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  • El entramado productivo y la resiliencia que distinguen al país industrial

    » Clarin

    Fecha: 16/09/2025 21:08

    Con poco más de 18 años, José Nucete llegaba a la Argentina, desde Baena una localidad entre Córdoba y Andalucía en España. Corría 1947 y traía en su maletín los saberes sobre la aceituna. Después de todo, Baena es la cuna del olivo español. Nucete incursionó en la actividad en Aimogasta, La Rioja, que en aquella época contaba con ferrocarril que llevaba el producto hacia el lejano puerto de Buenos Aires. Así, gestó una forma de fabricar e innovar que le dio renombre en los principales mercados del mundo. Fue de los que se dejaron guiar por la prepotencia de trabajo y su instinto. Y funcionó hasta que en 2014, con un dólar que le ocasionaba pérdida a una compañía que colocaba el 80% en el exterior, lo comenzaron a ahogar los créditos y tuvo que vender la empresa al entonces ministro de salud, Juan Manzur. Miguel Nucete y su fábrica de quesos Pero ese ADN industrial sigue en su hijo, Miguel que, en Vedia, a 320 kilómetros del puerto de Buenos Aires, levantó de cero una fábrica de quesos y se especializó en el de rallar. Trajo una nueva variedad, el Grana Padano y cosechó el premio al mejor del mundo en Portugal. Esta postal aporta una perspectiva de lo que significa ser industrial en la Argentina. Es el caso de Crucianelli en Armstrong, Santa Fe fundada hace 68 años por Nazareno Crucianelli, padre de Raúl, abuelo de Gustavo, Betina y Laura y dedicada a cuatro modelos de sembradoras. Gringa y Pionera son las marcas estrella que aplican la tecnología de siembra directa. Tienen más de 70 concesionarios en el país y lograron expandirse a Brasil. También Barbieri nació como un emprendimiento familiar en 1953. Se destaca por sus perfiles de acero galvanizado para la construcción en seco, perfiles de acero estructurales, cortinas, revestimientos y decks de PVC, herrajes y accesorios para cortinas de enrollar. Hoy emplea a más de 250 personas y tiene plantas en Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Las maquinarias para siembra directa O ingeniería Mega, de Lincoln que fabrica secadores de granos y nació en 1995 de la mano de dos compañeros de la escuela técnica. Exportan a 30 países. Desarrollaron hornos para generación de calor a partir de la quema de biomasa, fabrican parques fotovoltaicos y están trabajando en el diseño de un secador de arena para Vaca Muerta. Juan Luis Bour, director de Fiel, destaca la capacidad de adaptación de estos industriales que enfrentan períodos que van desde la apertura al cierre de la economía en un país con poca flexibilidad en sus leyes. “Se adaptan y sobreviven”, dice. El entramado productivo nació para dar respuesta a la producción agrícola y de ese modo se desarrolla la maquinaria agrícola en Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. Luego vendrá la etapa de la siderurgia que da soporte industrial a la incipiente explotación petrolera como lo que implicó la llegada de Agostino Rocca y la planta de Siderca en Campana. Juan Luis Bour Bour revela otro aspecto: “Estar lejos del mundo significó que Argentina se dedicara a producir hasta barcos por los costos que implicaba acceder a esos bienes. Ese mundo se acabó ahora es abierto y se enfrenta una competencia mucho más agresiva que en el pasado. Es una situación desafiante y compleja para firmas con poco acceso al capital y caída de la demanda, en momentos que Argentina necesita una mejora dramática de su productividad”, completó. Para Daniel Schteingart, de la Fundación Fundar, es central una política productiva, porque es imperioso crecer. Lo fundamenta: “Sin la estabilidad macroeconómica no se puede pero con la estabilidad sola no alcanza. El mundo tiene 195 países, 150 países son estables, pero desarrollados sólo hay 40. La diferencia es la estructura productiva, la capacidad de generar empresas de base tecnológica que es uno de los grandes generadores de riqueza a largo plazo”. En Argentina la industria que fue respuesta a las necesidades del agro va hacia otras ramas además de maquinaria y metal mecánico, como la química y el sector farmacéutico. De acuerdo a Schteingart entre 1930 y mediados de los años 70, la industria crece más que el resto de la economía. En parte, por el estancamiento del agro pero la locomotora industrial estuvo liderada por ramas intensivas en tecnología, industria pesada y compañías como Techint. Pero se cortó. “Argentina es uno de los pocos países del mundo que sufren una caída del PBI industrial per capita. Y pierde complejidad”, asegura Schteingart. Mientras en Estados Unidos la industria crecía 60% en Argentina caía 30% y se fue alejando de los países más productivos. “Cuidado que podemos ir a pelear el descenso”, arriesga Schteingart. En su visión, el mundo cambió por el fenomenal auge asiático. Y propone apuntar a industrias de alto potencial tecnológico que están siendo descuidadas. Sergio Kaufman, ex CEO de Accenture, une la vocación industrial a las burbujas de ebullición de talento que lejos de agotarse surgen en los colegios técnicos, en las facultades de Ciencias Exactas y de Ingeniería. Sergio Kaufman Eso si, advierte la necesidad de reforzar en las ciencias duras, para enfrentar la innovación permanente que se acelera con la Inteligencia Artificial a una velocidad casi desconocida. Argentina cuenta con esas burbujas pero invierte muy poco en investigación y desarrollo. Los últimos datos disponibles de 2023 antes de los ajustes eran 0,6% del PBI, similar al promedio de América Latina, pero la mitad de Brasil.

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