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» El Ciudadano
Fecha: 17/09/2025 13:23
Los habitantes del pequeño estado de Alagoas, en el noreste brasileño, sostienen que el aire diáfano de la zona suele producir sonidos diferentes de acuerdo a horarios del día y al cambio de estaciones. Y que muchos músicos originarios comenzaron a ejecutar instrumentos o a cantar escuchando esa sonoridad o, en todo caso, dirían después algunos estudiosos de la música de ese país, queriendo imitarla. El enorme multiinstrumentista Hermeto Pascoal supo contar algo similar: “En el patio de mi casa, en Lagoa de Canoa, el aire se filtraba a través unas palmeras y luego parecía rebotar sobre una espesura que había al final, pero que no era un final preciso, sino que se hacía cada vez más espeso, solo que ya no pertenecía a mi hogar. Cuando toqué la flauta por primera vez tenía ocho años, quise imitar esos sonidos, creo que entendí que era una forma directa de aprender, y me salió una melodía que parecía montarse sobre eso que producía la naturaleza. Eso me hizo entender que la música estaba principalmente allí, en la naturaleza”. Más tarde, además de la flauta, Hermeto tocaría el saxo, el piano y la guitarra, amén de una serie de instrumentos autóctonos de distintas procedencias, sobre todo aborígenes, particularmente del estado de Mato Grosso, en la Amazonia brasileña y, más que nada, embanderado en aquel género musical conocido como forró, que era el de las fiestas campesinas alagoenses, al que nunca abandonó y del que despegaba para abordar otras rítmicas. «Locuras» de indudable calidad A los 14 años formó un grupo con sus hermanos, todos albinos, para tocar en algunos bailes, en escenarios de clubes y en las radios de Recife. Él se hacía cargo del piano. A mediados de los 60, ya casi dedicado en exclusivo a la música, formó el Sambrasa Trío, junto al por entonces desconocido pero luego gran percusionista Airto Moreira y el bajista Humberto Clayber. Un par de años después, el propio Moreira lo invitó a sumarse a Trío Novo, que él conformaba con el guitarrista Heraldo do Monte y el bajista Theo de Barros, y con Hermeto al piano, el trío se rebautizó Quarteto Novo, que sería uno de los grupos instrumentales más importantes de la historia musical brasileña. El aporte de Hermeto sería fundamental a partir del despliegue de unos teclados de una plasticidad rítmica increíble y la impronta del grupo se afirmaba en una creativa fusión de los ritmos brazucas y climas jazzísticos. Para esa época, Hermeto ya va haciendo gala de una ductilidad rítmica y armónica que traspasaba cualquier reducción genérica, inclinándose a trabajar sobre la experimentación sonora y la investigación, y otorgando a la música que crearía después, un matiz poco menos que inclasificable. En 1968, Hermeto escribe su primer arreglo orquestal para el compositor Eduardo Gudin, exhibiendo recursos que luego afianzaría en calidad de arreglador y abriendo el juego para ejecutar singularidades en contextos musicales conocidos o no tanto, e incorporando otros “raros” sonidos a sus melodías. Es conocida su participación en el festival de Montreaux, en 1979, cuando acompañó a Elis Regina en una fabulosa versión de “Garota de Ipanema”; como así también utilizó los gruñidos de un cerdito en su disco Slave Mass (1977), un relato futbolístico al que volvió música y la grabación de un calendario sonoro –366 composiciones– que duró un año con las particularidades de ciertas fechas a las que revestía de diversas melodías, una “locura” comenzó a señalar cierta crítica, pero de una calidad indudable. Esa calidad iría creciendo junto a su prestigio: algunas de sus composiciones serían interpretadas por orquestas como la Sinfónica de Brooklyn; la Filarmónica de Berlín; la Sinfónica de Sao Paulo. De su modo de componer, supo decir que era la espontaneidad la que primaba, que no era amigo de las estructuras, sino que iba escribiendo como “si fuera un sueño que me viene y tengo que volcarlo en un papel”. Afirmaba también que componía sin ningún instrumento, sino presa de las ideas que “me vienen, no puedo parar, en dos meses hice un libro con 100 músicas, 50 coros y 50 valses. En las escuelas se enseña con demasiada lógica, todo calculado. ¿Y dónde queda la creatividad, lo que uno siente? Hay que dejar que la cabeza funcione”, concluía dando una pista del inconmensurable caudal creativo cuyo origen tal vez fuese el sonido del viento entre las palmeras de su patio natal, pero también el que podía encontrar dando toquecitos a una pava, una cacerola o moviendo con un palillo el agua de una pileta en la que estaba bañándose. Alquimista y explorador Hermeto graba su primer disco en Estados Unidos, al que llamó Hermeto (1970), que no fue un éxito de ventas pero despertó la admiración de otros músicos, entre ellos Miles Davis –que estaba abriéndose a otras sonoridades–, quien lo convocó a participar en esa maravilla que es el disco Live Evil (1971) y de quien el trompetista dijo: “Hermeto es el músico más impresionante del mundo”. Vuelto a Brasil, en 1973 graba el primero de dos álbumes increíbles A Música Livre De Hermeto Pascoal (1976), y de vuelta en el país del norte A missa dos escravos (1976). El magnífico Lagoa da Canoa, Município de Arapiraca (1984), que Litto Nebbia editó en Melopea, pertenece a una fase experimental que Hermeto bautizó como “el sonido del aura”, línea que continuaría en Brasil universo (1986) y el juguetón Só não toca quem não quer (1987). Sin embargo, Hermeto nunca abandonó aquellos compases iniciáticos del forró, sino que los fue envolviendo en envases musicales cada vez más sofisticados, a veces absurdos o disparatados, pero siempre efectivos, de modo que fue volviéndose un músico híper creativo que seducía con su presteza y su don espontáneo, así tocara un piano de cola, una sanfona, un acordeón, diversas flautas, saxo, melódica, guitarra. De este modo, aparte de tocar con Davis, lo hizo con Edu Lobo, Paquito D’Rivera, Ron Carter, el increíble trombonista Raúl de Souza, Roberto de Melo Santos, el gran acordeonista Sivuca, el mismísimo Astor Piazzolla, de quien, además tocaba algunos temas, porque Pascoal se atrevía a todos los géneros desde su particular mirada; podía escuchárselo tocando temas de Thelonious Monk o el tango “Nostalgias”, de Cadícamo y Cobián, con dedicada maestría, pero lo que nunca abandonó el “brujo” o “mago”, como solían llamarlo en Brasil, es la conjugación lúdica que ejercía con la música, navegando corrientes musicales variadas, como un alquimista obsesionado por encontrar nuevos sonidos. Por eso podía tocar bossa nova, forró, jazz, los telúricos frevo o baião, música clásica sin que cualquiera de esas rítmicas resultase definitiva, sino como exploraciones, con sólido pie en la improvisación, para hallar otros universos sonoros. Esa relación con la naturaleza establecida tempranamente trazó una huella profunda en su música porque nunca dejó de mixturar instintivamente los sonidos que podían aparecer, por ejemplo, en un instrumento construido con sus propias manos, con lo que la naturaleza dejaba escuchar; casi un modo estético de reinterpretar lo que lo llamaba para otorgarle un carácter musical único, divergente, sorpresivo, gratificante, asombroso, que él hacía crecer desde su propio porte, con sus largas y blancas melena y barba, sus coloridas camisas y sus graciosos sombreritos, con su melódica colgada en bandolera, y sus humoradas y agudas observaciones entre tema y tema. Hermeto Pascoal actuó dos veces en Rosario; la primera en 1986 en sala Lavarden, y en 2013 dio un inolvidable concierto junto a su mujer, la exquisita cantante Aline Morena, en el teatro El Círculo, donde se floreó con composiciones propias e interpretaciones de temas de Piazzolla, que dejaron impávidos a los espectadores que colmaron el teatro. Una reciente publicación de Instagram anunciaba una nueva actuación en el teatro Broadway para el próximo 11 de octubre, aunque, definitivamente, su última presentación en Rosario será la del ya lejano 2013, puesto que el último sábado, Hermeto Pascoal moría, a los 89 años, en Río de Janeiro.
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