisiones que pueda mejorar y apoyar el desarrollo económico y social de 30 millones de brasileños que viven y producen en esa selva”. Asimismo, la región tiene un peso determinante en el clima de América del Sur. Un dato resulta llamativo: “Hace 50 años, con los grandes emprendimientos ganaderos instalados en el sur del Amazonas, que apuntan esencialmente a la exportación de carnes, ha disminuido en forma constante la disposición de agua, con lo cual también reduce el caudal de los ríos, se secan sus nacientes y baja peligrosamente el nivel de las capas freáticas”. Según otro representante de la CNA, Nelson Ananias, “el campo ya viene cumpliendo las metas establecidas hace muchos años, con agricultura de baja emisión de carbono y con el cumplimiento de un Código Forestal restrictivo”. Daniel Vargas, profesor de la prestigiosa Fundación Getulio Vargas (FGV), dijo que la COP tiene entre sus funciones la de establecer obligaciones de los países y definir “quién va a pagar la cuenta” de las reglas que se acuerden. Señaló, en ese sentido, que los criterios sobre lo que es considerado “verde” en el mundo “fue definido por los países ricos, de acuerdo a sus realidades productivas. Y esos criterios fueron utilizados como referencias por aquellos países con agricultura tropical”.
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