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  • Brigitte Bardot cumple 91 años: de musa irrepetible del cine francés a referente del activismo en defensa de los animales

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 28/09/2025 05:06

    “Tengo mucha suerte porque tengo un temperamento fogoso. Es difícil derribarme", admitió a días de cumplir 91 años (AFP) A mediados de la década de 1950, Brigitte Bardot se convirtió en sinónimo de libertad, sensualidad y rebeldía. Fueron casi veinte años en los que las pantallas se rendían ante su mirada desafiante y su cabellera despeinada; el mundo entero la coronaba como la mismísima encarnación del deseo. No marcaba tendencia solamente en el cine y la moda sino que representaba un cambio cultural, un grito femenino que rompía moldes y sacudía hasta las estructuras más rígidas. Pero detrás de esa figura luminosa, de la estrella más fotografiada de su época, había una mujer que nunca se sintió del todo cómoda con el lugar que la historia y la fama le habían asignado. Detrás del mito erótico y de la musa de Saint-Tropez había un ser humano profundamente sensibilizado por el dolor y el sufrimiento de los más indefensos. Esa incomodidad, que al principio la consumía en silencio, pronto se transformaría en la decisión más abrupta y que cambiaría para siempre su destino. En 1973, con 39 años, Bardot sorprendió al mundo al anunciar que abandonaba el cine, en la cúspide de su carrera. Dejó atrás los flashes, los contratos millonarios, la adulación y la fama, para entregarse por completo a una causa que, según ella misma, era más grande y más urgente que cualquier éxito personal: la defensa de los animales. Creó una fundación que lleva su nombre, se convirtió en un ícono de la militancia ambiental y animalista, pagando el precio de sus convicciones con problemas policiales, juicios, críticas y soledad. Pero nada de eso la detuvo. “Di mi juventud, mi belleza y mi cuerpo al amor y a los hombres; doy mi vejez a los animales”, dijo Bardot La mujer que encendió la pantalla Brigitte Anne-Marie Bardot nació en París el 28 de septiembre de 1934, en el seno de una familia burguesa, entre partituras de música y estrictas lecciones de ballet. Esa disciplina inicial le dio un porte único: la forma de caminar, de moverse, de ocupar un espacio. Antes de convertirse en actriz, Bardot soñaba con ser bailarina. Pero el destino la empujó a otro escenario, más vasto y luminoso, que la convertiría en un fenómeno mundial. Su irrupción en el cine francés fue como una brutal llamarada. Cuando en 1956 se estrenó Y Dios creó a la mujer, dirigida por Roger Vadim, no solo se inauguraba una nueva etapa en la historia del cine sino que se abría una brecha en la moral de la época: con apenas 22 años, Bardot encarnó a una mujer joven, libre, sin culpa ni obediencia, y esa insolencia se convirtió en un símbolo de emancipación femenina. Francia se escandalizó y fascinó al mismo tiempo, mientras Hollywood la miraba con deseo y Europa la convertía en mito viviente. Nada tardó en convertirse en la musa de artistas, cineastas y músicos. El cantante y compositor Serge Gainsbourg le escribió canciones; Pablo Picasso la invitó a su estudio y entablaron una buena amistad aunque nunca la pintó y los fotógrafos de todo el planeta la perseguían por Saint-Tropez, en la Riviera francesa. Brigitte Bardot no dejó que los flashes le taparan la realidad y cuando el mundo le dolió lo suficiente, dejó los escenarios A mediados del siglo XX, era la mujer más retratada del mundo, la primera en desafiar a Marilyn Monroe y “robarle” el amor de los fans. Pero lo que más fascinaba de Bardot no era solo su belleza: era la autenticidad con la que habitaba la pantalla. No representaba a una estrella distante y frívola, sino a una mujer real que reivindicaba sus pasiones, sus excesos y su libertad, gustara a quien gustara... Lo hacía en un mundo todavía dominado por la censura y los roles rígidos, sobre todo en cuanto a las normas que limitaban la expresión de deseos y la autonomía de las mujeres, en una sociedad que esperaba de ellas recato, sumisión y un apego estricto a los mandatos familiares y sociales. Y ella era un huracán. Por eso el cine encontró en Bardot a su figura más provocadora, y la cultura popular a una de sus revoluciones más potentes. Lo que no sabía el público era que, detrás de esas luces, había un alma frágil y un corazón que se encogía cada vez que veía sufrir a un animal. Esa contradicción (la de ser adorada por millones y sentirse vulnerable ante las injusticias que los demás ignoraban) fue gestando la metamorfosis que vendría. “Me siento prisionera de mí misma”, admitió Brigitte Bardot antes de retirarse de escena La estrella que eligió desaparecer La fama, que para muchos era un sueño, para Brigitte se había convertido en una jaula dorada. Ella misma lo confesó: “Fui considerada como una de las grandes stars mundiales y, sin embargo, no soy nada. Siempre tuve esa lucidez. Mi sueño es regresar al anonimato completo. Me siento prisionera de mí misma”, escribió en Initiales B.B., su autobiografía publicada en 1996. El acoso mediático, la falta de privacidad, los juicios de una sociedad que la idolatraba y la castigaba a la vez, fueron minando su fortaleza. En varias ocasiones confesó haber contemplado el suicidio. En ese clima de contradicción y sufrimiento, tomó la decisión que marcaría un antes y un después en su carrera, en su vida y que impactó de lleno en el mundo. En 1973, en el apogeo de su estrellato, anunció su retiro definitivo del cine. No lo hizo en decadencia, no esperó a que el brillo se apagara: lo hizo en lo más alto, dejando perplejo al mundo entero. Fue un acto de rebeldía, pero también de supervivencia. Abandonó los sets, las giras, los contratos y se refugió en su casa de La Madrague, en Saint-Tropez, rodeada de perros, gatos, caballos y gansos. Allí comenzó a gestarse la nueva Bardot: la mujer que iba a dedicar su vida a defender a los seres más vulnerables. “Si no logro que el mundo comprenda lo fundamentales que son los derechos de los animales, mi vida será un fracaso“, declaró alguna vez. La desaparición de la actriz fue tan ruidosa como su irrupción. Para muchos, era un escándalo: ¿cómo podía renunciar a todo? Para ella, en cambio, bajarse de las tablas se trató de una liberación. Su vida privada ya no sería un espectáculo público. Sus energías podían dirigirse a lo que realmente la conmovía: luchar contra la crueldad. Bardot entendió que había vivido dos vidas: la primera, bajo los focos; la segunda, en la trinchera de la compasión. Brigitte Bardot: “Si no logro que el mundo comprenda lo fundamentales que son los derechos de los animales, mi vida será un fracaso” “Nunca podré ser feliz. ¿Cómo esperan que sea feliz con estos animales que son asesinados, masacrados, degollados, utilizados como conejillos de indias?”, admitió La militante indomable En 1986, Brigitte Bardot fundó la Fundación Brigitte Bardot, dedicada a la protección de los animales, financiada en gran parte con la venta de sus bienes personales. Desde entonces, inició una lucha incansable en defensa de los derechos de los animales. Su primera gran batalla fue contra la caza de focas en Canadá, denunciando públicamente el brutal sacrificio de crías apaleadas en la cabeza por su piel. A partir de allí, encabezó campañas contra la experimentación con animales en laboratorios, la matanza de caballos, la caza de ballenas y delfines, y la explotación de animales en circos. También se manifestó con firmeza contra la tauromaquia y el abandono y sacrificio masivo de perros y gatos. Además, impulsó campañas legales y educativas, y su fundación ofrece refugio, atención veterinaria y programas de esterilización. En Francia, su voz fue clave para lograr el endurecimiento de las leyes contra el abandono y el maltrato animal. Su compromiso trascendió fronteras: gestionó donaciones para otras ONG animalistas en todo el mundo, incluida la Argentina. Su fundación apoyó en 2021 al santuario Pumakawa, en Córdoba, con una donación de 10.000 dólares destinada a ampliar instalaciones y mejorar la atención veterinaria para el rescate y rehabilitación de pumas y otras especies silvestres. Como si fuera poco, Bardot envió denuncias formales a gobiernos y colaboró con organizaciones internacionales para exponer y detener casos de crueldad, promoviendo cambios legislativos y mejoras en las políticas sanitarias y de bienestar animal. Su activismo fue fundamental para instalar el debate sobre el respeto hacia los animales en la agenda pública y contribuir a una conciencia mundial más empática y comprometida con las demás especies. “Hay que decir que, aunque la caza de focas se ha efectuado durante alrededor de 300 años, las tradiciones están cambiando y sólo los tontos no cambian de opinión”. Brigitte Bardot, Conferencia de prensa en Canadá de 1977 Bardot encontró en los animales una causa de vida (La Vanguardia) Ninguna de esas fueron batallas cómodas para ella. Bardot fue llevada a juicio y condenada varias veces, principalmente por declaraciones controvertidas sobre cuestiones sociales, y recibió críticas tanto de políticos como de empresarios. Nada la detuvo. “He perdido amigos, he perdido fama, he perdido dinero, pero he ganado una causa: la de los animales. Y eso me basta”, expresó en distintas ocasiones. Esa convicción la transformó en una figura que cambió los brillos del cine por el barro de la militancia. La ex actriz usó su nombre y su mito como un arma. Allí donde aparecía, el mundo miraba. Y Bardot sabía que esa atención era poder, y lo usó cuando quiso. La misma prensa que antes la acosaba en playas y sets de rodaje ahora tenía que escuchar sus denuncias sobre la realidad de los mataderos y corridas de toros. Convirtió su fama en altavoz, su belleza en escudo y su voluntad en estandarte. “Nunca podré ser feliz. ¿Cómo esperan que sea feliz con estos animales que son asesinados, masacrados, degollados, utilizados como conejillos de indias?”, expresó cada vez que sentía que le hacían preguntas que pretendían bajar el valor a su causa. Es más, confesó a corazón abierto en varias oportunidades: “Di mi juventud, mi belleza y mi cuerpo al amor y a los hombres; doy mi vejez a los animales”. Es que ella se negó a envejecer como un retrato en sepia y eligió transformarse en luchadora, en guerrera de una causa que pocos en ese momento consideraban importante. En los años ochenta y noventa, cuando hablar de derechos animales era casi una excentricidad, ella puso su rostro, su voz y su cuerpo. Y soportó estoica lo que le tocó por decirlo. Así, la mujer que fue mito por sus curvas, se convirtió en ejemplo para otras personas y abrió el camino a las siguientes generaciones de activistas animalistas. Hoy, millones en todo el mundo la tienen como ejemplo a seguir en este camino. Con Alain Delon la unió una amistad profunda y aún sufre por su pérdida El dolor de Brigitte: las muertes de sus amigos y la soledad Días antes de cumplir los 91 años, Brigitte Bardot ofreció una rara entrevista televisiva desde su casa de Saint-Tropez, donde vive retirada desde hace casi seis décadas. “¡Ay, ay! La vida hoy hace que la muerte parezca algo extraordinario”, reflexionó, marcada por la soledad de estos años. “No me queda nadie, se han ido todos”, dijo, aún dolida por la reciente muerte de su gran amigo Alain Delon. “Nunca se supera la muerte de un amigo. Le extraño muchísimo. Fue una gran amistad y estábamos en la misma onda”, recordó a su gran amigo, con quien se conocieron en París en 1958, durante una sesión de fotos. También se mostró profundamente dolida por la muerte de su perro ET, su inseparable compañero. “Como siempre conducía con él a mi lado, dejé de conducir porque estaba completamente sola en el coche”, confesó. Aunque aseguró que no le teme a la muerte, admite que siempre estuvo presente. “No pienso mucho en la muerte, pero es cierto que me acompañó toda la vida”. Pese a eso, demostró que su espíritu sigue intacto: “¡Tengo mucha suerte porque tengo un temperamento fogoso! Es difícil derribarme”. Sobre los casi 70 años de la película que la catapultó a la fama, Y Dios creó a la mujer, recordó con ironía el impacto de su debut: “Nunca pensé que gracias a esta película alcanzaría esta popularidad”; y cerró con una frase que resume su eterno carácter provocador: “¡Francia no ha tenido nada grande desde mí!”. Y tiene razón.

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