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Fecha: 16/09/2025 04:23
La ofensiva militarizada estadounidense contra grupos criminales de Venezuela reactivó el discurso de la “guerra contra las drogas” que otras veces enmascaró objetivos ideológicos y geopolíticos emparentados con la Doctrina Monroe. La vinculación directa, pero no probada, que estableció la Administración Trump entre grupos del crimen organizado y el régimen venezolano de Nicolás Maduro reabrió en EEUU la puerta al antiguo discurso de la “guerra contra las drogas” que proyecta, nuevamente, injerencias e intervenciones directas en América Latina. La región y el mundo se anoticiaron en septiembre, a través de un video difundido por el propio presidente Donald Trump, del hundimiento de un lancha rápida en el Caribe por parte de la flota que había desplegado el flamante Departamento de Guerra, aunque nadie pudo confirmar su información sobre 11 muertos o un cargamento de drogas a bordo atribuido al grupo Tren de Aragua. Días después, cuando Maduro movilizó 25 mil efectivos y ordenó a cazas venezolanos sobrevolar los buques estadounidenses en prevención de una eventual invasión, Trump advirtió: “Si ponen en peligro nuestra seguridad, serán derribados". “Francamente, es una guerra”, definió finalmente el secretario de Estado, Marco Rubio, antiguo enemigo jurado del chavismo que extendió la estrategia al vecino Ecuador gobernado por el derechista Alvaro Noboa, acosado por la violencia de grupos criminales sí probadamente dedicados al narcotráfico. La nueva estrategia hacia América Latina, en lo que muchos observadores entreven una “Doctrina Monroe 2.0”, coincide con un retiro casi total de la ayuda exterior de EEUU que conformaban lo que se llamó el “soft power” de la primera potencia militar. "El presidente ha dicho que quiere librar una guerra contra estos grupos porque nos han estado librando una guerra durante 30 años y nadie ha respondido", dijo Rubio. Hasta ahora, EEUU interceptaba e incautaba embarcaciones, no las hundía. En cambio, el representante Adam Smith (Washington), el demócrata de mayor rango en el Comité de Servicios Armados de la cámara baja, opinó que la Administración Trump no había identificado la autoridad bajo la cual se decidió el ataque en el Caribe, “lo que plantea la cuestión de su legalidad y constitucionalidad". Bajo la gestión de Rubio, el Departamento de Estado designó a grupos criminales mexicanos, venezolanos y ecuatorianos como organizaciones terroristas, incluidos el Tren de Aragua y el Cártel de los Soles. El secretario anunció el desembolso de 13,7 mil millones de dólares para combatir el crimen sólo en Ecuador, y los dos países están negociando los términos de un posible nuevo tratado de extradición. Inevitablemente, los analistas asociaron la situación y los planes de Washington con el derrocamiento en 1989 del régimen de Manuel A. Noriega, cuando tropas de EEUU invadieron Panamá con la operación “Causa Justa”, y con la asistencia económica y militar que prestó contra los cárteles de Colombia en los 1990-2000. La “guerra contra las drogas” destinadas al mercado de EEUU se asocia también un planteo anterior de Rubio en 2019, como senador republicano sobre los vínculos del régimen de Maduro con la Rusia de Vladimir Putin, ahora cercano a Trump: "La enorme mayoría de los estadounidenses no quiere al ejército de Vladimir en ninguna parte de nuestro hemisferio, y eso es precisamente lo que sucederá si Maduro permanece en el poder. Eso por sí solo es una amenaza para la seguridad nacional de EEUU". Ahora, el secretario de Guerra, Pete Hegsweth, en un memorando a los jefes militares, aludió a "la determinación del Presidente de restaurar nuestra posición descuidada en el Hemisferio Occidental", a la decisión de "sellar nuestras fronteras" y a la lucha contra el narcotráfico como prioridades para el Pentágono. Como antecedente, Trump comenzó su guerra comercial con aranceles adicionales a México y China: la excusa también fue una guerra contra las drogas, contra la producción y tráfico del fentanilo, opiáceo sintético que durante los últimos años causó decenas de miles de muertes por su consumo epidémico en EEUU. Argumentos La portavoz de la Casa Blanca, Anna Kelly, dijo abiertamente que el ataque frente a Venezuela se llevó a cabo en "defensa de los intereses nacionales vitales de EEUU y en la legítima defensa colectiva de otras naciones". Pero como dijo el New York Times , Rubio también negoció con Noboa (foto) la deportación de inmigrantes desde EEUU, objetó los lazos económicos con China y aceleró la firma de un nuevo acuerdo comercial con EEUU, su primer socio. Antes, se había reunido con la presidenta izquierdista Claudia Sheinbaum en Ciudad de México, donde discutieron la cooperación bilateral en seguridad. Grupos criminales mexicanos, como los cárteles Jalisco Nueva Generación y Sinaloa, se instalaron en Ecuador. “El desafío para algunos líderes latinoamericanos al tratar con el presidente Trump -concluyó el diario- es equilibrar el trabajo con EEUU en temas de seguridad y al mismo tiempo asegurar a sus ciudadanos que no se están convirtiendo en títeres”. Sheinbaum aseguró que cualquier incursión unilateral en México de fuerzas de seguridad estadounidenses contra grupos como Los Lobos o Los Choneros, que asemeje la del Caribe, significará cruzar una línea roja. Los dos países deben respetar la "soberanía" del otro mientras trabajan juntos, le advirtió a Rubio. Otro presidente izquierdista, el colombiano Gustavo Petro, se desmarcó de Noboa. Se dijo dispuesto a revisar la estrecha colaboración en la lucha contra las drogas que mantienen EEUU y Colombia desde hace décadas si ese país viola los principios del derecho internacional, como dijo pasó frente a Venezuela. “El gobierno de EEUU, si respeta el derecho internacional tiene todo mi apoyo pero, si lo rompe, toca rehacer nuestra colaboración”, sostuvo. “En mi gobierno, Colombia no colabora con asesinatos”, enfatizó. Venezuela, una obsesión El episodio del Caribe, incluyendo un inédito despliegue militar estadounidense, es otro momento mayor de presión de Washington sobre el régimen de Maduro en estos últimos 12 años, aunque al comienzo de la Administración Trump parecía que, por los intereses petroleros en juego, habría pragmatismo y distensión. En 2019, durante la primera Administración Trump, EEUU reconoció como presidente encargado al opositor Juan Guaidó, pero esa estrategia se frustró tras el fracaso del golpe de Estado del 30 de abril de 2019, apoyado por Washington. La situación está lejos del blanco-negro: los aviones con deportados venezolanos siguen llegando a Caracas desde EEUU y buques petroleros transportan en sentido contrario el crudo que extrae la estadounidense Chevron tras recuperar su licencia. A su vez, el propio Maduro centró sus críticas fuertes en Rubio y en la opositora María Corina Machado, pero sin involucrar a Trump. Un denominador común de la política de EEUU hacia Venezuela es Rubio. Como senador de Florida, estado bastión de sectores conservadores “anticomunistas”, impulsó el derrocamiento de Maduro y una intervención militar estadounidense. "Creo que las fuerzas armadas de EEUU solo deben usarse en casos de amenazas a la seguridad nacional", dijo en 2018, después de competir con Trump en las primarias republicanas, y antes de adherir al movimiento MAGA. "Creo que se puede argumentar sólidamente en este momento que Venezuela y el régimen de Maduro se han convertido en una amenaza para la región y para EEUU." Rubio es hijo de inmigrantes cubanos que llegaron a Miami en 1956, tres años antes de la revolución comunista de Fidel Castro, y creció allí, donde muchos cubanos buscaron refugio, al igual que ahora muchos venezolanos desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1999 y más adelante con Maduro. En 2019, publicó una serie de imágenes de antes y después de líderes derrocados como Muamar Gadafi, asesinado por combatientes de la oposición en 2011, y Noriega en Panamá. "La historia está llena de ejemplos de tiranos que creen que son invulnerables y luego se enfrentan a un colapso repentino", sostuvo. Con Rubio en el Departamento de Estado, la recompensa ofrecida por EEUU llegó a los 50 millones de dólares por Maduro, acusado en un tribunal federal de Manhattan en 2020 de narcoterrorismo y tráfico de cocaína. "Maduro NO es el presidente de Venezuela y su régimen NO es el gobierno legítimo", dijo Rubio hace un mes. Maduro, cuidando la relación directa con la Casa Blanca, que sigue sin reconocerlo como presidente, ironizó: "Señor presidente Donald Trump, tiene que tener cuidado porque Marco Rubio quiere sus manos manchadas de sangre, con sangre sudamericana, sangre caribeña, sangre venezolana". "Creo que la administración está dividida internamente sobre Venezuela", dijo Elliott Abrams, ex representante especial para Venezuela durante el primer mandato de Trump. "Creo que Rubio está presionando por una línea dura contra Maduro, y a veces gana, y a veces pierde".
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