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  • Isaac Rosa encierra en una novela el insomnio de todo un país: "Vivimos rodeados de discursos que glorifican el dormir menos"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 20/09/2025 15:04

    A toda esa gente que duerme poco y mal, que cantan Biznaga, acuna y arrulla Isaac Rosa (Sevilla, 1974) en su nueva novela, una certera y afilada reflexión sobre la falta de sueño crónico que une y hermana más que cualquier fobia deportiva o carnet ideológico. "Nuestras noches son el resultado de nuestros días, y nuestros días están marcados por una serie de cuestiones que quedan fuera de nuestro control, que no somos capaces de cambiar", reflexiona el andaluz, cartógrafo involuntario de las grandes taras del turbocapitalismo gracias a títulos como 'Lugar seguro', 'Feliz final' o 'El país del miedo'. Precariedad, alineación laboral, desahucios y ahora esto. El insomnio. Las noches en velas. "No dormimos porque estamos agotadas, exhaustas; no dormimos porque sabemos que tenemos que dormir, no dormimos preguntándonos por qué no podemos dormir, no dormimos y nos decimos que será el calor, el frío, el ruido, el silencio, el exceso de energía, el demasiado cansancio, el cuerpo al lado, el cuerpo ausente, los hijos creciendo, los padres envejeciendo, los sucesos de hoy, lo esperado mañana, la culpa, el deseo, el miedo, el amor, el trabajo, el dinero", leemos en somnoliento trance en 'Las buenas noches' (Seix Barral). En ella, Rosa alterna el diario del sueño, una suerte de cuaderno de bitácora de las infinitas ramificaciones del mal dormir, con la historia de dos extraños sin nombre que se encuentran de forma furtiva en hostales mugrientos únicamente para dormir. Nada de sexo ni pasión. Solo habitaciones a oscuras, respiraciones acompasadas y sueño compartido. "Son amantes, compañeros de cama, pero también más que eso. Al final lo que les mueve es algo parecido a la pasión amorosa. No buscan dormir en el sentido simplemente de descansar, sino que cuando están juntos todo queda en suspenso. Ese anhelo compartido tiene mucho que ver también con la vida que llevamos y con esa necesidad de salir y parar un momento", explica Rosa. Para el autor de 'La mano invisible', todo empezó, era de esperar, en su propia cama, con los ojos como platos y toda la noche por delante. Sus "malas noches", como las llama. "Durante muchos años no es que no pudiera dormir, es que no quería dormir. Y creo que ese es parte del problema que tenemos, que en nosotros convive alguien que no quiere dormir con alguien que no puede dormir. Y a veces convive en distintos momentos de la vida: a lo mejor de joven no quieres dormir y luego de mayor no puedes dormir, pero a veces es casi a la vez. Así que no me habría interesado por el insomnio si yo no hubiera dormido mal", explica. Isaac Rosa / Elisenda Pons La sorpresa, añade, fue descubrir que a su alrededor había un silencioso ejército de 'maldurmientes' con el que compartía algo más que desvelos. "A medida que vas abriendo el círculo te das cuenta de que gente de otras edades y con otras situaciones laborales y familiares también duerme mal. De hecho, desde que salió el libro no hago más que hablar con gente que duerme mal, así que también tiene algo de ‘outing’, de empezar a contar algo que se veía como algo privado y personal, algo casi vergonzoso", explica. No ayuda en nada, más bien al contrario, la sobredosis de pantallas, estímulos y microchutes de dopamina que luchan por mantener el cerebro permanentemente alerta. Tampoco la asunción de un modelo de vida neoliberal “en el que dormir se considera tiempo perdido, algo propio de vagos”. "Vivimos rodeados de discursos que glorifican el dormir menos. Ya no importa el sueño, si no que no estés durmiendo para que estés produciendo", lamenta. Desvelos colectivos Entre tanto, España escala hasta lo más alto del podio de países con un mayor consumo de benzodiazepinas (unas 110 dosis diarias por cada 1.000 habitantes); cada vez menos escritores creen que sea buena idea intentar replicar la escritura insomne y mentalmente alterada de Kafka; y los protagonistas de 'Las buenas noches' duermen poco o nada. "Todo el que duerme mal acaba encontrando una situación familiar, personal o material que cree que le quita el sueño, pero en el fondo hay algo común, algo compartido que tiene que ver obviamente con el momento que estamos viviendo, con un cierto estado de ánimo colectivo de vivir sin ser capaces de tomar el control de nuestras vidas. Es una mezcla de vulnerabilidad, desborde, las vidas aceleradas y ansiosas que llevamos, la pantalla siempre ahí… Al final, como se dice en la novela, lo raro es que haya gente que pueda dormir bien", explica. Visto así, no extraña que para muchos la pandemia fuese más efectiva a la hora de conciliar el sueño que un carromato de somníferos. "Nadie quiere decir que dormía bien porque había gente que lo estaba pasando muy mal y da como vergüenza reconocerlo pero, de pronto, pasado el susto inicial, podíamos dormir", recuerda. Sin idealizar el cerrojazo ni echarlo de menos, sí que cree Rosa que el confinamiento demostró que llevábamos vidas "incompatibles con dormir, con descansar, y con cuidar". "Llevábamos vidas que eran incompatibles con vivir", subraya. Dormimos fatal, insiste el sevillano, porque vivimos peor, mal mayor que, a su entender, pide a gritos soluciones colectivas. "Si queremos dormir bien, que al final es vivir bien, o lo hacemos entre todos o nadie duerme", sostiene. Ahí está, señala, "esa especie de ludopatía que han desarrollado las tecnológicas" con las redes sociales, los algoritmos y las recompensas encarnando uno de los motivos que nos quita el sueño. "Ha llegado un punto en que cada uno individualmente no es capaz de resistirse realmente a esa tecnología que es capaz realmente de anular tu voluntad", alerta. Suscríbete para seguir leyendo

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