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  • Mató a 40 personas en 15 años sin levantar sospechas: la historia de Patrick Kearney, el “asesino de las bolsas de basura”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 17/09/2025 08:41

    La infancia violenta y el aislamiento social marcaron la personalidad de Kearney, según informes policiales y periodísticos Durante más de 15 años, Patrick Kearney se mantuvo oculto a simple vista. Era el típico vecino discreto, ingeniero mecánico, cortés y de aspecto frágil. Sin embargo, detrás de esa fachada, construyó una de las trayectorias criminales más escalofriantes de Estados Unidos. Entre 1962 y 1977, más de 40 jóvenes desaparecieron en el sur de California. Sus restos, hallados en bolsas de basura al costado de las autopistas, revelaban una frialdad meticulosa y un patrón inconfundible. Así nació el apodo que sería temido en toda la costa oeste: "el asesino de las bolsas de basura", según registró Los Angeles Times. Una infancia en sombras Kearney nació en Texas en 1939 y, desde su niñez, quedó marcado por las heridas de la violencia. Creció en una granja donde su padre, un hombre severo y autoritario, le enseñó desde muy pequeño cómo sacrificar animales de manera rápida y “humana”. La crueldad no se limitaba al trabajo rural; el entorno escolar también se volvió hostil. Sus compañeros lo sometieron durante años a humillaciones y agresiones por ser introvertido y de complexión pequeña, lo que fomentó un resentimiento silencioso. En casa, la violencia física y verbal era moneda corriente, un caldo de cultivo ideal para aislarse emocionalmente y reprimir una rabia intensa que más tarde se manifestaría de una forma trágica, como reconstruyó The New York Times. El aislamiento social acompañó a Kearney durante la adolescencia. Sin amigos ni vínculos con figuras protectoras, encontró refugio en la soledad y en fantasías oscuras. Estos duros años configuraron los cimientos de una personalidad que, si bien era meticulosa y perfeccionista —talentos valiosos para luego ejercer como ingeniero—, también era inestable y vulnerable a los impulsos más destructivos. Mientras otros adolescentes forjaban amistades y encontraban sentido de pertenencia, Kearney dedicaba largas horas a rumiar viejas heridas y desarrollar una obsesión por el control absoluto, según informes de CBS News. Ingeniero ejemplar por fuera, depredador metódico por dentro Durante más de una década, Kearney llevó una doble vida como ingeniero ejemplar y asesino serial en California Al mudarse a California, Kearney se integró al mundo laboral con éxito. Trabajó para varias empresas como ingeniero mecánico, siempre con una reputación intachable. Nadie sospechaba que, tras cada jornada, recorría bares y rutas de Los Ángeles, Orange y San Diego en busca de jóvenes y adolescentes vulnerables. Elegía a sus víctimas con un ojo clínico, muchas veces fijándose en quienes le recordaban a sus viejos abusadores escolares, según detalló Los Angeles Times. El método de Kearney se destacaba por su eficiencia y falta de emoción aparente. Abordaba a sus víctimas en la vía pública y, ya en el auto, les disparaba con una pistola calibre 22 detrás de la oreja, siguiendo la técnica de sacrificio animal aprendida en su infancia. Tras el homicidio, transportaba el cuerpo hasta un lugar apartado, donde lo desnudaba, violaba y desmembraba con herramientas que compraba habitualmente en una ferretería local. Según reportes judiciales, los cortejos eran limpios y cortos; su precisión como ingeniero se reflejaba en cada acto. Al terminar, colocaba los restos en bolsas de basura, que arrojaba a la vera de carreteras y autopistas, según investigaciones publicadas por NBC News. El apodo que aterrorizaría la Costa Oeste La aparición continuada de bolsas negras con restos humanos encendió una alarma inédita en la Costa Oeste. La policía de Los Ángeles y distintas jurisdicciones trató de hallar conexiones entre los crímenes, pero durante años, la identidad del asesino permaneció en las sombras. Los cuerpos eran difíciles de identificar por el estado en que eran hallados y no existía un patrón claro en los lugares de aparición. Sin embargo, el detalle de las bolsas negras se transformó en la firma inconfundible del atacante, dando lugar a titulares que hablaban del “asesino de las bolsas de basura”, como señaló The Guardian. Kearney actuó con gran inteligencia para eludir la atención de las autoridades. Cuando estuvo cerca de ser descubierto tras uno de sus primeros crímenes —al regresar imprudentemente al mismo barrio—, diversificó sus rutas y amplió el espectro geográfico de sus asesinatos. Viajaba entre condados, cambiaba la modalidad de aproximación y mantenía siempre un bajo perfil en la vida cotidiana. Muchos investigadores coinciden en que su capacidad para mimetizarse y la frialdad de sus procedimientos dificultaron enormemente una captura temprana, según analizó The Washington Post. El giro emocional: David Hill y el freno momentáneo La relación con David Hill detuvo temporalmente los crímenes, pero la violencia resurgía en sus ausencias La vida de Kearney experimentó un viraje en 1967, cuando conoció a David Hill en un bar gay del centro de Los Ángeles: mayor que Kearney y de personalidad extrovertida, trajo un breve respiro a la espiral homicida. Vivieron juntos y reconstruyeron ciertas rutinas hogareñas. Durante un tiempo, los asesinatos prácticamente cesaron: la estabilidad, por momentos, contuvo los impulsos violentos de Kearney. Sin embargo, la relación estuvo cargada de tensiones y discusiones. Cuando Hill pasaba temporadas fuera o la convivencia se quebraba, el ciclo de crímenes se reactivaba. En esos episodios, Patrick elegía a jóvenes que, de algún modo, le recordaban a su pareja, según ABC News. El método de Kearney incluía elegir víctimas al azar, asesinarlas con precisión y deshacerse de los cuerpos en bolsas de basura (Captura de video) Esta dinámica de pausa y reactivación revela las ambivalencias emocionales que atravesaban a Kearney y cómo sus crímenes no respondían únicamente a pulsiones sádicas, sino también a carencias afectivas muy profundas. De hecho, en los registros policiales se constató que el patrón de desapariciones coincidía casi siempre con los periodos en que Hill estaba ausente de la casa. La caza y caída del ingeniero fantasma Durante casi dos décadas, Kearney burló a la policía gracias a su discreción y a la falta de rastros evidentes. Sería finalmente un pequeño detalle el que cambiaría el curso de la investigación: un ferretero del barrio notó la frecuencia y el tipo de herramientas que el ingeniero adquiría —cuchillos y sierras de carnicero— y, al vincular estas compras con las noticias sobre cuerpos desmembrados, decidió alertar a las autoridades. Un allanamiento exhaustivo en la vivienda y el vehículo de Kearney permitió encontrar restos de sangre y cabellos que pertenecían a John LaMay, una de las víctimas. Esta prueba resultó clave para activar la persecución policial a gran escala, detalló The Washington Post. Kearney confesó 35 asesinatos y fue condenado a 21 cadenas perpetuas, aunque se sospecha que las víctimas superan las 40 (Captura de video) Al enterarse de que era buscado, Kearney escapó a México junto con Hill. Sin embargo, la presión familiar y el cerco policial aceleraron los acontecimientos. La pareja regresó a Estados Unidos y se entregó voluntariamente. Durante los interrogatorios, Patrick confesó su autoría y pidió explícitamente desvincular a Hill de toda responsabilidad, asegurando que su pareja desconocía absolutamente la existencia de los crímenes y que siempre actuaba en soledad durante las ausencias de su compañero, según documentó The New York Times. El juicio, la confesión y la sombra del misterio Ya bajo custodia, Kearney reconoció 35 asesinatos ante la justicia, aunque solo fue juzgado y condenado por 21, ya que en muchos casos no se logró identificar plenamente a las víctimas o reunir evidencias procesables. Para evitar la pena de muerte, se declaró culpable y fue condenado a 21 cadenas perpetuas. La captura de Kearney fue posible gracias a la denuncia de un ferretero que notó compras sospechosas de herramientas (Captura de video) La mayoría de las víctimas tenía entre 17 y 28 años y pertenecía, en muchos casos, a la comunidad gay angelina. Nombres como John Demichik, James Barwick, Ronald Smith, Albert Rivera y Larry Walters figuran entre los identificados, mientras decenas de familias nunca recibieron confirmación del destino de sus desaparecidos, como relató NBC News. A pesar de las confesiones, los especialistas consideran que el número real de víctimas podría superar ampliamente las cuarenta, con restos nunca recuperados y crímenes dispersos en el sur de California y el norte de México. Tras la sentencia, la investigación continuó durante años en busca de nuevas vinculaciones entre desapariciones no resueltas y el patrón distintivo del “asesino de las bolsas de basura”, según analizó ABC News. El caso de Patrick Kearney sigue siendo estudiado por criminólogos por su capacidad de ocultar una vida criminal bajo una fachada normal (Captura de video) En la actualidad, Patrick Kearney cumple condena a los 85 años en en la prisión estatal de Mule Creek de California. Tras el juicio, David Hill jamás volvió a visitarlo, y nunca se vinculó en modo alguno al expediente criminal, cerrando un capítulo personal marcado por la culpa y el horror. El caso de Kearney sigue siendo objeto de estudio entre criminólogos y especialistas en conducta violenta, no solo por el impacto de sus crímenes, sino por la capacidad para mantener durante tanto tiempo una vida paralela de absoluta normalidad.

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