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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 16/09/2025 04:39
Mientras lo insultaban y lo hostigaban por llevar puesta una kipá en la cabeza, el joven agredido logró alejarse y se escondió en un comercio (Foto/Imagen Ilustrativa Infobae) Fue un miércoles de mediados de agosto de 2005. Un joven de 15 años, que llevaba una kipá en la cabeza, salió de la estación de subte Congreso de Tucumán, de la línea D, cuando otros tres adolescentes —uno de 16 y dos de 17— empezaron a perseguirlo, lo empujaron y lo insultaron con frases antisemitas. Mientras lo hostigaban, el chico logró alejarse y se refugió en un comercio. Los jóvenes, no conformes, se quedaron a esperarlo en la puerta, pero llegó la Policía y se los llevó detenidos. Cinco días más tarde, en una resolución inédita, el juez federal porteño Daniel Rafecas dispuso que los tres agresores hicieran una visita guiada al Museo del Holocausto de Buenos Aires. Constituyó el juzgado en la institución y, en persona, encabezó un recorrido y les dio una clase sobre la historia del antisemitismo, el racismo y el exterminio nazi. “Decidí hacer eso porque cuando les tomé la declaración indagatoria me di cuenta de que ninguno de los tres tenía la más mínima idea de lo que era realmente el nazismo, qué había sido el Holocausto, ni lo que representaba agredir a una persona de la comunidad judía con esa connotación. Eran alumnos de un colegio industrial que carecían de herramientas para comprender esa situación”, recuerda hoy Rafecas, en diálogo con Infobae. Veinte años después de aquel episodio, la postal de ese chico corriendo con temor a ser atacado por su condición de judío se trasladó a un nuevo escenario: las redes sociales. De acuerdo con el último informe de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), en 2024, los hechos de antisemitismo crecieron un 15% respecto de 2023. Además, dos de cada tres ocurrieron en el ámbito digital. “Las redes sociales han amplificado los discursos de odio. Lo que antes se decía en voz baja, ahora se grita desde una pantalla y se vuelve viral en segundos. Por eso, hoy más que nunca, la memoria y la educación no son solo herramientas del pasado: son un deber del presente y una esperanza para el futuro”, aseguró el presidente de la Institución, Mauro Berenstein, en el informe. ¿Qué cambió en estas dos décadas en la forma en que se expresa el antisemitismo en la Argentina? ¿Cuál es el rol de las redes sociales? ¿Por qué aquella medida pedagógica, como llevar a los agresores a recorrer el Museo del Holocausto, marcó un precedente judicial? Ubicado en la calle Montevideo 919, el Museo del Holocausto de Buenos Aires fue declarado de interés cultural y para la defensa de los Derechos Humanos por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires (Foto/Franco Fafasuli) Educar la memoria Cuando el caso llegó a su despacho, Rafecas se enfrentó con un dilema porque los agresores eran menores de edad. La clave —dice ahora— estuvo en la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), incorporada a la Constitución Nacional en 1994. “Esa norma nos obliga a los jueces a darle siempre prioridad al interés de los menores. Procesarlos y que les quedara un antecedente penal, hubiera sido muy negativo para su presente y para su futuro. Eran adolescentes que ignoraban por completo en qué se habían embarcado”, explica. “Si bien es cierto que uno de ellos tenía algún acercamiento a círculos skinhead, y llevaba el pelo rapado, luego de entrevistar a la madre entendí que ese chico había sido permeable a discursos negacionistas”, agrega el juez. La resolución que tomó fue inédita: trasladó el juzgado al Museo del Holocausto de Buenos Aires y convocó a los agresores junto a sus padres. Rafecas conocía bien el lugar: era consejero académico de la institución y, como profesor de la Facultad de Derecho de la UBA, solía llevar allí a sus alumnos. Esa vez lo hizo como juez, acompañado por la directora del museo, Graciela Jinich, y con un objetivo claro: que la sanción fuera reparadora para todos. “En ese momento yo tenía un rol muy activo en el museo y me parecía que era el ámbito adecuado para darle una solución creativa o alternativa al procesamiento”, explica. La audiencia se realizó un lunes por la tarde y duró alrededor de dos horas. En ese lapso, los tres jóvenes conocieron las leyes raciales que afectaron a los judíos en Alemania a partir de 1935 y que los excluyeron de la ciudadanía alemana hasta que, a partir de 1941, los obligaron a llevar la estrella amarilla en su ropa. También vieron la vestimenta que debían usar en los campos de concentración: apenas una camisa y un pantalón liviano, cuando la temperatura podía llegar a 25 o 30 grados bajo cero. El juez Daniel Rafecas Manuel Kobryniec, entonces secretario general del museo, recuerda el impacto de aquella decisión. “Fue una idea brillante y ejemplificadora. Unos días después, el tema salió en las primeras planas de los diarios y tuvo una repercusión inesperada. Desde entonces se multiplicaron las visitas escolares, tanto de Capital Federal como del interior del país”, le cuenta a Infobae. La directora del museo, Graciela Jinich, también valoró la iniciativa en su momento. “Es una medida modelo. Estoy emocionada de que un juez argentino haya pensado que esto es posible”, dijo a Página/12 en 2005. Durante la visita, Jinich les regaló a los tres adolescentes material impreso sobre el Holocausto publicado por la institución. “Les dije que quedaban las puertas abiertas para que volvieran cuando quisieran. Estaban muy agradecidos ellos y sus familiares. Una de las mamás, que es Testigo de Jehová, sabía mucho del Holocausto porque muchas personas de esa minoría también fueron atacadas por el nazismo. Ella me dijo: ‘La verdad es que el nazismo fue una barbaridad para toda la Humanidad’”, agregó. “La resolución marcó un precedente judicial —resume Rafecas— porque a partir de esa decisión prácticamente todos los casos de antisemitismo o discriminación protagonizados por menores comenzaron a derivarse al Museo del Holocausto o al Centro Ana Frank. La modalidad se mantuvo”. Vale destacar que, en aquel entonces, el museo aún no tenía el formato actual, ya que fue renovado en 2019. Tras su remodelación, sumó impronta tecnológica a través de pantallas interactivas que permiten ver testimonios de sobrevivientes en primera persona. En 2023 fue declarado de interés cultural y para la defensa de los Derechos Humanos por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. La medida que tomó Daniel Rafecas hace 20 años fue inédita: trasladó el juzgado al Museo del Holocausto de Buenos Aires y convocó a los agresores junto a sus padres Las cartas del perdón de los agresores Según cuenta Rafecas, hacia el final de la actividad, los tres adolescentes le manifestaron su arrepentimiento y pidieron disculparse con la víctima. Al día siguiente, el magistrado habló con la familia del joven agredido —hijo de un reconocido rabino—, que aprobó la decisión judicial, pero prefirió evitar el encuentro cara a cara con los hostigadores. La alternativa fue que los tres jóvenes redactaran cartas de puño y letra ofreciendo su perdón. “Les pedí que escribieran con sus palabras, sin ayuda de nadie. Aunque lo hicieron con errores de ortografía y de sintaxis, expresaron de un modo muy genuino y conmovedor el arrepentimiento por lo sucedido”, recuerda. Los manuscritos originales fueron entregados a la familia de la víctima y el juzgado conservó copias en el expediente antes de dar por resuelto el conflicto. “Pasamos un año y medio más haciendo un seguimiento con asistentes sociales de los tres agresores. Nunca más recayeron en una situación de violencia. Terminaron el colegio y se insertaron laboralmente”, resume Rafecas. Hoy, calcula, deben rondar los 36 o 37 años. Mirando en retrospectiva, el juez vuelve a lo esencial: la sensibilidad frente a cada caso. “Trabajo en Tribunales desde hace casi cuarenta años e integro una gran burocracia, pero a título personal —y siempre lo transmito a mis colaboradores— no hay que perder la sensibilidad frente al acusado y frente a la víctima. Hay que recordar que detrás de los expedientes hay personas de carne y hueso. Especialmente si son adolescentes, que todavía no tienen nivel madurativo pleno para comprender lo que están haciendo”, reflexiona. La primera imagen de la muestra transmite cómo era la vida del pueblo judío antes del Holocausto: su diversidad de factores, el grado de asimilación en la dinámica diaria y su ensamblaje en la sociedad (Foto/Franco Fafasuli) Veinte años después Aunque pasaron dos décadas de aquel episodio, los números muestran que el antisemitismo sigue vigente. El último informe de la DAIA —que se realiza de manera periódica y sistemática desde 1998— registró 687 denuncias en 2024, un 15% más que en 2023, y alertó que el 66% de los casos ocurrieron en el ámbito digital. El 61% se propagó en plataformas como X (ex Twitter), Facebook, Instagram o YouTube, mientras que las agresiones físicas también crecieron: fueron diez en un año, frente a las tres del período anterior. El estudio también detalla que casi cuatro de cada diez expresiones antisemitas se disfrazan como “crítica política” a Israel, lo que en realidad constituye “antisemitismo contemporáneo”: negación del derecho de existencia del Estado judío o comparaciones con el nazismo. A esto se suman la persistencia de simbología nazi (23,5%), discursos xenófobos (15%) y teorías conspirativas (11%), que encuentran en las redes sociales un vehículo de amplificación inédito. “El crecimiento actual del antisemitismo está vinculado a diversas dinámicas recientes. En particular, el recrudecimiento del conflicto en Medio Oriente, que actúa como catalizador de odio; mientras que el desarrollo de las redes sociales y la desinformación facilitan la difusión masiva de discursos antijudíos, favoreciendo el resurgimiento de prejuicios históricos —ahora resignificados mediante fake news y narrativas conspirativas— que ponen a los judíos como chivos expiatorios de complejos problemas sociales”, sintetiza el informe. “Lo que no se registra, no existe. Dar a conocer el odio antijudío insta a la sociedad toda a hacerse cargo de uno de sus flagelos más antiguos y, a la vez, más presentes y devastadores con los que convivimos”, sigue. En este sentido, Rafecas hace hincapié en la necesidad de reforzar la educación. “Por eso es tan importante exigir a las autoridades nacionales, provinciales y municipales que incorporen en los contenidos formales educativos —primarios, secundarios y terciarios— todo lo relacionado con estos sucesos, de modo tal que los discursos de odio negacionistas no tengan tanta penetración, sobre todo entre los jóvenes”, señala. *Más información de Museo del Holocausto, acá
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