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  • El estío del caballero andante

    » Diario Cordoba

    Fecha: 24/09/2025 01:27

    Pues resulta que nuestro buen señor Don Quijote también desarrollaba sus aventuras en época veraniega. Quizá no con las temperaturas actuales -que siguen insistiendo en este septiembre-, pero con el termómetro lo suficientemente subido de tono como para partir a la aventura «una mañana antes del día, que era uno de los cálidos del mes de julio, con el cuerpo recalentado por la armadura en la que el sol entraba con tal aprieto y tal calor que fuera bastante para derretirle los sesos si los tuviere». Uno puede leer ‘El Quijote’ muchas veces y pasarle inadvertido que todas sus salidas y peripecias acontecen durante el estío, salvo que haya compartido este verano con Cervantes de la mano del último libro de Antonio Muñoz Molina. Y constate que, tanto ayer como hoy, los lugares por do caminaba la triste figura de nuestro hidalgo «suelen ser de ardor muy grande desde las tres de la tarde», según reza el texto de Don Miguel, quien no podía imaginarse que con el paso de los siglos y con el cambio climático el ardor iba a derivar en fuego, tragedia y desolación prácticamente por toda la geografía española. Ya se sabe que todo buen veraneante lleva en su mochila un libro. Y es a ese desocupado lector, que dispone de tiempo de sobra por delante -y que puede dedicarse «sin urgencia y sin remordimientos, a esa particular forma de no hacer nada que es la lectura de una larga obra de ficción»- al que Muñoz Molina propone pasar la canícula, como él en su momento, releyendo juntos las aventuras del ingenioso paladín de Dulcinea. Lo que tampoco podía sospechar es que algunos íbamos a hacerlo con un ojo en su libro y con otro en la pantalla de la tele, temiendo que hasta el aparato pudiera salir en llamas en cualquier momento. O en la playa, mirando al mar, que tampoco sirve de alivio a caballero y escudero, quienes casi al final de la novela llegan a verlo, pero no a disfrutarlo como alivio a las altas temperaturas. Es más, les asusta un poco. Al contemplar el Mediterráneo por primera vez nos comenta Cervantes que «halláronlo espaciosísimo y harto más largo que las lagunas de Ruidera, hasta entonces la mayor extensión de agua que conocían». En todo caso, la playa de Barcelona tampoco fue lugar grato a nuestro esforzado caballero ya que sirve de referencia a su derrota ante el de la Blanca Luna que determina su retorno final a casa. Me pregunto qué hubiera experimentado Don Quijote de haber caminado por las costas del norte. No lo sabremos. Pero sí que Muñoz Molina avanzó en la génesis de su verano con Cervantes, en otro, también caluroso, tras el muro acristalado de una galería abierta al paisaje verde de Asturias, en mañanas de niebla y llovizna, con alivio de aire fresco y olor a mar, llenando sus páginas de evocaciones, ambientes y reflexiones, entremezcladas con sus propias vivencias y un arsenal de referencias literarias. Y jugando con las suposiciones al modo Amenábar también podríamos pensar que en los tiempos actuales el inmortal personaje de Miguel de Cervantes Cortinas (en la película recupera el apellido de su madre que luego cambió por Saavedra) no hubiera dudado de cargar este verano contra las llamas (los molinos eólicos le quedarían un poco altos) viendo en ellas dibujadas toda clase de brujos maléficos y seres infernales. Hubiera salido chamuscado, pero dando ejemplo y ayuda a los actuales pentapolines, de brazo arremangado y manguera en ristre luchando contra tanto entuerto y despropósito propiciados por la piromanía, la trapacería y la incuria. *Periodista

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