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» Misionesparatodos
Fecha: 20/09/2025 09:41
El Presidente hizo una arenga bíblica frente a su tropa, en un encuentro sin celulares; el fracaso de la táctica “friendly”; la señal política que no fue y la protección a “Lule” Menem Más de 70 libertarios apagaron sus celulares y los colocaron en bolsas negras, cerradas y numeradas. “¿Qué querés?… si después nos grabamos entre nosotros…”, bromeó un colaborador oficial, resignado por la regla de confidencialidad. Decenas de candidatos a diputados y senadores nacionales de todas las provincias, funcionarios, asesores e influencers ingresaron a uno de los quinchos de la quinta de Olivos (el que funciona como sala de conferencias) para ver al Presidente. Todos perdieron conexión por tres horas. Era el mediodía del jueves. Javier Milei les dio la bienvenida y comenzó a disertar frente a un atril. La mayoría del auditorio eran caras nuevas para él. A excepción de un grupo de candidatos elegidos por el Presidente, como la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich; el economista Agustín Monteverde; el ministro de Defensa, Luis Petri o el “Profe” José Luis Espert; y de las actrices Virginia Gallardo y Karen Reichardt, los postulantes del interior del país destinados a representar al Gobierno en el Congreso son completos desconocidos para el jefe del Estado. Igual que en el 2023. El cónclave en la quinta presidencial buscaba que los primeros y los segundos de las listas (más los “voceros libertarios” que pululan los medios de comunicación) conocieran los “lineamientos” de la campaña nacional en boca del estratega Santiago Caputo y del mismísimo Milei. Muchos asistentes que veían por primera vez al líder libertario llegaron con la ilusión de llevarse la típica selfie con los pulgares en alto para nutrir sus redes sociales. Pero el secuestro de celulares les pinchó el globo. Cero fotos. El Presidente se zambulló en un soliloquio de más de una hora y media para transmitirle un mensaje a su tropa. Se puso al frente de la campaña nacional, entendiendo que de él depende recuperar la popularidad que perdió. Injusta ironía: justo en el momento en el que Milei rompió el aislamiento, abrió los portones de Olivos y agarró la batuta de la conducción política -algo que se le venía reclamando desde hace tiempo- el dólar se empeñó como nunca en perforar el techo de la banda de flotación y Banco Central (BCRA) debió sacrificar, en esa rueda del jueves, US$379 millones de reservas. Los invitados de Olivos, desconectados del mundo exterior, se enteraron varias horas después de la jornada negra en los mercados. A Milei tampoco lo vieron relojear su teléfono durante el mitin. El Presidente, no obstante, anticipó allí lo que el ministro de Economía, Luis Caputo, señalaría más tarde: que el Gobierno no tiene inconveniente de vender hasta el último dólar y que el esquema de bandas cambiarias no se toca. Miei se quejó de que muchos economistas y periodistas le achacan que le hace tomar presuntas malas decisiones a su equipo económico. El jefe del Estado habló de la herencia recibida, de los hitos económicos del Gobierno y de la coyuntura política y económica. En tono proselitista, aludió a referencias bíblicas para ilustrar la importancia de las elecciones de octubre. Equiparó este momento de su gestión con el éxodo judío y contó la historia de Naasón, el primero en entrar al Mar Rojo, demostrando valentía y fe cuando los israelitas llegaron a la orilla, para que las aguas se abrieran hacia la prosperidad. Toda una metáfora para transmitir el principal lema de campaña que definió que definió el “gurú” Caputo: que hay que “valorar el esfuerzo de los argentinos e invitarlos a defenderlo para que todo valga la pena” sin volver atrás, donde acechan -en términos libertarios- los “kukas”. O, de acuerdo al mito fundacional de Milei, los egipcios. Después del monólogo presidencial, Milei y su asesor de campaña se abrieron a preguntas. El tiktoker Iñaki Gutiérrez repartió el micrófono. La mayoría de los candidatos solo quería saber una cosa: si estaba previsto que el Presidente visitara sus provincias. Otros aprovecharon para almibarar al jefe de Estado. Sebastián Pareja, el armador bonaerense, le dijo al Presidente que él es el “rey que abrirá las aguas del mar Rojo” y que todos lo van a seguir. Milei se alteró. “Naasón no era rey”, le respondió con las cuerdas vocales rasposas. Nadie se animó a hacer preguntas incómodas. No hubo referencias al nerviosismo de los mercados ni al enfriamiento de la economía. Del caso de los presuntos sobornos en la Agencia de Discapacidad ni se habló. Es un mal que aqueja a esta gestión (y a todos los gobiernos en general): en el palacio, para no perder la cercanía con el poder, los bufones evitan irritar al líder. Elefante en la habitación Los elefantes en la habitación aquejan también a la mesa chica política mileísta. Todavía no se consensuó en la cúpula un diagnóstico claro y unánime acerca de las raíces profundas que derivaron en la caída de la imagen del Gobierno y la paliza sufrida en la Provincia ¿Fue el aparato de los intendentes peronistas? ¿Un mal armado de la oferta electoral? ¿La falta de brillo de los candidatos? ¿O el enfriamiento de la economía?... ¿Cuándo empezaron, de verdad, los problemas? ¿Con el armado de las listas bonaerenses? ¿Con el desarme de las LEFI? ¿Cuando se equiparó al financiamiento del Garrahan a un golpe al equilibrio fiscal? ¿Con el caso Spagnuolo? ¿O mucho antes, cuando La Libertad Avanza (LLA) ganó en Capital Federal y comenzó a ensoberbecerse y a querer pintar de violeta la cara de los aliados en el Congreso? Solo hubo un análisis de “laboratorio”, basado en datos, que arrojó que Milei perdió apoyo en sectores medios y medio bajos que sufren el ajuste y en una parte del votante cambiemita que no fue a votar. El estudio indica que el Presidente es la única figura del Gobierno que aún conserva un aura “anticasta”, a diferencia del resto de los funcionarios. “Tenemos otras dos cosas a favor: la familia que compra el sachet de leche en el día, valora la caída de la inflación. Y una buena parte de los que nos votaron en 2023 no quieren saber nada sobre volver al kirchnerismo”, dijo a LA NACION un asesor oficial. La Casa Rosada comenzó a digerir que la táctica “friendly” que inauguró después de la derrota electoral para reconstruir la gobernabilidad está fracasando estrepitosamente. Y que todos los gestos que el Gobierno comenzó a darle a gobernadores y potenciales aliados son insuficientes y extemporáneos. Milei se entusiasmó una mañana en su despacho con Guillermo Francos cuando definió, en cuestión de minutos, reabrir el Ministerio del Interior con Lisandro Catalán al frente. “Al final, a Lisandro lo mandamos a la guerra con arco y flecha”, se lamentó en las últimas horas un colaborador oficial. El flamante ministro seguirá sumando fotos del país con gobernadores que muy amablemente lo recibirán. La semana próxima será el turno de Raúl Jalil, un peronista buenazo que jamás le haría un desplante a la Casa Rosada. Pero no será más que una foto institucional. Esta semana, en tanto, Catalán se sumó como interlocutor con la oposición del Congreso. Junto con el titular de Diputados, Martín Menem, el martes intentó defender el veto a la ley de financiamiento universitario (a la ley “Garrahan” siempre la dieron por perdida) en un zoom con Cristian Ritondo y con los gobernadores amigables. Los emisores del Gobierno llegaron a ofrecer fondos para las casas de estudios: un aumento de unos $100.000 millones por mes para el último trimestre de este año en concepto de aumentos salariales y recomposición de gastos de funcionamiento. Una solución de corto plazo con algo de billetera. No prendió. En el intercambio, Menem intentó persuadir a los gobernadores de que el oficialismo podía juntar los votos. El gobernador mendocino Alfredo Cornejo lo cruzó: “No podés hacer al radicalismo votar en contra de las universidades. Contale bien las cosas al Presidente”. Durante la sesión, la diputada por Mendoza, Pamela Verasay -del riñón del gobernador y segunda en la lista violeta, debajo de Petri- y su par Lisandro Nieri votaron para insistir con la ley universitaria y revertir el veto presidencial. “Lule” El jueves fue una jornada larga en Olivos. Horas después del encuentro del Presidente con los candidatos, luego de que se encendieran los celulares y se conociera que el BCRA había tenido que acelerar el sacrificio de reservas, hubo una novedad que, aunque cosmética, podía ofrecer una señal política al establishment y a la opinión pública: el ascenso de la legisladora porteña Pilar Ramírez como “coordinadora nacional de la campaña de LLA”. La decisión fue oficializada en una segunda reunión privada con los jefes de campaña de los 24 distritos del país, en el mismo salón de la quinta. Esta vez, sin Milei, y con Karina y Santiago Caputo sentados en la tarima del escenario, como maestros de ceremonia. “Esa segunda reunión fue más provechosa que la de la mañana. Nos explicaron bien qué decir en campaña y sobre todo, nos indicaron que no les discutamos a los gobernadores. Explicaron que ellos tienen buena imagen y que no tiene sentido confrontarlos. Que hay que nacionalizar la elección y ser los embajadores de Javier”, contó uno de los testigos. Ramírez es una “karinista” de pura cepa. Conoció a la hermana de Milei en 2023 en una cena en su casa que su marido, el inversor inmobiliario Darío Wasserman (actual director del Banco Nación), organizó para presentar al líder libertario con algunos empresarios. Allí la anfitriona y la “hermanísima” hablaron toda la noche. Pegaron buena onda. Y Ramírez se convirtió en la lugarteniente de Karina en la Capital Federal. Se consolidó su mano derecha para borrar a Ramiro Marra del mapa libertario, para confrontar con Jorge Macri en la Legislatura y, finalmente, para ganarle a Pro en las elecciones porteñas del último mayo. El flamante papel de Ramírez en LLA, muy de nicho en otro contexto, podía adquirir una fuerte significación política si era bien presentado en sociedad. Bullrich, por ejemplo, lo celebró. Tácitamente, la entronización de la legisladora como “coordinadora nacional” la lleva a ocupar un lugar que parecía reservado para Eduardo “Lule” Menem, armador nacional y segundo de Karina en el partido violeta. Puertas adentro del Gobierno, nunca se habló de correr a Lule como una decisión deliberada. Mucho menos se lo echó del cargo que tiene en el Poder Ejecutivo (es subsecretario de Gestión Institucional). Con el nivel de tabú que se maneja en Balcarce 50, esos temas nunca se hablan así. Lo que sí hubo fue una distribución de roles en la mesa de campaña consensuado al inicio de la semana entre la hermana del Presidente y el estratega Caputo. En esos papeles internos, a “Lule” le quedó la función de “jefe de fiscalización”. Hacia afuera ocurrió lo obvio. El nuevo reparto de poder rápidamente fue leído como una sutura al principal problema autoinflingido de la cúpula libertaria: la pelea irreconciliable entre los Menem y Caputo que tiene al Gobierno sumergido en lodo. La movida también fue interpretada como una elegante forma de bajarle las acciones al Menem más complicado por el caso de supuestos sobornos en Discapacidad. Finalmente, la lectura permitía ver a los hermanos Milei con una mayor toma de conciencia de los errores políticos, esa que aún muchos de los propios -sottovoce- todavía les reclaman. Pero no. Apenas proliferó la noticia de Ramírez, los Menem -una facción del oficialismo que además de Martín y “Lule” también integra Sharif, el jefe de juventudes de LLA- reaccionaron internamente. Entrada la noche, la Casa Rosada dejó trascender que “Lule” tendría “más poder que antes”. Lo llamativo fue que el mayor de los Menem no solo no integra la “mesa política nacional” (la primera que estrenó el Presidente después de la derrota bonaerense) sino que tampoco participó de las dos mega reuniones de campaña que se hicieron el jueves en Olivos. Como sea, Karina evitó a toda costa herir la susceptibilidad de los riojanos. Con lo implacable que la hermana presidencial supo ser otras figuras del elenco mileísta, nadie entiende bien por qué a ellos los protege siempre. Javier Milei no se lo discute. O prefiere mirar para otro lado. Esa noche, en la intimidad de Olivos, el Presidente le dio poca relevancia al affaire y lo atribuyó a operaciones mediáticas. Estaba más concentrado mirando La Misa, en el canal de streaming Carajo, donde hablaba “Toto” Caputo. Del otro lado de la pantalla, el Presidente aplaudió a su ministro párrafo a párrafo. Sobre todo cuando dijo: “Vamos a vender hasta el último dólar en el techo de la banda”. Al día siguiente, el BCRA se vio forzado a asistir al mercado con otros US$678 millones de sus reservas. Milei, que no tiene más remedio que ser el gran elector de su campaña viajó a Córdoba para mostrarse “cerca de la gente” bajo el eslógan “¡Que el esfuerzo valga la pena!”. Cargó fuerte, no obstante, contra el oficialismo local y contra el exgobernador, Juan Schiaretti. Hizo caso omiso a la máxima de no provincializar la elección. Aunque todo su entorno se esfuerce, a los Milei les cuesta recalcular. Por Maia Jastreblansky-La Nación
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